lunes, 3 de septiembre de 2007

Cabaret


Veía el otro día, una vez más, esa maravillosa película que es "Cabaret", y que tantos recuerdos me trae de mi infancia, pues cuando la estrenaron aquí debía tener yo unos siete años. Y es curioso cómo nos gustó teniendo en cuenta que abordaba temas escabrosos que, por la edad que teníamos, quizá no fuera adecuada para niños.
Recuerdo que cuando íbamos a casa de mi abuela Pilar, mi hermana y yo interpretábamos el personaje de Liza Minneli cuando sube al escenario, en los números provocadores en que ellas y las demás bailarinas se mueven sobre unas sillas al compás de la música. Nosotras recreábamos ese aire sugerente y sexy por pura imitación, sin ninguna malicia, con la ingenuidad propia de unas niñas. Y teníamos mucho éxito entre el público familiar, que nos aplaudía y animaba. Quién sabe, igual si sigo con esa vena hubiera sido una buena cabaretera.

Ver a la inefable Liza Minnelli en el papel de cantante y bailarina de cabaret en la Alemania anterior a la 2ª Guerra Mundial, cuando ya el clima en Europa se empezaba a preparar para el horror que iba a vivir, es magnífico.

Caracterizada con un "look" años 30, con enormes pestañas postizas, mucho maquillaje y unas increibles y originales uñas pintadas de verde, se desenvuelve con total naturalidad en un personaje difícil y lleno de matices.

Son muchos los actores que la acompañan en esta película, estupendos también, pero ella destaca por encima de todos ellos sin apenas aparente esfuerzo. Es capaz de transmitir todo un abanico de sentimientos por cada uno de los poros de su cuerpo y en su rostro. Sólo una actriz de su talento, dotada de una extraordinaria sensibilidad como la suya, es capaz de hacernos sentir así. Compone un personaje que es a la vez superficial, alegre, divertido, picante, tierno, triste, ingenuo y trágico, generoso a manos llenas, un retrato de mujer ante todo. Pretende vivir a su aire, dando una visión del mundo de color de rosa, sólo por no ver la realidad, sólo para no hundirse en la miseria social que cunde por aquel entonces.

Sus números musicales no tienen desperdicio, acompañada por un inquietante y equívoco maestro de ceremonias, que con su mordacidad y su sarcasmo cruel, da el contrapunto original, agudo y perfecto a toda la trama argumental.

En estas pequeñas joyas de interpretación escénica se amalgaman veladamente, debido a la censura, todas las virtudes y todos los vicios que son inherentes al ser humano, poniendo en tela de juicio los usos sociales, las tendencias sexuales, y hasta el nazismo. Liza Minnelli tiene aquí oportunidad de lucir su magnífica voz, su versatilidad interpretativa y su talento para el baile, cualidades que no le han abandonado con el paso de los años, a pesar de los avatares que han marcado su vida.

Y así nos reimos de todo lo que nos rodea casi de una forma compulsiva, puede que siniestra, porque al fin y al cabo la vida no es sino una gran tragicomedia.

La orquesta que toca en el cabaret no tiene parangón con ninguna otra parecida, un montón de señoras ataviadas con las ropas más estrafalarias, y pintadas hasta la exageración, que sin embargo saben arrancar a sus instrumentos los acordes más increíbles según requiera la ocasión.

Hay en la película muchas escenas inolvidables, pero me conmueve especialmente aquella en la que la protagonista habla del aborto que se acaba de practicar. Se asoma entonces a sus inmensos ojos y a su rostro, sin apenas maquillar en esta ocasión, un compendio de tristeza, desaliento, fragilidad y abandono, que recuerda mucho la forma de interpretar de su madre, la gran Judy Garland, y que tenía mucho que ver con su propia vida.

Y ahora, querido lector, que estoy a solas contigo, debo decir que es cierto lo que dice la letra de la última canción con la que se despide el cabaret, cantada por su extraño maestro de ceremonias: "No merece la pena estar sola en una habitación. Ven a escuchar la música. La vida es un cabaret". Porque así es, la vida es una gran representación donde se mezcla tragedia y comedia, y por todo ello hay que pasar.

El espectáculo debe continuar.

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