miércoles, 19 de diciembre de 2007

La delgada línea roja

Tomo hoy el título de una película bélica para hablar sobre la separación que existe en el mundo entre dos extremos, en polos que son opuestos; hombre-mujer, ricos-pobres, realidad-ficción, joven-viejo, vida-muerte, bueno-malo, apropiado-inapropiado... La lista sería interminable.
Veo en Internet que se suele emplear esta frase para referirse “a la frágil o imperceptible barrera entre lo que se considera permisible, tolerable, y lo que no”, aunque en realidad se refiere a una batalla, no sé cuál, tantas como ha habido, en la que el ejército inglés, vestido con casacas rojas, formó una delgada línea para enfrentarse al enemigo.
Nosotros nos movemos a uno y otro lado de esa línea constantemente: todo hombre tiene algo de mujer cuando deja translucir su lado más sensible, y toda mujer algo de hombre cuando demuestra arrojo y valor. Todo el que posee riqueza puede ser pobre en algún momento dado cuando es víctima de las mismas miserias y necesidades que aquejan al resto de los mortales, y que no se pueden aliviar con dinero: soledad, desamor, enfermedad, muerte...., y todo el que es pobre puede ser rico en cuanto posee bienes que no son materiales y que residen en su espíritu: felicidad, amor, paz, confianza....
Todos podemos alguna vez salir de lo que creemos es el plano real de nuestras vidas para situarnos en otra dimensión, en otro punto de vista desde el que ver lo que sucede a nuestro alrededor, y esta cualidad no es exclusiva ni de los actores ni de los locos. Cualquiera puede hacer ese viaje incluso sin buscarlo, simplemente por la necesidad de cambiar, y pasar a un ámbito desconocido que ha estado siempre ahí sin saberlo.
Y todos podemos ser jóvenes por nuestra edad y sentirnos viejos por dentro cuando estamos cansados o las cosas no van como esperábamos, pero también llegar a viejos sintiéndonos jóvenes por nuestra forma de sentir y de vivir.
Desde nuestro nacimiento nos vemos marcados por unos parámetros que condicionan nuestra posición a uno u otro lado, pero luego nosotros podemos fluctuar en una u otra dirección siempre que queramos, por el tiempo que nos parezca oportuno, y sin temor a peder nuestra identidad.
En realidad podemos ser no solamente una sola persona sino muchas: en una vida hay muchas vidas, como dijo en una ocasión alguien que conozco.
No hay por qué hacer diferencias, marcar fronteras, distinguir: la ambivalencia es algo cotidiano. Pero siempre habrá dos mundos, dos extremos que nunca llegan a encontrarse: por cuál te muevas (al filo de la vida- al filo de la muerte), es cosa de cada uno.
Es la línea roja, esa delgada línea roja imaginaria que nos separa del resto del mundo, incluso a veces de nuestro propio yo: alienación. Es la diferencia, apenas perceptible, entre lo bueno y lo malo, lo apropiado y lo inapropiado, la distancia en el espacio y en el tiempo que media entre el que escribe y el que lee lo que está escrito.
Esa es, querido lector, la delgada línea roja, la que no vemos pero intuimos, aquella que nos separa a tí y a mí.

No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes