miércoles, 18 de junio de 2008

Yves




Qué se puede decir de Yves Saint Laurent que no se haya dicho ya: que era una persona extremadamente frágil, un ser atormentado e inestable que solía castigarse a sí mismo, cálido y tímido en público, apasionado tanto en su trabajo como en su vida privada, un torrente de ideas y de creatividad durante toda su vida, trabajador incansable, coleccionista de antigüedades y amante de las artes en general, exquisito, adorador de la mujer desde la sensibilidad que su condición homosexual le proporcionaba.
Precisamente esta característica suya fue motivo de escarnio para él, pues en el colegio le maltrataron por ello. El apoyo de su madre fue fundamental. Para ella fueron sus primeros diseños cuando aún era adolescente, ella fue la que cosió sus bocetos ayudada por otra mujer contratada al efecto. Más adelante, cuando consiguió situarse, en sus desfiles se sentaba en la primera fila y vistió siempre sólo las creaciones de su hijo.
Sus padres querían que estudiase leyes, pero él decidió ir a París y estudiar diseño, que no tardó en dejar porque le aburría. Con 17 años el boceto de un traje de cóctel con corte asimétrico le supuso un premio del Secretariado Internacional de la Lana.
Por entonces el director del Vogue francés pidió a su amigo Christian Dior que le recibiera, posponiendo las vacaciones que estaba a punto de comenzar. Se inició así una colaboración que duró sólo dos años por el repentino fallecimiento de Dior de un ataque al corazón, pero durante la cual se entendieron casi sin palabras, tal era la timidez de ambos, sólo con el intercambio de miradas.
Tras la muerte de Dior se hizo cargo de la dirección de la empresa y creó la línea trapecio, que revolucionó el mundo de la moda y acaparó el 50% de la exportación de alta costura de Francia en aquel momento.
Al ser llamado a cumplir el servicio militar, comenzó una etapa de su vida absolutamente devastadora que le dejaría secuelas para siempre. Tuvo que ser recluido en un hospital psiquiátrico con delirium tremens y una profunda depresión. Lo que pudo ver allí en los dos meses y medio que duró su internamiento no hizo sino recrudecer su situación. Yves siempre atribuyó al exceso de medicamentos que le administraron por entonces su adicción posterior a las drogas, que le duraría 20 años. Cuando salió su deterioro físico era importante, pues apenas pesaba 35 kgs. para su 1,80 de estatura.
A su vuelta a París otro diseñador había ocupado su lugar y, aconsejado por su socio y amante, demandó a la casa Dior por daños morales y fundó su propia casa.
Con el tiempo abriría su primera tienda de prêt-à-porter, con lo que ponía modelos originales al alcance de la gente de la calle. Fue la socialización de la moda. Las mujeres se disputaban sus saharianas, inspiradas en su infancia en Argelia, donde nació, y sus blusas transparentes y trajes pantalón. Hasta entonces estaba prohibida la entrada en los mejores locales del mundo a las mujeres que llevaran pantalones, por lo que se dio el caso que una multimillonaria que vestía uno de sus smokin femenino a la que se le impidó la entrada a uno de estos clubs, decidió quitarse la parte de abajo y entrar sólo con la chaqueta.
Fueron aquellos años locos en los que Yves y su amante llevaban una vida noctámbula al límite.
La impresión que le causó el fallecimiento de una amiga, por una sobredosis de heroína, provocó que iniciara una interminable sucesión de crisis nerviosas que le llevaron a ser cliente habitual de centros médicos y clínicas de reposo. Cuando las lograba superar solía aparecer en público visiblemente avejentado, frágil y con la mirada perdida. También cualquier mala crítica a su trabajo le conducía a la depresión y la inestabilidad.
Durante su trayectoria profesional ideó colecciones con inspiraciones exóticas: africanas, marroquíes, chinas, siempre con gran éxito. Hizo en una ocasión una inspirada en los ballets rusos, que fue muy elogiada y que él consideró la más bella.
Pintores como Picasso, Van Gogh o Matisse le inspiraron.
Apasionado de la ópera, el teatro y la literatura, creó decorados para espectáculos de música y danza, y para el cine.
Diseñó joyas y complementos, y lanzó a mediados de los setenta una línea de perfume, “Opium”, que supuso un escándalo porque se dejó fotografiar desnudo para la campaña publicitaria. Yves le dio mucha importancia a la creación de perfumes, al contrario de lo que se hacía en otras casas de moda.
Tras el abandono de su amante, tocó fondo, aunque siguieron siendo socios y amigos. Sólo salía para presentar sus desfiles o ir a la ópera.
Yves Saint Laurent dio rienda suelta a su creatividad a lo largo de su periplo laboral y creó colecciones rompedoras que revolucionaron la estética de la moda. Siempre tuvo un toque personal en todo lo que hacía que lo distinguía de los demás diseñadores, como su costumbre de regalar personalmente a cada modelo cinco minutos antes de que empezaran sus desfiles un bouquet de rosas blancas, su flor favorita.
Recibió innumerables premios por su trabajo, aunque él siempre se comportó de forma sencilla y agradecía mucho todos los reconocimientos públicos de que le hicieron objeto. Posiblemente fue eso lo que le permitió seguir adelante, pese a sus avatares personales.
Alguien que le conoció muy de cerca le describió a la perfección: "Era de una exquisitez absoluta [.....], su delicadeza, su educación [......], su fragilidad [......], su entusiasmo por su trabajo".
Una vida intensa, un hombre muy particular. Yves.

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