viernes, 6 de julio de 2012

Vacaciones


Pasan las vacaciones plácidamente al borde del mar, ese mar que este año nos regala unas aguas cristalinas como hacía años no veía. Me pregunto, mientras me dejo mecer por las pequeñas olas, cómo puedo pasar sin él el resto del año. Siento la vida palpitar en torno a mí, los peces grandes como mi mano que cada vez se atreven a nadar más cerca, las gaviotas en lo alto del cielo flotando en el aire. Los dolores de la artrosis casi han desaparecido al cabo de unos pocos días de natación, y hasta la tierra del fondo marino es un masaje placentero para mis pies doloridos. Todos los elementos de la Naturaleza parece que se me ofrecieran en una verbena de colores, de sonidos, de texturas...

Por aquí está haciendo el mismo fresco que hizo el año pasado, una brisa que cesa sólo en ocasiones nos impide tener calor, y por las noches nos tenemos que arropar con una colcha. Increíble para este clima. El sol nos broncea sin quemarnos.

A la hora de comer, noticias de todas clases en televisión: los presos catalanes que se quedan sin merienda, los buques de guerra españoles que se alquilan a los australianos para sus ensayos, los índices del paro que disminuyen como cada verano en una efímera ilusión de prosperidad, los incendios de Valencia, los mineros en Asturias, el triunfo en la Eurocopa... Si antes la prima de riesgo me importaba una higa, estando de vacaciones me importa menos aún.

Lo que sí se ven es muchos turistas venidos de todas partes del mundo: rusos, alemanes, árabes... Quizá con eso de que estamos en crisis, España ha vuelto a ser un destino asequible para los extranjeros, como pasaba antes del euro.

En cuanto a mis hijos, Ana casi no estudia porque sabe que poca solución tienen los resultados académicos de este año, y pasó los dos primeros días de su llegada aquí en estado catatónico, medio adormecida, sin apenas salir de la cama, porque se veía obligada a separarse de su chico y sus amigos. De momento ha sorprendido a la family luciendo en la playa el piercing de su ombligo y sus uñas color turquesa. Pongo aquí una de las fotos que se ha hecho en una de sus sesiones fotográficas.

Miguel Ángel se toma con mucha calma lo de estudiar. El otro día le estuve preguntando un tema de inglés y lo hizo muy bien, siempre ha tenido facilidad para los idiomas. Aún recuerdo que fue él nuestro interlocutor cuando fuimos a Londres, pero una cosa es entender la conversación y otra aprobar la asignatura en el instituto. Lo mejor de todo es que se le nota un cambio abismal en cuanto a su estado de ánimo, mucho más alegre y vital de lo que era habitual en él hasta ahora. Por la noche descansa tranquilo, y se ve que disfruta del momento.

En estas vacaciones ha retomado sus dibujos de bolita, como los llamo yo, que hacía tiempo que no practicaba, y en los que solía aparecer con su hermana, ella muy grande y tratándole muy mal a él, él pequeñito a su lado y muy tierno, huyendo de ella. En los pocos que ha hecho, él ya no aparece, sólo ella, más grande que nunca, desplegando alguno de sus malignos poderes. A petición mía se ha dibujado en uno, pero en esta ocasión aparecen juntos luchando contra el enemigo, y no siendo atacado por ella. Me encanta cómo utiliza los recursos del ordenador para dibujar. Su imaginación es desbordante. En realidad ella nunca ha sido así con él, pero Miguel Ángel tiene un particular sentido del humor, agridulce y tierno.

Mis padres pasan por una fase armoniosa que hacía muchos años que no les veía, y mi hermana y mi cuñado siguen tan estupendos como siempre. Mi tía se coloca cada día con su silla y su mochila azul cielo junto a nosotros para charlar con mi madre de todo lo habido y por haber, envueltos en la brisa marina, y  las amistades de la playa no tienen grandes novedades que contar. Por eso sé que, a pesar de las noticias alarmantes que parecen amenazarnos, el sol sigue saliendo y poniéndose por los mismos sitios de siempre, y en realidad nada cambia salvo nosotros.

Este año disfruto de la afición adquirida el año pasado a la vuelta de las vacaciones, Facebook. He hecho amigos virtuales procedentes de distintas partes del mundo, y con los que me entiendo en un inglés inventado que decía José Mota. Quiero dedicar más adelante un post a uno de ellos, Lubomir, que ha sido mi más grato descubrimiento.

Y mientras, sigo echando un vistazo a eDarling, en busca del amor, de mi rollo romántico de madurez, un poco penosamente la verdad sea dicha, porque la oferta recibida rara vez coincide con mi demanda, pero bueno, nunca se sabe lo que puede llegar, esto es como la lotería, si no juegas entonces sí que no te va a tocar nunca. 

Me cuesta dejarme subyugar por el ambiente de las vacaciones en la playa este año, por un lado porque los dolores de la artrosis no me dejaban vivir hasta que se me han ido quitando poco a poco con la natación, y quizá también porque me falta mi tío Fonchi, al que solía ver en estas fechas. Y sin embargo contemplo el horizonte en la lejanía, la delgada línea que separa el azul del cielo del azul del mar, y siento que todo es posible, pero que soy yo la que no es capaz de llegar volando hasta allí, como hacen esas gaviotas que pasan siempre tan cerca. Hay muchos lastres de los que querría desprenderme. La vida es, como se suele decir, según del color del cristal con que la mires, y para mí siempre es azul... 



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