jueves, 19 de julio de 2012

Un poco de todo (XX)


- Estaba viendo en la televisión esa escena tan plástica y tan bonita de Hijos de un dios menor, en la que el protagonista, un profesor de sordomudos, se sumerge en una piscina intentando comprender lo que es el silencio para las personas que padecen ese problema, y especialmente para la protagonista, de la que se ha enamorado.

Y sin embargo ni siquiera bajo el agua hay ausencia absoluta de sonidos. Esta mañana, mientras hacía el muerto allá en alta mar, me preguntaba a qué profundidad habría que descender para que no hubiera sonido alguno. Mientras flotaba escuchaba  mi propia respiración, la efervescencia de las burbujas que estallaban en mis oídos intentando penetrar en ellos, el eco lejano de las voces de los bañistas en la orilla de la playa. Y si pasa alguna embarcación lejana o algún otro nadador solitario chapoteando, el sonido se transmite igualmente a través del agua.

La verdad es que es una gozada nadar hasta lo más profundo, allí donde comienza la zona oscura, la línea de algas que convierte el agua en una gigantesca poza negra. Unos peces, del tamaño de mi mano extendida, plateados, se me suelen aproximar en número creciente dando vueltas en torno a mí  observándome de reojo. La luz del sol que atraviesa el agua dibuja reflejos negros, blancos y grises en sus cuerpos. La distorsión del líquido elemento los hace parecer más grandes. Algunos nadan a ras del fondo, a muchos metros por debajo de mis pies. Un día hubo uno que se parecía a los demás pero tenía un tono marrón y una osadía que lo hacía diferente, nadaba más deprisa y más cerca que el resto.

Pero lo mejor fue hace poco en que mi hija fue a mi encuentro mientras yo nadaba tan tranquila. No suele hacerlo porque le da mucho respeto ir a las aguas profundas, sobre todo por las especies animales que allí se pueda encontrar. Cuando se cansó se puso a flotar haciendo el muerto y yo hice lo mismo a su lado, cogidas de la mano las dos, tomando el sol. Un momento inolvidable para mí.

- Y en otro orden de cosas, no tan agradables, seguimos angustiados con las medidas que el gobierno está tomando respecto a nuestros medios de subsistencia y respecto a todo. Aumentan las obligaciones y se reducen los derechos. Todo es más caro con la subida del IVA, pero los sueldos bajan y nos quitan la paga extra a los que vivimos de la Administración. Leí en un correo que me mandaron hace poco que esta paga la institucionalizó Franco en 1944, en un tiempo de crisis para España como fue el que siguió a la guerra civil. Ahora tenemos crisis también, aunque sus dimensiones deben ser mucho mayores o la pericia de nuestros gobernantes mucho menor cuando no podemos hacerle frente si no es disminuyendo nuestro poder adquisitivo y nuestra calidad de vida en general. Y como es de todos sabido, aquellos derechos que  se han perdido después de años de esfuerzo para conseguirlos, difícilmente pueden volver a recuperarse.

El hachazo a las pensiones de viudedad me ha llegado al alma. La madre de mi cuñado, que perdió a su marido hace unos meses, cobra una pensión ridícula porque él se vió en la calle con 61 años cuando cerraron la fábrica en la que trabajaba. Con esa edad ya era muy difícil conseguir otro trabajo. Y así, después de llevar cuatro décadas trabajando, ya que empezó con 13 años, como cotizan sólo los últimos años de empleo, ha visto reducida su pensión a límites tercermundistas. Menos mal que ella cobra también una pequeña prestación del SOVI, aunque no me extrañaría que terminaran quitando ésto también.

Y luego hay cosas como la declaración de la renta, que tampoco entenderé nunca cómo funcionan. Yo, cada vez que me cambio de Ministerio, figura como si tuviera dos pagadores, y por este motivo este año he cobrado mil euros menos en la devolución, siendo mis ingresos los mismos de siempre. Es algo que no tiene sentido alguno.

Como dice mi hermana, que vigilen a la empresa privada, con la de dinero negro que hay ahí, con la de ingresos que obtienen que nunca se declaran. Siempre nos toca pringar a los que cumplimos con la Ley, a los que tenemos las cuentas claras. Es como si se premiara al ladrón y se castigara al que intenta ser transparente. Otro sinsentido. 

Comprendo las razones que aduce el Gobierno para llevar a cabo estas medidas, y alabo el hecho de que ellos se hayan bajado el sueldo y quitado la paga extra también, así como el Rey y toda su familia (hecho sin precedentes), pero no deja de escocernos dejar de disfrutar de aquellas cosas que antes teníamos, por pocas que fueran. Ha llegado la hora de ser fuertes, de arrimar el hombro en lugar de hacerse a un lado y criticar. Cuando veo a países en guerra, o como Siria, que están padeciendo sangrientas revueltas, me siento a pesar de todo afortunada: nada es peor que vivir bajo la amenaza de las bombas y los francotiradores. Por lo que si nosotros tenemos miedo viendo tan incierto nuestro futuro, preguntémosles a los que viven en sitios donde hay una confrontación bélica cómo se sienten ellos, si tienen miedo o no y de qué clase. Dios nos coja confesados, a todos...


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