lunes, 1 de julio de 2013

Bajo el agua


Es posible que el cine nos haya dado una visión de la vida distinta a la que tendríamos si no existiera, ha hecho desarrollar nuestra imaginación de tal manera que somos capaces de idear mundos fantásticos en los que podemos adentrarnos sin necesidad de estar soñando. Así me pasó que hace poco estaba en la cama meditando, y de repente lo vi. Vuelvo la cabeza hacia mi mesilla de noche, hacia los espejos del armario de mi habitación, buscando los objetos cotidianos para saber que no estoy soñando, y lo veo.

Una imagen surrealista acude a mi mente y en ella el enorme edificio en el que vivo, el estadio de fútbol y todo lo que hay en mi barrio están sumergidos bajo muchos metros de agua. Como si el mar hubiera aparecido de repente y nos hubiera sepultado bajo toneladas del líquido elemento, me veo saliendo al descansillo de mi casa buceando, algo que no he hecho jamás, pero la realidad virtual es lo que tiene, que te permite hacer lo nunca hubieras pensado. Creo que llevo sólo gafas y tubo, no sé de dónde saco el oxígeno para respirar, pero qué mas da.

A través del hueco de la escalera voy descendiendo por todos los pisos, y veo las puertas abiertas y a los vecinos haciendo su vida subacuática en sus casas, con algunos objetos flotando a su alrededor, mientras se mueven con esa lentitud que caracteriza al que está bajo el agua. Todo está envuelto en una luz tenue que entra por las ventanas y balcones, hay un tono azul mortecino, un poco turbio, que crea una atmósfera de irrealidad, como si estuviéramos en otro mundo.

Al salir del portal una imagen fantasmagórica del estadio, inmenso como es, se ofrece ante mis ojos. Una pátina gris oscuro recubre sus muros, y sólo un pálido reflejo de la luz del sol que se filtra desde la superficie lo ilumina un poco. Miro hacia arriba, hacia esa superficie que se agita un poco. Me parece ver a alguien nadando, o una pequeña embarcación. Soy consciente de que muchos lugares de nuestro planeta debieron estar así antes de que los cambios climáticos las secaran. Enormes desiertos en los que entre la arena han aparecido restos de moluscos y otros animales marinos, hace millones de años estaban cubiertas por un mar.

No es difícil imaginar los parajes en los que habitualmente nos movemos llenos de agua, sumergidos a gran profundidad. Qué aspecto tan distinto debieron tener. En el mar, cuando me he sumergido y he mirado hacia arriba, me ha parecido estar en un mundo aparte, separado sólo por una delgada línea de ese otro mundo, el aéreo. Es impresionante cuando hay oleaje sentir la vibración del golpe, escuchar el sonido amortiguado del estruendo, ver la revolución de blancas burbujas girando a gran velocidad cada vez que una de esas masas de agua descarga todo su potencial  ya próxima a la orilla.

Será por las inundaciones que esta primavera ha traído a varias partes del mundo (impresionantes esas imágenes de varias poblaciones de Alemania medio sumergidas como si de una Venecia teutónica se tratara), será por las historias de tsunamis que nos hemos acostumbrado a oir en los últimos años, o por una exposición que vi al paso no sé dónde hace poco en la que el cartel que la anunciaba decía algo sobre restos prehistóricos antes del Diluvio, o simplemente que ya ha llegado el verano y están próximas las vacaciones, que ya me parece estar oliendo el mar, el caso es que estas ensoñaciones de vigilia tan acuáticas y refrescantes me vienen a la mente para mi regocijo o mi estupor, según se mire.

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