Qué gozada poder ver a un actor como Russell Crowe entrevistado en televisión. La verdad es que parece que sólo un programa de chichinabo como El Hormiguero es capaz de traer de vez en cuando un soplo de aire fresco a esta programación que nos aqueja.
Impresiona verlo fuera de un plató, tal y como es él. Aunque nunca se sabe cómo es en realidad un actor, porque cambian de imagen con mucha frecuencia, camaleónicos como son cuando trabajan, y porque parece que siempre están actuando. Se le ve fornido, por su tendencia a coger peso, sus brazos fuertes y enormes bajo las mangas de la chaqueta, sin corbata, muy informal.
El pelo espeso, fino, fuerte y brillante cortado a capas le quedaba muy bien, y lucía una barba poblada que medio escondía sus facciones, aunque su clara y aguda mirada azul y el cálido atractivo de su sonrisa son inconfundibles.
Me reí mucho con las cosas que contó. El presentador le tiraba de la lengua para que hablara de las muchas anécdotas que le han pasado a lo largo de su carrera. Tiene una forma de describirlo todo, con mucha expresión corporal y facial, que es desternillante, y sin caer en la bufonada. Sabe dónde está la medida justa, tiene mucha clase, y sin embargo es muy natural.
La broma que le gastó a Leonardo di Caprio en el primer rodaje en el que coincidieron debería pasar a los anales. Se agenció un pequeño spray con agua, lo camufló en una manga, y cuando pasaba a su lado hacía como que profería un enorme estornudo y al mismo tiempo apretaba el spray para que creyera que le estaba rociando con sus secreciones nasales. Leonardo, tan educado como es él, no le dijo nada, y así se pasó los 3 meses que duró el rodaje. Siete años después volvieron a coincidir y le volvió a gastar la broma, pero esta vez Leonardo sí se salió de sus casillas.
O cuando hizo Lección de vida vio a un chico que jugaba muy bien al béisbol cerca del set de rodaje, su destreza hizo que se fijara en él. El chaval se acercó a él y le dijo que también quería ser actor, y a Russell le llamó la atención la intensidad con la que hablaba. Al terminar el rodaje preparó dos paquetes, uno para alguien de la película con el que había hecho amistad, y otro para aquel fan, ambos con productos australianos, su lugar de origen, entre ellos una comida típica de allí que dice que “al resto del mundo le sorprende”. Doce años después aquel muchacho es el protagonista de la última película que ha estrenado Russell, El hombre de acero. Al principio del rodaje no le dijo nada, pero él estaba inquieto porque le sonaba mucho su cara y no sabía de qué. Hasta que por fin se lo preguntó y éste le dijo quién era. Enseguida se acordó de él, y tuvieron una conversación muy emotiva.
El presentador le preguntó si seguía consiguiendo tener la forma física necesaria para sus trabajos. Russell comentó que siempre podía estar en forma, e intentar sacar el máximo partido de su cuerpo, pero eso tenía un precio. Cada vez le cuesta más, pero lo acepta tranquilo, como una cosa más de la vida, del paso del tiempo.
Le preguntaron también qué consejos da a sus hijos. Él contestó que ellos tienen una vida muy diferente a la que él tuvo, pues están rodeados de comodidades y van a colegios muy caros, no como él, que viene de una familia modesta. Pero les enseña a no creer que el mundo les debe algo, hay que esforzarse si quieres conseguir lo que deseas. Dice divertido que él es como un jarro de agua fría sobre sus sueños, quiere que sean realistas, que tengan los pies muy asentados en la tierra.
Al inquirirle sobre las cosas a las que había tenido que renunciar por dedicarse a su profesión, él dijo que a casi todo, a la vida de familia, a sus relaciones sociales. “Nunca estás en los cumpleaños, con tu mujer y tus hijos, con los amigos, en los entierros de los tíos…, pero siento que mi lugar está ahí, en el set de rodaje”, afirma convencido. Recuerdo hace unos años que no lo tenía tan claro, y algún incidente tuvo estando en un hotel desde el que no conseguía telefonear a su casa. En esa ocasión, ante la frustración, perdió los nervios y se puso violento. Es duro. “Yo no sabría hacer otra cosa, lo haría gratis incluso si llegara el caso. Para mí no es trabajo, es mi vida”.
Russell adivinó a quién pertenecían las caras que iban apareciendo a partir de la suya, en una transformación hecha por ordenador que incluyen algunas veces en el programa. Pero él respondía en segundos, cuando nadie habría sido capaz de reconocer al personaje en el que se convertían. Tiene una agudeza visual, una inteligencia y una rapidez de reflejos extraordinarias.
Asistió divertido a las diversas intervenciones de los diferentes personajillos que aparecen habitualmente aquí, que a mí la verdad me producen vergüenza ajena, pero él en todo momento fue como siempre, amable, simpático, sociable, educado y tierno, y muy viril. Emana un atractivo y un magnetismo personal enormes, sin proponérselo. Pedazo de hombre donde los haya.
Cuando finalizó el programa y se levantó, dirigió su mirada hacia un lado para que le indicaran por dónde se tenía que marchar. Su gesto fue muy especial, muy dulce, se notaba que había estado a gusto, que disfruta no sólo haciendo películas si no también promocionándolas, algo que para la mayoría de los actores suele ser un suplicio. Comentó que a él en realidad ya le habían pagado hace dos años por hacer el film que ahora estrena.
Recuerdo que cuando invitaron a Mel Gibson al principio parecía desconfiado, y luego le pasó como a Russell, se percató del tierno infantilismo del programa, con sus muñecos hormiga parlantes y demás, y terminó mostrando un gesto relajado y dulce.
Magnífico actor, gran persona, Russell Crowe es uno de los mejores intérpretes que existen actualmente en el panorama cinematográfico, y desde hace años. “Nos has parecido una persona muy interesante”, le dijo el presentador de El Hormiguero a modo de despedida, “y ha sido un placer y un honor tenerte entre nosotros. Esperamos que vuelvas otra vez”.
Eso esperamos, desde luego. Qué sería de nosotros sin él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario