- Ayer hizo un año que falleció mi tío Fonchi. Una de sus hijas puso una foto de él en su muro de Facebook, una imagen suya con el mar de fondo que debieron tomarle no mucho antes de que nos dejara, y que me emocionó mucho. Su recuerdo en mi memoria va inextricablemente unido al mar. Otro de sus hijos comentó que se casaba con su actual pareja, y le dedicaba unas palabras a su padre, esperando sin duda tener su aprobación. Mi primo ha querido que una fecha como esta no sea algo luctuoso. Ahora cada vez que sea 15 de junio no será sólo el día en que su padre, mi tío, abandonó este mundo, sino también la del aniversario de una boda.
La verdad es que parece como si él siguiera aún entre nosotros, como si en realidad no se hubiera marchado.
- Es tremenda e increíble la situación que están viviendo en Grecia. El colmo es el hecho de que la televisión haya tenido que dejar de emitir y haya cerrado. Siempre he creído que cuando esto ocurre es que se ha llegado al límite, que hay un estado de emergencia, o de sitio. Cuando los medios de comunicación desaparecen es que una sociedad, un país entero, ha colapsado.
Los periodistas han ocupado las instalaciones, y nos han llegado escenas de gran tensión y dramatismo. Aquí en España hay miles de despidos en los periódicos cada año. Parece que nos estamos acercando peligrosamente al status de desolación y precariedad que sufren los griegos. Da miedo.
- Qué interesantes son las teorías sobre la posibilidad de alterar el cerebro, ya sea con terapias, entrenamientos o técnicas médicas. La intervención en ciertas partes de la masa encefálica con operaciones, electroshock o cualquier otro métdo puede llegar a alterar los gustos, hábitos y hasta la manera de pensar de los pacientes. Y las alteraciones provocadas por accidentes.
En Todos los días de mi vida, enésima película basada en una de las novelas románticas de Nicolas Sparks, se trata este tema desde el punto de vista del amor: una mujer que tras un accidente ha olvidado todo lo que le ha sucedido después de abandonar la casa de sus padres, debido a un conflicto que tuvo con ellos, que tampoco recuerda. Se obliga entonces a vivir con el hombre que es su marido, en un intento por retomar su vida normal, y que para ella es un completo desconocido. Se descubre a sí misma como una desconocida también en la mujer en la que se había convertido: vegetariana, escultora, con un tatuaje en la espalda.
Cómo es posible que un accidente provoque un cambio de personalidad tan drástico, además de la pérdida de la memoria. Basada en una historia real, ella vuelve a enamorarse de su marido, que salvo algún momento de lógica desesperación, ha sabido pacientemente esperarla: antes que pensar en sí mismo, lo importante es que ella se recupere. Sólo quiere que sea feliz, con o sin él.
Me horroriza pensar que un accidente puede cambiarte hasta el punto de hacerte ser otra persona. Nosotros, que creemos que nuestra idiosincrasia es inamovible, construida durante años de experiencias y una carga genética concreta, podemos ver de la noche a la mañana cómo nuestro mundo muta en otro completamente distinto. Somos muñecos en manos del azar, que en un abrir y cerrar de ojos podemos ver alteradas nuestras vidas sin proponérnoslo. Nada es para siempre, ni siquiera nuestro propio yo.
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