jueves, 30 de julio de 2015

En la playa


Antesdeayer tuvimos a mi tía Carmen durmiendo con nosotros, en el piso donde pasamos las vacaciones, porque se había estropeado la cerradura de su puerta, en los apartamentos cercanos donde está ella, y al volver yo de un paseo me la encontré charlando con mi madre en la terraza. Qué agradable sorpresa. Compartimos con ella una sesión de cine nocturna, pues pusieron La proposición en televisión. Es raro que nos reunamos todos en torno a la tele, pero la ocasión era propicia. Me recordó a los tiempos en que compartimos techo allá en mi niñez, cuando veraneábamos en Torrevieja.

Hoy se nos acaban las vacaciones y ayer, para ser el penúltimo día, el mar no ha estado precisamente limpio. Muchos días han sido los que ha aparecido con suciedad: bolsas de plástico, papeles, algas, tiritas y otros desperdicios. Hasta el día 9 el agua estaba limpia y transparente. Hubo un día en que la barcaza de limpieza no paró de pasar, y le costó horas dejar el mar sin basura. Hoy lo que más había era una masa aceitosa que se desplazaba por efecto de las corrientes y que es una de las cosas que más asco me da en una playa. Alguien nos dijo que son vertidos que provienen de Sierra Helada, unas montañas cercanas. Es un problema que nos afecta desde hace años y no sé por qué no ha sido denunciado y se han tomado cartas en el asunto.

Aunque la playa de Poniente de Benidorm es mucho mejor que la de Levante, que es la que aparece siempre en televisión, sin embargo le faltan muchas cosas para ser ideal. No tiene duchas, los aseos y la casa de socorro están sólo en la zona de los hoteles, y no hay terrazas como en la playa de Alicante, tipo lounge bar, estilosas, nada de chiringuitos. Tampoco tiene wifi, algo que ya es factible desde el año pasado. Esta playa, aunque llevo casi toda la vida en ella, y antes nunca reparé en sus deficiencias, sigue teniendo muchos atractivos para mí.

Me gustó la de Santa Eulalia en Ibiza, con su limpieza extrema y la temperatura perfecta del agua, y otra que no recuerdo el nombre, también de la isla, con sus terrazas, y sus duchas y aseos cubiertos con techos, paredes y suelos de madera oscura. No hay nada que más me guste que sentir la madera bajo mis pies descalzos. Y las playas de Formentera, que son medio salvajes. Me encanta ese aire agreste, sin edificios, sin contaminación de ninguna clase.  

Hoy hemos visto una medusa, seguramente porque el agua está más caliente y ya se prepara para agosto. Pasó a mi lado con el tiempo justo para retirarme y que no me picara. Era del tamaño de mi mano, blanquecina y con el borde inferior malva oscuro. Flotaba dejando una parte del cuerpo fuera del agua, inflada.

Hace unos días, curioseando en internet sobre la fauna acuática de esta zona, vi una noticia que tuvo lugar en agosto del año pasado en la que daban cuenta de un suceso acaecido precisamente en esta playa, cuando una mujer fue atacada por una especie “no identificada”, mientras se bañaba con su familia a 8 metros de la orilla. Sufrió desgarros importantes en una pierna. Dijo haber visto a un animal con aleta. Cierto que hay pequeños tiburones en la isla de Benidorm, pero nunca se habían acercado a la playa. En el artículo se menciona la anjova, una especie carnívora bastante voraz que mide un metro y pesa 6 kilos y que también ha atacado a gente en Salou. Recomiendan no nadar solo en aguas profundas, justo lo que hago yo siempre, aunque después de esto ya se me han quitado las ganas. Menos mal que me he enterado casi al final porque habría dejado de hacer toda la natación que necesito. El caso es que cuando me encuentro en alta mar siempre tengo la impresión de que algo parecido a un tiburón puede aparecer y atacarme, pero eso es el maldito Spielberg y su película que creó esa psicosis en la gente.

Es la playa lo que más echaremos de menos cuando regresemos a Madrid, a pesar de la posible amenaza de diversas especies acuáticas. No sé si sabrán apreciar lo que tienen los que viven en la costa. 


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