miércoles, 11 de abril de 2007

La pasión de Cristo


Ahora que ha terminado la Semana Santa, de todas las películas que han puesto en televisión, la única que he tenido interés en ver es "La pasión de Cristo".

Es sin duda una de los largometrajes más impactantes que se han hecho sobre la vida y muerte de Jesús. Lejos del catastrofismo habitual, lejos del afán de escandalizar con nuevas y atrevidas versiones sobre el mismo tema, en esta película se refleja exclusivamente el calvario al que fue sometido, desde el momento de la oración y el sufrimiento interior en el Monte de los Olivos hasta su Resurrección.

Padre, aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.

El actor que lleva el peso de la figura protagonista, y que yo desconocía hasta entonces, interpreta su papel con la dosis justa y contenida de dolor, sin estridencias, humildemente.

Al estar rodada en versión original se puede apreciar la calidad de las voces de todos los actores, magníficos en la declamación. El hecho de que hablen en las lenguas que se utilizaban en aquella región y en esa época, arameo y latín, le da aún si cabe mayor realismo.

Es interesante cómo Mel Gibson, el director, nos ha narrado todo el proceso desde la mirada de la Virgen. A través de sus ojos apenados, angustiados, contempla impotente el martirio, mientras afloran a su memoria episodios de la vida del Hijo cuando era niño: así al caer Jesús cuando acarrea su Cruz, ella recuerda otra caída suya siendo pequeño, y cómo corre a socorrerle, asustada por si se había hecho daño. Debe ser muy duro para una mujer saber el final tan cruel que el destino le tiene deparado a un hijo desde el mismo día de su nacimiento.

"El Espíritu Santo vendrá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra". "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".

Y la visión de la Virgen arrodillada con la cabeza pegada al suelo por encima de las mazmorras en las que sabe que está su Hijo encadenado, esperando, y Él mira hacia arriba porque siente la presencia cercana de su Madre allí al lado. Mel Gibson nos hace sentir, de una forma distinta a todas las anteriores versiones sobre la vida de Jesús, la unión de ambos incluso en esos momentos tan difíciles.

Se pueden ver otras imágenes que vienen a la memoria de la Virgen, como cuando estaban en su casa y Jesús le hacía bromas, lo que sucede en la convivencia y la vida cotidiana de cualquier familia.

Algunos hechos que aparecen reflejados en la película supongo que no son licencia del guionista sino que están documentados según las costumbres de la época, detalles que yo desconocía y que sin duda contribuyen a darle mayor realismo a la historia: el tipo de látigos distintos que se emplearon en la flagelación, las muchas veces que cayó Jesús al suelo durante el Vía Crucis (no sólo tres veces como se ha conocido tradicionalmente), o el hecho de poner boca abajo la Cruz una vez clavado Jesús para martillear las puntas de los clavos que sobresalen por detrás y así afianzarlos doblándolos.
Elí, elí. Lama sabactani

Las imágenes más oníricas son una vía de escape para la imaginación y también una inquietante visión del drama: el demonio tentando a Jesús en el Monte de los Olivos para que desista de su sacrificio y luego apareciéndose a la Virgen durante el Vía Crucis, los niños monstruosos que persiguen y atormentan a Judas después de su delación, el cuervo que se posa sobre la cruz del condenado que no se arrepiente y le picotea los ojos .....

Me conmovió mucho el llanto del apóstol Pedro cuando negó tres veces a Jesús, acobardado ante el espectáculo terrible de su sufrimiento. Fue como ver a un hombre convertido en un niño desamparado, dolido por un lado al ver al Maestro solo y maltratado, asustado por otro lado al imaginar que eso le pudiera pasar a él.

Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y ni el poder del infierno prevalecerá contra ella.

Y también el hombre que fue obligado a ayudar a Jesús a cargar con su Cruz, remiso al principio, conmovido después, y que llegó a enfrentarse a los verdugos que le martirizaban para defenderlo.

La imagen de la Virgen, ya casi al final de la película, con si Hijo muerto en brazos, sin lágrimas ya, mirando a la cámara que se va alejando, mirándonos a nosotros, a través de los siglos, con una mezcla de estupor y locura. La injusticia del mundo, que aún continúa, la inmensa locura que envuelve al ser humano.

La visión de Jesús en su Resurrección, con el agujero abierto y limpio de las llagas de sus manos, sereno, levantándose sin el sudario en el interior del sepulcro abierto a la luz de un nuevo día para salir al mundo y dar a conocer la vida que hay más allá de la muerte, es inesperada e impresionante. Esperanza.

Yo soy el camino, la verdad y la vida. El que cree en mí vivirá para siempre.

Y ahora, querido lector, que estoy a solas contigo, quiero decirte que si Él llevó su Cruz, no sé por qué yo no he podido llevar la mía, por qué somos tantos los que no podemos llevar nuestra cruz. Será porque hay que ser muy especial para llegar a eso. Como lo era Él.

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