viernes, 12 de diciembre de 2014

David Guetta en El hormiguero


Fue una gozada ver el otro día a David Guetta en El hormiguero. El año pasado, cuando también fue invitado, me pareció distinto. Estaba muy contento, llevaba el pelo en una media melena y nos hizo una demostración de sus cualidades como DJ con una mezcladora de sonidos, lo último en el mercado en ese momento, que al final le regalaron y con la que disfrutó y alucinó, él y nosotros.

En esta ocasión lucía su sempiterna sonrisa de chico bueno, aunque su melena rubia había crecido considerablemente y a su habitual simpatía se había añadido ahora una cierta zozobra, pues perdí la cuenta de las veces que repitió que se había divorciado recientemente. Yo le comprendí, porque cuando pasas por ese trance transcurre mucho tiempo hasta que consigues tener una conversación normal, y no una en la que aparezca el hecho constantemente, como si fueras un náufrago y buscaras desesperadamente una tabla de salvación que alguno de los que te escuchan pueda ofrecerte, algún tipo de paliativo para esa clase de dolor. Me temo que la decisión que ha cambiado su vida no la tomó él.

Como siempre David Guetta se divirtió a pesar de todo, y mencionó lo bien que se lo había pasado la anterior ocasión en la que visitó el programa, el grato recuerdo que le había dejado, lo que justificaba el esfuerzo que estaba haciendo para hablar todo el rato en español, aunque en realidad lleva décadas viviendo en Ibiza la mitad del año y no debería suponerle tanto trabajo.

Le hicieron montar en una especie de car para niños, porque para el presentador, que es diminuto, era el tamaño adecuado, pero para él que tiene las piernas tan largas era casi cómico. Sin embargo apretó el acelerador, chocó en ocasiones con algunos neumáticos que amortiguaban los derrapes, y tomó las curvas a velocidad de vértigo como si hubiera estado toda la vida pilotando semejantes artilugios. Le gusta correr.

Todo lo que dice este hombre es agradable y transmite bondad y buen humor. Vive para su música, y cuando el presentador le preguntó si tenía alguna otra vocación, si le hubiera gustado ejercer alguna otra profesión, él dijo que no sabía hacer otra cosa, porque ya en la adolescencia, con 13 años, montó la 1ª fiesta en el garaje de su casa y le pagaron una minucia que a él se le antojó una fortuna. Quién le iba a decir las millonadas que se llegarían a pagar por una entrada en uno de sus espectáculos. Desde aquella 1ª experiencia ya no paró. Cogiendo su último CD y enseñándoselo al público dijo que si nadie lo compraba ya no sabría qué hacer, se quedaría en la calle.

También le preguntó el presentador, con su habitual curiosidad morbosa, cómo se ligaba, ahora que él estaba libre. Se lo imaginan probablemente en las discotecas, ese lugar de contubernio, como el rey de la Creación, pinchando música y con todas las mujeres locas por él.  Y seguramente será así, pero es un hombre tan sencillo y se le ve tan aturdido con lo que le ha pasado que aún no le veo con fuerzas para complicarse la vida otra vez. Afirmó no saber cómo se liga en realidad, porque él inició su relación con la que hasta hace poco era su esposa en la adolescencia, y ya no estuvo nunca con ninguna otra mujer. En ese sentido me pareció como un muchacho, inexperto, repentinamente abandonado y solo a pesar de las multitudes que suelen rodearlo.

Su ahora ex es una mulata exuberante que ha sido la responsable del éxito de su marido, al que promocionaba y para el que ideaba proyectos. Por eso se va a llevar la mitad de su fortuna, o puede que más. A lo mejor David Guetta está consternado no sólo por el cambio de situación sentimental sino también porque le van a dejar sin blanca, o casi.

Lo que no se puede obviar es su innegable talento para los sonidos, esa forma de combinar ritmos, voces, y en este último trabajo hasta una orquesta sinfónica, en su afán de crear, de experimentar. Se atreve con todo y tiene un sentido de la musicalidad como he visto en pocos. David Guetta me ha parecido siempre un hombre especial, una rareza, tanto por sus cualidades profesionales como por las personales, su modestia, su bondad, su educación, su naturalidad, en un mundo como este propenso al artificio, al fingimiento y a la vanidad. Para mí es como un dios del Olimpo, rubio, sin mácula, en medio de la vorágine festiva y bacanal de las noches de Ibiza, de cualquier noche de discoteca en el lugar que le toque estar. Me fascina su capacidad de disfrute y de hacer disfrutar a los demás.

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