lunes, 22 de diciembre de 2014

El Langui

 
El Langui, qué agradable es, qué buena persona. Entrevistado por Risto en su programa, habló como lo hace siempre, sin dobleces, sin reparos, sin complejos. Yo supe de él hace tiempo cuando mi hijo me enseñó uno de sus videos, hecho con su amigo rapero en el huerto de su casa. La melodía pegadiza, las letras no exentas de humor, un poco infantiles agridulces, y la curiosa forma de presentarlo todo en las imágenes, me llamaron la atención. Ahora está en todas partes, incluso de actor en una serie. Lo vi este verano, cuando fui con mi hijo y una amiga a la playa, en la estación de tren de Alicante. Iba a coger un AVE que salía un poco antes que el nuestro para Madrid. Es igual que como aparece en televisión, con todo el mundo hablaba, simpático, llano, a pesar de las miradas, a las que debe estar acostumbrado desde la infancia.
Una persona con minusvalía, con parálisis cerebral, que no tiene reparo en caerse al suelo y volverse a levantar, aunque sea con mucha dificultad, es ya digno de admiración. Las barreras están en nuestra mente, no en nuestros impedimentos físicos. En la estación uno de los auxiliares contratados para ayudar a los que lo necesitan, lo llevaba en una silla de ruedas corriendo a toda pastilla por el andén porque su tren estaba a punto de salir. Es una persona que viaja, que tiene esposa y dos hijos, que hace una vida normal a pesar de sus limitaciones.
Contó en Viajando con Chester que de niño sus padres no lo recogían cuando se caía, le animaban a valerse por sí mismo, porque cuando ellos ya no estuvieran de nada le serviría la compasión ajena, el estar supeditado al auxilio que los demás quieran prestarte o no. Los vecinos los criticaban, pero esta dura lección le ha servido para ser hoy quien es. Me hace recordar a una chiquilla en la playa, hace muchos años, con el mismo problema, que se sentaba en el borde de la acera y levantaba sus piernas con ayuda de sus manos para poder salir, pues en aquella época no existían escaleras ni rampas. Su padre a su lado la miraba atento e inflexible, apremiándola con cierta dureza. Recuerdo que aquella escena me horrorizaba, pero como dijo mi hijo, a propósito del Langui, que tanto le gusta, tiene que ser así.
Por cierto, qué guapo era de niño y de jovencito, y cuánto ha parecido divertirse siempre con sus amigos, que son como hermanos, y en el escenario. Dice que se empezaron a fijar en ellos porque saludaban en cuanto llegaban, no como el resto de los grupos, y porque sus letras no eran demoledoras y llenas de palabrotas. A parte de que no sea corriente ver a alguien con su problema subiéndose al escenario, lleno de peldaños empinados, y dando la cara como el que más. Cuántas veces ha perdido el equilibrio en mitad de una canción y se ha caído al suelo, pero mientras lo ayudaban a levantarse los compañeros él nunca perdió la sonrisa, y lo tomaba como una broma, como algo que forma parte de él y es ya algo natural.
El Langui, que se repetía a sí mismo desde la adolescencia que él llegaría a donde se propusiera y que todo el mundo lo conocería, y entonces se reiría de todos aquellos que lo compadecían, es ahora un hombre feliz. Un papel y un lápiz, fue todo lo que cogió cuando se dio cuenta de que no podría ser futbolista ni bombero, y se dejó llevar. Hasta los amigos, que le llamaban para salir, se tenían que ir sin él, porque ya se estaba gestando La Excepción. 



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