viernes, 4 de diciembre de 2015

Blanca Portillo entrevistada por Iñaki Gabilondo


-                   -  Gabilondo: Blanca, muy intensa.

-                   -  Blanca: Sí, sí, estoy de acuerdo (con una sonrisa), demasiado a veces.

La 8ª de 8 hermanos, nacida en el mes de en medio del año y en medio de ese mes, sus padres estaban separados y vivían con la abuela paterna. La casa era modesta y la ausencia de juguetes y afectos concretos hizo que ella y sus hermanos formaran una piña y se refugiaran en la fantasía. Ahora, en la edad adulta, le queda la sensación de que todo puede ser una aventura, de que todo te sorprende,"y por eso vives la vida de una manera más intensa que otras personas".

Blanca dice acercarse a cada nuevo personaje con respeto, porque no sabe si va a poder ponerle cuerpo y voz a la manera como ella entiende que puede hacerlo, con su propio sistema emocional, y siempre consigue aprender cosas de ella misma que no sabía que estaban en su interior. Dice que le encanta que la gente pague dinero por ver un personaje que sabe perfectamente que es ficción: si tú sales al escenario ellos también. A veces le han preguntado si no se aburre de repetir siempre la misma función, pero Blanca afirma que nunca es la misma, porque el público siempre es distinto, "porque yo no soy siempre la misma, ni los compañeros, el aquí y ahora da mucho vértigo porque no sabes qué va a pasar”.

Su profesión la cautivó desde el primer momento, se quedó enamorada de ella, la llenó por completo. Pero la vida abarca muchas posibilidades, y le hubiera encantado poder ser también otras cosas como periodista, cantante, bailarina, concertista de piano, embajadora de buenas causas.

Gabilondo le señala que, a pesar del escepticismo general que se ha apoderado de todo, ella sigue con el mismo fuego en los ojos, con el mismo entusiasmo (“si fuera una escéptica no podría hacer bien mi trabajo, necesito creer en actos de fe”), y además la gama de personajes que interpreta es inmensa, no existe el encasillamiento en ella. Blanca lo que quiere es sorprender. “Da igual que el autor de la obra esté vivo o muerto, lo que quieres es que el personaje sea valioso para el espectador”.

Grandes directores con los que ha trabajado le han enseñado el respeto por la palabra sobre el escenario, y que el teatro no es como un documental, sino que es otra realidad que tiene sus propios códigos de conducta. Ella misma se ha dedicado a la dirección y ha abordado teatro clásico dentro y fuera de España, llegando a interpretar 3 personajes diferentes en una misma obra con texto en verso, que no admite improvisación. También le gusta crear escenografías.

Preguntada por Pedro Almodóvar, con quien trabajó en Volver, ella percibe en el director una fuerza inmensa, un pozo sin fondo del que nunca terminas de ver el final, “una voluntad, una ternura, unos miedos, unas energías, una creatividad, una capacidad de soñar, de inventar, una firmeza, una chispa, una inteligencia casi de crío tan viva. Hay muchas cosas detrás, hay dolor”. Para ella lo mejor de la película fue haberle conocido a él.

Blanca se acercó al Tenorio para darle una lectura diferente, lejos de los clichés habituales, porque cree que la gente no le ha dado una lectura en profundidad. “Yo me acerco a Tenorio porque es un personaje que detesto, porque me parece un hombre abominable, porque me parece que no puede servir de ejemplo en nada, y porque estoy harta de que todavía haya gente que dice:”¡Ay!, es que es un D. Juan” , como si fuese algo bueno. Yo lo que he intentado es escarbar y quitar esas cosas casposas y meterme dentro del ser humano”.

En otra obra en la que ha encarnado a María, la madre de Jesús, ella también da otro punto de vista, como en el resto de las obras que interpreta, algo que sabe que descoloca a la gente porque ya tiene sus propios clichés hechos. Pretende alejar el enfoque meramente sagrado para mostrar a una mujer profundamente humana que vive atormentada por haber asistido impotente al martirio del hijo, sin comprender nada de lo que está pasando, y sentir la culpa de que no ha hecho nada para salvarlo de la Cruz. Mucha gente creyente ha salido muy conmovida de la obra. Blanca cree que cualquier madre puede elevarse a la categoría de sagrada, mujeres que reconocen sus errores, que intentan ser las mejores personas del mundo, que quieren dar lo mejor de sí mismas, “viviendo con culpa, sin echar balones fuera, y de sufrir, un dolor infinito, eso es tan elevado como ser la Madre de Dios”.

Respecto a su interpretación de Segismundo, que ha sido el que más honda huella le ha dejado, Blanca cree que no existe gente buena o mala, sino gente que ha elegido vivir en el lado oscuro y gente que prefiere estar en el lado luminoso. “Hay quien prefiere destruir y otros construir”. Admira de Segismundo el profundo respeto que siente hacia los demás. “Es capaz de anteponer sus propios intereses a los de los demás: eso es amor. Lo demás es mentira, es Literatura”.

Hamlet le permitió entrar en contacto con la realidad de su padre, con el que Blanca apenas pudo tratar porque murió cuando ella tenía 18 años, y al no haber convivido con él por estar sus padres separados. Ella sentía que cuando el padre de Hamlet se aparecía en escena era como si ella se reencontrara con el suyo propio, hablaba con él "y eso me vino muy bien".

Habla también de su madre, que dice ser su principal fan. Es un gusto contar con alguien como ella que jamás ha opuesto objeciones a nada de lo que ha decidido hacer.

Blanca se confiesa soltera acérrima y sin ningún instinto maternal. Enamorarse sí, pero nunca convivir con alguien bajo el mismo techo. Necesita su parcela de soledad en la que no tolera ni siquiera a alguien en la habitación de al lado. ”La soledad para mí es un placer, y una necesidad”. Le queda la necesidad de su burbuja, después de haber convivido con tantos hermanos. Tiene amigos de cuya opinión se fía, pero a ella le gusta tomar por sí misma todas sus decisiones, nadie sabe lo que pasa por su cabeza jamás. “Y de repente me voy 4 días al mejor hotel de la ciudad a que me mimen. Llegas y todo está perfecto, vuelves y todo sigue perfecto. No es tu ámbito habitual, con lo cual duermo mucho mejor”.

Gabilondo, para despedirla, hace una alegoría al decirle a Blanca que espera con impaciencia volver a verla subida al escenario abriendo esa boca grande y oscura descargando tormentas eléctricas y recibiéndolas del público. Y es que la actriz, un monstruo de la transformación en escena, irreconocible en la piel de seres a veces realmente tremendos que a nadie deja indiferente.
 
Pero lejos de sus personajes durante esta entrevista he visto al ser humano, lo que realmente me fascina, su bondad, su inteligencia, su ternura, su fuerza, su pícaro sentido del humor, su feminidad sin apenas adornos, su particular forma de ver las cosas que cautiva. Blanca es sin duda el nombre que mejor le podían haber puesto, porque así es su alma. Natural, llena de vida y de energía, transmite una paz y un magnetismo como pocas personas he visto. Y esa afición suya por el descanso en soledad en un hotel durante unos días es algo que he hecho yo algún verano por las mismas razones que ella, me pareció una casualidad increíble con ella cuando lo dijo. Hay algo en Blanca con lo que no puedo dejar de sentirme tan identificada, como si fuera un alma gemela, como una hermana.



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