- - Gabilondo: Blanca, muy intensa.
- - Blanca: Sí, sí, estoy de acuerdo (con una sonrisa),
demasiado a veces.
La 8ª de 8 hermanos, nacida en el mes de en medio del año y en medio de ese mes, sus
padres estaban separados y vivían con la abuela paterna. La casa era modesta y
la ausencia de juguetes y afectos concretos hizo que ella y sus hermanos
formaran una piña y se refugiaran en la fantasía. Ahora, en la edad adulta, le
queda la sensación de que todo puede ser una aventura, de que todo te
sorprende,"y por eso vives la vida de una manera más intensa que otras
personas".
Blanca dice
acercarse a cada nuevo personaje con respeto, porque no sabe si va a poder
ponerle cuerpo y voz a la manera como ella entiende que puede hacerlo, con su
propio sistema emocional, y siempre consigue aprender cosas de ella misma que
no sabía que estaban en su interior. Dice que le encanta que la gente pague
dinero por ver un personaje que sabe perfectamente que es ficción: si tú sales
al escenario ellos también. A veces le han preguntado si no se aburre de
repetir siempre la misma función, pero Blanca afirma que nunca es la misma,
porque el público siempre es distinto, "porque yo no soy siempre la misma, ni
los compañeros, el aquí y ahora da mucho vértigo porque no sabes qué va a
pasar”.
Su profesión
la cautivó desde el primer momento, se quedó enamorada de ella, la llenó por
completo. Pero la vida abarca muchas posibilidades, y le hubiera encantado
poder ser también otras cosas como periodista, cantante, bailarina,
concertista de piano, embajadora de buenas causas.
Gabilondo le
señala que, a pesar del escepticismo general que se ha apoderado de todo, ella
sigue con el mismo fuego en los ojos, con el mismo entusiasmo (“si fuera una
escéptica no podría hacer bien mi trabajo, necesito creer en actos de fe”), y
además la gama de personajes que interpreta es inmensa, no existe el
encasillamiento en ella. Blanca lo que quiere es sorprender. “Da igual que el
autor de la obra esté vivo o muerto, lo que quieres es que el personaje sea
valioso para el espectador”.
Grandes
directores con los que ha trabajado le han enseñado el respeto por la palabra
sobre el escenario, y que el teatro no es como un documental, sino que es otra
realidad que tiene sus propios códigos de conducta. Ella misma se ha dedicado a
la dirección y ha abordado teatro clásico dentro y fuera de España, llegando a
interpretar 3 personajes diferentes en una misma obra con texto en verso, que
no admite improvisación. También le gusta crear escenografías.
Preguntada por
Pedro Almodóvar, con quien trabajó en Volver, ella percibe en el director una
fuerza inmensa, un pozo sin fondo del que nunca terminas de ver el final, “una
voluntad, una ternura, unos miedos, unas energías, una creatividad, una
capacidad de soñar, de inventar, una firmeza, una chispa, una inteligencia casi
de crío tan viva. Hay muchas cosas detrás, hay dolor”. Para ella lo mejor de la
película fue haberle conocido a él.
Blanca se
acercó al Tenorio para darle una lectura diferente, lejos de los clichés
habituales, porque cree que la gente no le ha dado una lectura en profundidad.
“Yo me acerco a Tenorio porque es un personaje que detesto, porque me parece un
hombre abominable, porque me parece que no puede servir de ejemplo en nada, y
porque estoy harta de que todavía haya gente que dice:”¡Ay!, es que es un D.
Juan” , como si fuese algo bueno. Yo lo que he intentado es escarbar y quitar
esas cosas casposas y meterme dentro del ser humano”.
En otra obra
en la que ha encarnado a María, la madre de Jesús, ella también da otro
punto de vista, como en el resto de las obras que interpreta, algo que sabe que descoloca a la gente porque ya tiene sus propios clichés hechos. Pretende alejar el enfoque meramente sagrado para mostrar a una mujer
profundamente humana que vive atormentada por haber asistido impotente al
martirio del hijo, sin comprender nada de lo que está pasando, y sentir la culpa de que no ha hecho nada para salvarlo de la
Cruz. Mucha gente creyente ha salido muy conmovida de la obra. Blanca cree que
cualquier madre puede elevarse a la categoría de sagrada, mujeres que reconocen
sus errores, que intentan ser las mejores personas del mundo, que quieren dar
lo mejor de sí mismas, “viviendo con culpa, sin echar balones fuera, y de
sufrir, un dolor infinito, eso es tan elevado como ser la Madre de Dios”.
Respecto a su
interpretación de Segismundo, que ha sido el que más honda huella le ha dejado,
Blanca cree que no existe gente buena o mala, sino gente que ha elegido vivir
en el lado oscuro y gente que prefiere estar en el lado luminoso. “Hay quien
prefiere destruir y otros construir”. Admira de Segismundo el profundo respeto
que siente hacia los demás. “Es capaz de anteponer sus propios intereses a los
de los demás: eso es amor. Lo demás es mentira, es Literatura”.
Hamlet le
permitió entrar en contacto con la realidad de su padre, con el que Blanca
apenas pudo tratar porque murió cuando ella tenía 18 años, y al no haber
convivido con él por estar sus padres separados. Ella sentía que cuando el
padre de Hamlet se aparecía en escena era como si ella se reencontrara con el
suyo propio, hablaba con él "y eso me vino muy bien".
Habla también
de su madre, que dice ser su principal fan. Es un gusto contar con alguien como
ella que jamás ha opuesto objeciones a nada de lo que ha decidido hacer.
Blanca se
confiesa soltera acérrima y sin ningún instinto maternal. Enamorarse sí, pero
nunca convivir con alguien bajo el mismo techo. Necesita su parcela de soledad
en la que no tolera ni siquiera a alguien en la habitación de al lado. ”La
soledad para mí es un placer, y una necesidad”. Le queda la necesidad de su burbuja, después de haber convivido con tantos hermanos. Tiene amigos de cuya opinión se
fía, pero a ella le gusta tomar por sí misma todas sus decisiones, nadie sabe
lo que pasa por su cabeza jamás. “Y de repente me voy 4 días al mejor hotel de
la ciudad a que me mimen. Llegas y todo está perfecto, vuelves y todo sigue
perfecto. No es tu ámbito habitual, con lo cual duermo mucho mejor”.
Gabilondo, para despedirla, hace
una alegoría al decirle a Blanca que espera con impaciencia volver a verla
subida al escenario abriendo esa boca grande y oscura descargando tormentas eléctricas y recibiéndolas del público. Y
es que la actriz, un monstruo
de la transformación en escena, irreconocible en la piel de seres a veces
realmente tremendos que a nadie deja indiferente.
Pero lejos de sus personajes durante esta entrevista he visto al ser humano, lo que realmente me fascina,
su bondad, su inteligencia, su ternura, su fuerza, su pícaro sentido del humor, su feminidad sin apenas adornos, su particular forma de ver
las cosas que cautiva. Blanca es sin duda el nombre que mejor le podían haber
puesto, porque así es su alma. Natural, llena de vida y de energía, transmite
una paz y un magnetismo como pocas personas he visto. Y esa afición suya por el
descanso en soledad en un hotel durante unos días es algo que he hecho yo algún
verano por las mismas razones que ella, me pareció una casualidad increíble con
ella cuando lo dijo. Hay algo en Blanca con lo que no puedo dejar de sentirme tan
identificada, como si fuera un alma gemela, como una hermana.
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