martes, 19 de junio de 2007

Paris Hilton


Había hecho el propósito, cuando decidí escribir sobre ella, de defenestrarla. Pero creo que no va a ser del todo así.



Paris Hilton, que tiene nombre de ciudad glamourosa y apellido de hotel, representa con ese gentilicio un mundo que a la mayoría nos resulta lejano, distinto y casi como de fantasía.



Una chica que desde niña está acostumbrada a pisar suelos de mármol, a comer con cubiertos de plata, a tener grifos de oro en los cuartos de baño, a dormir entre sábanas de seda, parece sacada de un cuento de hadas.



Por eso choca comprobar que, tras esa nube de encanto y de lujo que parece rodearla, se esconda al final una caricatura de mujer, una muñeca de plástico semi anoréxica que parece ser el modelo a seguir por muchas chicas de hoy en día. Es evidente que la elegancia y la distinción no vienen dadas por el hecho de tener dinero, sino por la educación que te dan y la actitud ante la vida, y Paris Hilton ha hecho gala en muchas ocasiones de mal gusto y de horterez.



Paris no es sino el reflejo de esta sociedad que nos ha tocado vivir, estresada, artificial, carente de valores, sólo que ella ha pretendido atraer sobre sí todos los vicios que nos acechan, y exponerlos a la luz pública sin pudor: alcohol, drogas, sexo exacerbado, silicona ....



Quizá se trate de una niña sin hogar, pues según se cuenta nunca ha vivido en una casa al uso sino que se ha criado junto con sus hermanos en las habitaciones de uno de los hoteles que su famoso abuelo creó y con los que hizo la fortuna familiar.



Pero independientemente del lugar donde creciera, habría que saber qué clase de atención recibió. Se supone que la gente adinerada no se ocupa personalmente del cuidado de sus hijos, sino que los dejan en manos de un ejército de personas contratadas al efecto.



Y ahí está la raíz de todos los males: Paris necesita llamar la atención para que alguien la haga caso, y no se le ocurre otra cosa a esa cabecita bonita y descerebrada que hacerlo sacando a relucir lo peor que podemos llevar dentro de nosotros mismos.



¿Está Paris enfadada con el mundo?. ¿Han sido demasiados brillantes los recibidos y poco el amor fraterno?. ¿Qué tiene, pues, más valor al fin y al cabo?. ¿Con qué es con lo que no podemos vivir, qué es aquello de lo que no podemos prescindir?.



¿Habría sido Paris más feliz habiendo nacido en una cabaña perdida entre montañas con un padre leñador y una madre dedicada exclusivamente a cuidar de su casa y su familia, unos padres modestos, buenos y cariñosos?.



Pobre Paris, ahora tendría callos en las manos en lugar de en el corazón, de tanto trabajar en las rudas tareas domésticas, su pelo no estaría peinado permanentemente por los más exclusivos peluqueros, ni tendría ropa de alta costura, ni miles de zapatos de tacón. ¿Qué tendría Paris?. ¿Amor incondicional?. ¿La preocupación de su familia cuando le surgiera algún problema?. ¿El apoyo de sus seres queridos, su ternura, sus valores?. Son cosas que echamos de menos a veces incluso los que no hemos nacido en tan altas esferas.



Lo que le falta a Paris Hilton son ganas de vivir, y por eso pone en peligro su vida, siempre en la cuerda floja, siempre en el límite, como tantas personas que no encuentran sentido a su existencia, y se aburren, y están vacías, y ese vacío es como un pozo sin fondo que no se llena jamás.



Da igual las riquezas de que disfruten (aunque un diamantito de vez en cuando no viene mal a nadie), porque la riqueza está en lo que se da pero no se ve, en lo que se recibe y no deja más huella aparente que la que queda en el alma.



Todo lo ha intentado Paris para ver cuál podría ser su profesión, a qué se podría dedicar (más que nada por lo del aburrimiento): modelo, actriz de cine y televisión (porno incluido), cantante (por lo menos no desafina, aunque habría que verla en un concierto en directo).



Como todo le cansa (la repercusión mediática está garantizada, el borreguismo de la prensa que parece estar al servicio de este tipo de personajes y les siguen a todas partes), ha decidido hacer lo posible para ingresar en prisión, uno de los pocos lugares que le faltaba por visitar. ¡Mira qué original por su parte!. ¡Pobre víctima del stablishment, que ni papá con todo su dinero puede sacarla de ese atolladero!. ¿O es otro de sus montajes para que se hable de ella?. Pues qué masoquismo. Dicen que casi no come desde que se encuentra entre rejas. ¿Está quizá acostumbrada sólo a los deliciosos platos que le cocina su chef exclusivo?. ¿O es la continuación acrecentada de su más que evidente anorexia?. Pobrecita, la castigan sólo porque la tienen rabia por todos los escándalos que ha dado. "Me lo merezco, debo seguir aquí", ha declarado recientemente entre pucheros. Unos azotitos a la niña, que ha sido mala. Vamos, no se lo cree ni ella.



Me pregunto qué es lo próximo que se le ocurrirá a Paris cuando salga de la cárcel. No creo que sea donar parte de su fortuna a causas benéficas, pero espero que tampoco sea dejar su vida en cualquier curva de cualquier carretera por conducir ebria o drogada. Sería otra campanada más para acaparar los titulares, pero ella ya no se enteraría, y además no merece la pena acabar así siendo tan joven, sea uno quien sea.



Y ahora, querido lector, que estoy a solas contigo, me pregunto si algún día se le quitará a Paris esa inexpresión de la cara, esos ojos sin vida, esa media sonrisa con la que suele aparecer como si se estuviera riendo de los que la miramos.



Paris, tía: estudia, trabaja en algo constructivo y de paso da trabajo a los demás, tú que puedes. Enamórate de alguien que no sea tan rico ni tan vacío como tú. Ten hijos y edúcalos de forma distinta a como te educaron a tí, que estás a medio desarrollar como persona, tienes tu vida a medio hacer aunque parezca que quieres comerte el mundo en dos días.



Hazme caso, encima que has conseguido que incluso yo hable de tí.



Aún estás a tiempo, antes de que sea más tarde.

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