miércoles, 21 de mayo de 2008

Maniática de la última palabra (XIV)


- Hace poco he leído que cuando el ejército norteamericano invadió la zona de la antigua Babilonia, hace cinco años, levantó una base de helicópteros, aparcó blindados junto a las ruinas de la ciudad y cavó profundas trincheras, además de que tuvieron lugar interminables combates. Destruyeron yacimientos arqueológicos valiosísimos. Parece que son como Atila, que por donde pasaba ya no volvía a crecer la hierba. A los pueblos sin Historia les suele pasar esto, que no sólo no valoran el pasado de los demás sino que incluso les produce envidia.

- Me gustó una entrevista que he leído hace poco a Concha Buika, la negrita que canta flamenco. Dijo cosas muy bonitas, desgarradas y profundas, pero de todas ellas me gustó especialmente la que reproduzco: “A raíz de tener a mi hijo dejas de regalar el tiempo, empiezas a tener miedo por tu vida [.....]. Ahora mi vida es más vida”.

- Por fin me decidí a ver “Tesis”, una película que me había negado a visionar hasta ahora por lo siniestra, muy en la línea de su director, Amenábar. Y lo hice sólo por su protagonista, Ana Torrent, que me encantaba cuando de niña protagonizó algunos de los films más interesantes que se hicieron en nuestro país en los años 70. Guardo en mi memoria su imagen de entonces, sobre todo cuando hizo “Cría cuervos”, debía tener yo en aquel momento más o menos la edad que tiene ahora mi hija. Me impresionó, por mi edad, el tema tan escabroso que planteaba, y me encantó la banda sonora que tenía, “¿Por qué te vas?”, de la dulce Jeannette, que no me cansaba de cantar. Me hipnotizaba la mirada de la niña, oscura, enorme, melancólica, inocente, abismada y llena de incertidumbre. Algo de eso conserva aún ahora.

- Últimamente mi hijo, que está con el pavo total, le da por coger a su hermana entre sus brazos, quiera ella o no (a veces se niega, pero con poca convicción), y le cuenta cuentos a los que pone un final un poco esperpéntico, en plan guasón. Al de Blancanieves lo abrevió sobremanera haciendo que fueran los enanitos del bosque los que liquidaran a la protagonista, no sabemos cómo, con lo que la madrastra disfrazada de viejecita con manzana ponzoñosa se encontró cuando llegó que ya habían hecho su trabajo. Otras veces cuenta cuentos que aprende en el instituto y que yo no había oído nunca, muy bonitos, y lo hace con mucha dulzura y fluidez, como una persona adulta. Yo estoy esperando, cada vez que se decide a contar alguno, para ver si me vuelve a sorprender. Bendita imaginación, para el que goce del privilegio de tenerla.

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