miércoles, 19 de agosto de 2015

Un poco de todo


-  Tremendo lo de la muerte de la hija de Whitney Houston. Cuando la desgracia se ceba en una familia lo hace de una manera total. La historia de estas dos mujeres es especialmente sangrante. Pensamos quizá que nacer con tantísimo talento, belleza y sensibilidad te hace ser un ser tan especial que te conviertes en alguien invulnerable, como si fueras una fortaleza, una estrella rutilante e inalcanzable en el firmamento, pero no es así, puede que incluso resultes más vulnerable y que haya muchos que deseen destruirte por envidia. Una artista como Whitney reunía todas esas cualidades, y el encargado de darle la puntilla fue su propio marido, el hombre al que se entregó en cuerpo y alma confiada y enamorada, un acomplejado que la engañó haciéndose pasar por quien no era, como tantos otros que hay por ahí, haciéndola creer que la quería. Ella siempre estuvo llena de generosidad y cierto candor. Su luz cegó a su verdugo, lo eclipsó por completo, y tenía que vengarse.

Y ahora su pobre hija sigue sus pasos: la degradación paulatina a causa de las drogas, una pareja que la maltrataba, y el fin en una bañera, como su madre. No sé si ninguna de las dos quiso morir en realidad, pero hicieron lo posible para que así fuera. En el caso de Whitney tuvo todo lo que uno podría desear fuera de su casa, pero en su intimidad no recibió lo más importante, el amor de su marido. En el caso de su hija ella sí que no recibió nada. Con frecuencia saltaban a los medios de comunicación las peleas de ambas cuando la cantante estaba en lo peor de sus adicciones. Destrozaba el mobiliario, pegaba a su hija, adolescente por entonces, y ésta le respondía en el mismo sentido. Pero ambas se querían, fueron sus problemas los que las llevaron a una degeneración tan grande.

Todo a causa de una sola persona, ese rapero de tres al cuarto que en la actualidad ha rehecho su vida al lado de otra mujer a la que quizá deje vivir tranquila porque no le eclipsa como hacía Whitney, y tiene otros hijos que suplirán la ausencia de esa otra hija, de la que nunca se ocupó, y que ahora ha muerto. Son muchos los hombres que hacen lo que hacen y están por ahí libres de toda carga y culpa, sin recibir el castigo que merecen. Criminales domésticos que se van de rositas, que no empuñan un arma con la que te matan pero que te llevan a una situación de desesperanza, caos y vacío en la que terminas sucumbiendo. Autores no confesos de desgracias sin fin.

Un cariñoso y sentido recuerdo para Whitney Houston y su hija.

-  Le oía hace poco a mi amigo Melchor, sacerdote y miembro de uno de los Consejos Pontificios que existen en Roma, en el video de una de sus conferencias que están en internet, hablar de "superioridad moral" de otra persona que él conocía respecto de él mismo. Siempre ha sido grande su modestia, porque considerar a otro moralmente superior a él es mucho decir, pero reflexionando sobre el término, y buscando cómo no en internet, no he encontrado una definición clara de lo que esto quiere decir exactamente. 

Si lo pensamos bien vemos que en realidad tal concepto encierra una gran rigidez mental y de principios, al considerar que la estructura o la escala de valores de un determinado individuo es la única válida y todo lo que le falte a la de los demás es inferior por comparación. ¿Es tan inamovible e indiscutible el conjunto de principios éticos que rigen nuestras vidas? ¿Hay unas normas universalmente aceptadas que constituyen nuestro acerbo moral y que todos deben acatar a la fuerza, con independencia de la parte del mundo en que se haya nacido? Me parece que no. Son muy diversas y diferentes las culturas que pueblan el planeta, y en cada una hay una concepción de las cosas distinta. No es válida sólo una de ellas y las demás hay que descartarlas, ni tampoco es mejor una que las demás. Huyamos del pensamiento unívoco.

Quizá entre la gente de la Iglesia, católica en este caso, sí hay una gran rigidez a la hora de enfrentarse a las cuestiones morales y a la Ética en general, tienden a considerar "su verdad" como la única pausible. Le queda mucho al Vaticano para alcanzar la tolerancia necesaria que los tiempos que corren requieren, aunque con el actual Papa esto parece que se va solucionando. El Papa Francisco, luchando contra los obstáculos que se le ponen dentro de la propia Iglesia, contra prejuicios y rémoras del pasado, abre puertas, derriba muros, hace aún mayor el Pueblo de Dios. Eso es la tolerancia, la apertura de mente: a cuantas más personas llegue su palabra, a cuanta más gente abarque, que quizá ante estaba excluída, más adeptos conseguirá. Porque qué hacía Jesucristo sino predicar a todos sin distinción, sus brazos estaban abiertos para acoger a todo el mundo. El Papa Bergoglio hace lo mismo. Y es una bendición.



No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes