Hacía tiempo que no encontraba un libro tan interesante sobre temas psicológicos relacionados con algo tan fundamental como es la familia, de la mano de la psicóloga Laura Rojas-Marcos, hija de Luis Rojas-Marcos, psiquiatra e investigador tan conocido por todos. He extraído algunos pasajes que me han interesado especialmente, y que espero que os sirvan también para vuestra vida cotidiana y para enfocar determinados problemas que a veces pueden surgir.
Para llevar una vida emocionalmente sana y estable necesitamos
relacionarnos con personas, sean familiares o no, que no tengan como objetivo
controlarnos y manipularnos, o convertirnos en seres sumisos y esclavos de sus
necesidades y caprichos, sino todo lo contrario (...) necesitamos saber
identificar a las personas que nos llenan de energía y nos enriquecen, aquellas
que nos aportan seguridad y bienestar, ya que ellas jugarán un papel esencial
en mantener el equilibrio mental y emocional y poder vivir en armonía con uno
mismo y los demás.
- En ocasiones la vida en familia se convierte en un camino sin salida,
estresante y doloroso en el que no podemos evitar tener que enfrentarnos a
situaciones cargadas de tensiones y conflictos ni tratar con familiares
tóxicos.
- Con el tiempo fue comprendiendo muchas cosas sobre sí mismo y el
efecto que tuvieron las diferentes situaciones familiares en su comportamiento
y estado de ánimo. Lo cierto es que no es de extrañar que los niños que hayan
sufrido mensajes tan inhibidores y emocionalmente castrantes tengan, una vez
adultos, un concepto de sí mismos negativo cuando sienten tristeza o lloran.
- A veces necesitamos aceptar que podemos tener sentimientos diferentes
o contradictorios hacia otra persona. Es posible sentir simpatía con una cierta
dosis de rechazo. Puede que nos guste un aspecto de la personalidad de alguien
mientras que otro aspecto nos produzca aversión. Y estos sentimientos no tienen
por qué ser incompatibles necesariamente. La clave es aceptar que las personas,
sean nuestros familiares o no, tienen varias dimensiones.
- Las personas que han aprendido a diferenciarse de los padres y del
sistema familiar establecen un equilibrio saludable y emocionalmente estable
entre formar parte de un sistema, con el que comparte sentimientos,
pensamientos y tiempo y su sentido como un individuo independiente del resto
(...) Se adaptan al entorno sin perder su identidad. Saben protegerse de
manipulaciones ajenas. No son sumisos ni tienen necesidad de complacer
constantemente, ni se anulan a sí mismos cuando están con el grupo; saben
mantener el equilibrio entre las fuerzas aplicadas por los demás miembros del
grupo y la individual.
A las personas que saben diferenciarse como individuos no les estresa ni
les produce inseguridad formar parte de una familia o un grupo, saben mantener
su autonomía e independencia como individuo y pueden toleras los posibles
sentimientos encontrados o contradictorios producidos por las presiones de otros
miembros del sistema grupal. Pueden interactuar, negociar e intercambiar
opiniones sin necesidad de desdoblarse a sí mismos y sin sentir miedo a ser
rechazado. Son conscientes de que las expectativas de los demás no puede ser
siempre cubiertas y no se sienten responsables o culpables por ello. Sin
embargo, las personas que tienen dificultad para diferenciarse de su familia se
sienten muy incómodas, inseguras y confusas con cualquier sentimiento que les
diferencia del resto. A menudo se sienten culpables o incluso desleales cuando
surgen sus necesidades personales como individuos y éstas son diferentes a las
del resto.
- Unos padres sobreprotectores, inseguros o que castigan al hijo por
querer diferenciarse del resto del grupo fomentarán en el niño sentimientos de
sumisión, dependencia y un profundo sentimiento de culpa.
Las personas que tienen dificultad para diferenciarse de las demás también
la tienen para sentirse cómodos consigo mismos, con su independencia, y tienden
a ser reactivos emocionalmente cuando se encuentran en situaciones estresantes
asociadas a las relaciones personales. Sus decisiones están excesivamente
determinadas por las expectativas de los demás y por sus propios miedos,
ansiedades o frustraciones. A menudo se encuentran atrapadas en tormentas y
vaivenes emocionales incontrolables (...) En ocasiones, incluso comentan que
sienten con demasiada intensidad las emociones de los demás, como si no hubiera
una diferencia entre las propias y las de otros. Es frecuente que aquellos que
han tenido dificultad para diferenciarse durante su desarrollo sientan que una
vez adultos tienen muchos conflictos internos y emocionales cuando les surge el
deseo o la necesidad de tener su propio espacio, cuando piensan diferente al
resto del grupo o incluso cuando ponen límites razonables a otros. Temen ser
rechazados, no queridos o abandonados si no cumplen las expectativas de los
demás, experimentan una profunda inseguridad y viven a menudo en un mar de
culpa y de miedo a quedarse solos en la vida. (…)
Cuando no hay sitio para la individualidad es difícil ser independiente,
ya que prácticamente no existe la percepción de uno mismo como individuo
separado de los demás y no puede cubrir sus propias necesidades emocionales por
sí mismo, como por ejemplo autocalmarse o controlar los impulsos o
pensamientos. Estas personas dependen de otras para poder regular sus propios
sentimientos. “No sé tranquilizarme solo”, suelen comentar. De manera que las
familias que no fomentan ni favorecen la diferenciación se encuentran en
conflictos internos constantes, sus miembros intentan controlar en exceso a los
demás y tienen relaciones muy condicionales y tóxicas. Son familias que se
caracterizan por ser muy críticas, muy quejicas, dominantes, poco flexibles y
generalmente experimentan como grupo y a nivel individual una insatisfacción
permanente.
- (…) para poder mantener una relación con su familia o personas
desmedidamente demandantes e invasivas se ven obligados a desconectar
emocionalmente para no ser absorbidas por las emociones incontrolables de los
otros (…) “Desconecto emocionalmente para poder vivir tranquila y en paz.”
- (...) no podemos esperar que nuestros familiares, por muy cercanos que
sean, se comporten como deseamos o incluso necesitamos. Cada uno necesitamos valorar
qué estamos dispuestos a dar de nosotros y qué estamos dispuestos a aceptar de
los demás. Al final, responsabilizar a los demás de nuestras propias
frustraciones sólo empeorará las relaciones. Por lo tanto, tomar
responsabilidad por uno mismo es quizá la mejor manera de plantearse las
expectativas.
- Por consiguiente, el
papel que tienen nuestros padres y cuidadores durante el proceso de
diferenciación es crucial. La actitud con la que manejen las muestras de
búsqueda de autonomía e independencia de los hijos influirá directamente en la
capacidad de los mismos para desarrollar una autoestima sana, así como en su
desarrollo de habilidades sociales y en su capacidad para tomar decisiones de
una forma autónoma, segura y asertiva. Es esencial tener la posibilidad de
aprender a conocerse, a comprometerse consigo mismos y con los demás como seres
emocionalmente independientes y sanos.
- A menudo me encuentro con personas que viven centradas en las emociones
negativas e ignoran las positivas. Es más, muchas personas se sienten culpables
o incluso irresponsables cuando se sienten bien. Quizás fueron criticados o
atacados en el momento en que estaban contentos o puede que fueran castigados
emocionalmente cuando mostraban alegría. Puede haber muchas razones por las que
una persona se siente mal por sentirse bien. Esto ocurre si piensa que no
merece ser feliz, que lo bueno dura poco, que es un engaño sentir emociones
positivas, o incluso que las emociones positivas le hacen vulnerable. Algunos
llegan a pensar que para defenderse o protegerse de las posibles agresiones
necesitan estar siempre alerta, por lo tanto sentirse bien es una distracción.
- Estas personas necesitan aprender a cuidarse, a permitirse los
descansos, a no hacerse responsables de los comportamientos y conflictos de los
demás. (…) la capacidad para sentir alegría, serenidad y bienestar depende en
gran parte de uno mismo (…)
Las personas que deciden
fomentar sus emociones positivas deciden también acrecentar la salud y el
bienestar de los demás. Como resultado fortalecen su autoestima, su confianza
en sí mismas, y también mejoran su capacidad para resolver los conflictos y
mantener relaciones personales gratificantes. Cuando las personas se centran
más en lo positivo que en lo negativo de sus vidas se sienten más libres para
decidir, hacer y deshacer, se defienden mejor de los miedos u fobias, son más
creativas e imaginativas y afrontan los riesgos con más energía y espíritu
aventurero.
- No hay una sola razón por la que una persona se vuelve tóxica. Existen
muchas razones, pero generalmente son personas que han vivido experiencias muy
nocivas y dañinas. (…) Sin embargo, a pesar de todo cabe señalar que se puede
volver a aprender y a reconquistar el bienestar y la serenidad. En ocasiones es
cuestión de tiempo y reflexión, darse la oportunidad para hablar, expresar y
compartir con amigos y seres queridos el dolor, pero en otras ocasiones, cuando
esto no es suficiente, es cuestión de reaprender a crear el bienestar a través
del tratamiento psicológico y la ayuda de un profesional. La realidad es que
todos tenemos la capacidad para mejorar nuestras circunstancias. Está en
nuestra naturaleza buscar, de manera consciente o inconsciente, la forma de
sentirnos bien, y luchar por ello.
- Aquellas que han crecido en un entorno excesivamente rígido y donde el
castigo (emocional o físico) estaba muy presente desarrollan una forma de ser
temerosa y obsesiva ante los retos.
- Para educar en inteligencia emocional es preciso que el educador cuente
con un buen nivel de ella y se centre especialmente en enseñar sobre la
empatía, el desarrollo de la capacidad para pensar por uno mismo, el
autoconocimiento y en instruir en las diferentes habilidades sociales.
- En el caso de los padres es igualmente importante que éstos tengan un
buen manejo de sus propias emociones e intenten no hacer sugerencias
impulsivamente, pues cuando permitimos que el otro reflexiones posibilitamos
que pueda pensar y decidir.
- Así como tener un diálogo interno es importante, no hay que olvidar que
también tiene un papel esencial el silencio, saber estar con uno mismo desde la
serenidad y aprender a calmarse a sí mismo en situaciones de estrés y
conflicto. “¿Qué necesito para relajarme, disminuir el estrés, para desconectar
y descansar?” Son algunas de las preguntas que uno puede hacerse para conocerse
mejor y poder encontrar soluciones constructivas.
- Al tener la capacidad para saber relacionarse controlan mejor el estrés
y la ansiedad, ya que generalmente tienden a compartir sus sentimientos de
manera constructiva sin necesariamente envenenar a otros con sus problemas.
- Tipos de habilidades
sociales.- Desarrolladas y maduras:
- Saber colaborar y participar en un grupo sin intimidad ni imponer.
- Saber delegar, dar instrucciones sin ser agresivo, irrespetuosos ni abusivo.
- Tener la capacidad de pedir ayuda y ofrecerla.
- Tener la capacidad para poner límites y ser asertivo (saber decir “no”)
- Saber pedir disculpas, perdón o reconocer un error.
- Tener inteligencia social significa saber influir en los demás sin
manipulaciones perversas. Es utilizar el poder de la sensibilidad y la
percepción de los demás de una forma constructiva. (…)
Pertenecer a un grupo,
como una familia, en ocasiones es divertido y estimulante, pero no siempre. Por
lo tanto, saber controlar las propias emociones, las palabras y mantener las
formas es un ingrediente básico.
- Es recomendable dirigirse a los demás de una forma clara, directa y
constructiva, incluso cuando se va a transmitir una mala noticia o hacer una
crítica.
- Probablemente nadie es sincero al 100% con todo el mundo, ya que en
algunos casos quizás no sea ni útil, ni productivo, ni tenga un fin
constructivo decir todo lo que se piensa. (…)
La buena sinceridad se
apoya en los pilares de la nobleza, la sensibilidad y en muchos casos el afecto
genuino. (…)
El “sincericida” dice
todo lo que piensa, sin poner ningún tipo de filtro ni sensibilidad (…) Utiliza
palabras crudas sin que le importe el daño que puedan producir. (…) es una
sinceridad distorsionada. (…) El “sincericida” no pregunta si uno desea
escuchar lo que piensa.
(.../..)
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