Maravillosa película la dedicada
a Yves Saint Laurent, y extraordinario el parecido del actor que encarna al inolvidable diseñador de moda,
Pierre Niney, no sólo por su aspecto
sino también por sus maneras.
Aunque ya han pasado 7 años desde
su muerte, la figura de Yves permanece viva en el imaginario popular, y en mi
memoria en particular. Siempre me llamó la atención la fragilidad y la timidez de este hombre
cada vez que salía a saludar al público cuando acababan sus desfiles. Su
amplia sonrisa, su gran nariz y esos ojos claros y chispeantes detrás de
grandes gafas de montura oscura, su fealdad elegante y un poco aniñada, le
hacen un ser peculiar, diferente al resto, irrepetible.
En la película se nos cuenta los
inicios de Yves en su juventud, los diseños que ya empezaba a hacer cuando aún
vivía con sus padres y hermanas. Su familia gozaba de muy buena posición en
Orán, la ciudad argelina, protectorado francés, donde nació. Se nos presenta al futuro modisto
dibujando en una mesa frente a una ventana, en su habitación, por la que entra
un chorro de luz que lo ilumina todo. Él charla con las amigas de su madre,
cuando vienen a tomar café, que se convertirán en sus primeras admiradoras.
Tras participar en algunos
concursos de moda en París, en alguno de los cuales resultó ganador, y graduarse
en estudios de costura en su ciudad, se marchó a vivir a la capital francesa,
donde sus diseños fueron a parar a manos de Dior, que le contrató al instante.
Tenía sólo 18 años.
Con 21, tras la muerte repentina
de Dior, se convirtió en el modisto de alta costura más joven de Francia. Su 1ª
colección fue una continuación del estilo de la casa y tuvo un éxito enorme,
rescatando a la firma de una quiebra segura. Por aquel entonces se hacían desfiles
privados, en salones a los que se invitaba a unas pocas personas.
Fue en esta época cuando conoció
a Pierre Bergé, industrial, mecenas y editor, que se convertiría en su
compañero sentimental durante más de 50 años. También entablaría una gran
amistad con Victoria, la modelo preferida de la firma, perfecta, bella, una
gran amiga en muchos sentidos. En esta
etapa temprana fue llamado al servicio militar, coincidiendo con la guerra de
independencia de Argelia. Hasta entonces había conseguido librarse, pero ante
el acoso de la prensa, que lo tachó de cobarde y antipatriota, terminó
accediendo. Duró 3 semanas, pues ante los ataques de que le hicieron objeto sus
compañeros terminó siendo ingresado en un psiquiátrico, donde le diagnosticaron
como maníaco depresivo. Su estado empeoró cuando supo que la casa Dior
prescindía de él. Las terapias agresivas que allí padeció explican sus
problemas emocionales posteriores y sus adicciones. Mientras estuvo allí se
negó a recibir a su madre, pues la acusaba de haberlo abandonado en su niñez
cuando sufrió acoso escolar. Sólo Pierre Bergé, con el que iniciaba su
relación, le prometió que jamás le abandonaría y que siempre sería su apoyo
incondicional.
Cuando salió demandó a la casa
Dior por daños morales, con ayuda de Pierre Bergé, y con el dinero recibido más
el apoyo financiero de un empresario norteamericano que se interesó en su
trabajo, fundó su propia firma de alta costura. En su 1ª colección hizo famoso
su logotipo, las iniciales de su nombre superpuestas, que continúa hoy en día.
Con el transcurso de los años
Yves fue dando un poco de lado la alta costura para centrarse en el
pret-a-porter. Adaptaba sus diseños a las modas cambiantes. Los 70 fueron una
época escandalosa, pues llegó a mostrar a sus modelos en actitudes
provocativas, besándose unas a otras en la boca, con ritmos psicodélicos como música de
fondo, y luces de colores muy al gusto de las discotecas de entonces. Arremetía
contra la burguesía, que era lo que se llevaba, y vendía mucho.
A finales de esa década compraron
una mansión art decó en Marrakech, el Jardín Majorelle, que había mandado
construir tiempo atrás un famoso pintor francés, que hizo pintar las paredes de
un azul intenso. Rodeado de una exótica vegetación y lleno de multitud de aves
de todas las especies, fue su lugar de residencia hasta el final de su vida,
que le permitía vivir apartado de la vorágine de París y sentir la inspiración
que le provocaba la luz, el color y los aromas de aquella parte del mundo. Sus
diseños y hasta las joyas y abalorios que lucieron sus modelos en muchas
ocasiones tienen un fuerte influjo de aquel lugar.
En la película se cuenta el gusto
de Yves por la vida nocturna en su juventud, la promiscuidad con la que vivía,
y los excesos con las drogas que minaron su ya delicada salud. El diseñador y
Bergé fueron una pareja abierta que, aunque mantenían relaciones sexuales con
otros hombres, siempre se tuvieron el uno al otro toda la vida. Pasara lo que
pasara entre ellos, pues tuvieron muchas crisis, la sólida roca en la que se
basaba su unión nunca se quebró.
El film termina como empezó, con
una escena de Yves dibujando frente a una luminosa ventana en su casa de Marrakech.
Al final no se le ve el rostro, pero vemos la vejez reflejada en esas manos que
trabajan sobre el papel. Después el asiento vacío y Pierre Bergé mirándolo y
hablando como si él aún estuviera allí.
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