jueves, 25 de octubre de 2007

Fantasmas

Tengo últimamente un montón de fantasmas que llenan mi habitación casi todas las madrugadas y me despiertan. No sé de dónde vienen, pero ahí están, con sus sábanas blancas y sus cadenas, intentando asustarme. Suelen susurrarme cosas al oido, para terminar de desvelarme, cosas sobre el pasado, y ninguna buena.
Muchas veces les digo que se vayan, "sois unos fantasmas", les expeto, igual que pienso de algunos hombres, "sólo tenéis agujeros en lugar de ojos y boca", pero ellos no se lo toman a mal. Se dedican a flotar de aquí para allá, se meten bajo mi cama, en mi mesilla de noche, en el armario.... Se pasan el tiempo cotilleando en mis cosas. A veces algunos se sientan sobre la lámpara que cuelga del techo y se ponen a jugar a las cartas, para matar el rato. Yo les digo que hagan el favor de no sentirse como en su casa, que no se pongan tan cómodos, que aquella es la república independiente de mi habitación.
Ellos no me hacen caso, y alguno se ha querido meter en mi cama, ahora que me sobra sitio, para poblar mis sueños, pero yo le he dicho que no, que mis sueños son sólo míos, o eso creo, y que se vayan a atormentar a otra parte.
A veces se van también a la habitación de mi hija, y la molestan un poco. A la del niño no suelen ir mucho, porque hace tiempo se colocó sobre su cama un atrapasueños que hizo él mismo y es como un talismán.
Sí que ha habido épocas en que han cogido las maletas y se han ido de vacaciones, no sé a dónde. Pero debe ser que no pueden vivir sin mí, y un buen día vuelven a estar allí, como si tal cosa.
"No penséis que os vais a quedar para siempre", les digo. "Llamaré a los cazafantasmas de la película aquella para que acaben con vosotros". A ellos les da igual, sólo consienten en irse cuando clarea el día, porque no les gusta la luz, sólo se sienten a sus anchas en la oscuridad. Y es precisamente en ese momento cuando ya, vencida por el cansancio, cierro los ojos para dormir, y suena el despertador. "Malditos", mascullo, "tengo que conseguir ponerlos a raya, porque si no van a acabar conmigo".
Cuando ellos vienen, les gusta susurrarme al oido cosas del pasado, y ninguna buena.

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