jueves, 10 de enero de 2008

Benazir Bhutto


Cuántas personas más valerosas y buenas van a tener que sucumbir bajo la tiranía de la violencia. La muerte de Benazir Bhutto abre de nuevo una brecha en el frágil muro de la paz, y nos produce otra herida sangrante en nuestras conciencias y en nuestra alma por lo injusto y lo cruel del hecho.
Ella sigue el trágico e inexorable destino de tantas otras sagas que han dedicado su vida, y hasta la han sacrificado, en aras del bien común: lo sucedido a la familia Gandhi se me vino enseguida a la cabeza en cuanto supe lo que le había pasado a Benazir Bhutto, y ahora su hijo va a ocupar su lugar, como respondiendo a una terrible llamada del destino, sabiendo que es un auténtico suicidio, que su vida correrá peligro ya para siempre.
Ser el líder de un país entraña sus riesgos, sobre todo si se es una persona honesta, algo poco corriente en el mundo de la política, y además fiel a unos principios éticos: es el caso de Luther King, o más recientemente de Olof Palme. Pero si además se es mujer, y en un país como Pakistán, la cosa tiene su enjundia: lo raro es que a Benazir no le haya pasado ésto antes.
Recuerdo la primera vez que tuve noticia de ella, leyendo una larga entrevista que le hicieron con motivo de su elección como presidenta de su país, allá por 1988. En esa ocasión me impresionaron sus palabras, la firmeza y contundencia de sus opiniones, la enorme personalidad que se reflejaba en todo lo que decía, y la belleza de sus rasgos, muy típica de las mujeres pakistaníes, y que se exhibía profusamente con numerosas fotos que ilustraban la entrevista. Una mujer que ha estudiado en Harvard y Oxford, que hablaba varios idiomas, que escribía libros, que daba conferencias, y que entre otros premios se le otorgó uno relacionado con los Derechos Humanos, no es algo que se pueda despreciar. Eso, en un país como Pakistán, con unas tradiciones tan retrógradas y un índice de analfabetismo tan grande como el que tienen, debió ser imperdonable. ¡Cuánto atrevimiento!. Y aunque su padre se dedicara también a lo mismo, ¡cómo se atreverá ella a tener aspiraciones!.
Así le pasó en su vida: siempre luchando por lo que creía, soportando la cárcel en varias ocasiones, contra viento y marea. Admiro su tesón, su dedicación, y su valor.
Cuántas veces más vamos a tener que sufrir el espanto que supone contemplar en la televisión el horror de las escenas de muerte y destrucción que suceden a un atentado: pistoleros que descerrajan tiros a bocajarro, suicidas que se inmolan llevándose por delante a todo el que tenga la desgracia de estar cerca..... Cuánta rabia produce entre cierto tipo de individuos y grupos las personas que son constructivas y procuran vivir en paz consigo mismas. Es más, creo que cuanto más buenas sean esas personas, más terriblemente se las aniquila, como si quisieran volatilizarlas, que no quedara absolutamente nada de ellas, nada que nos las pueda recordar.
Pero se equivocan, al convertirlas en mártires, esas personas adquieren una dimensión que antes no tenían, y pasan a formar parte de la Historia y de la memoria colectiva con fuerza renovada. Y siempre habrá otras que las sustituyan, como en un acto heroico, o temerario quizá, porque casi siempre saben que el final que les aguarda suele ser trágico. Personas así surgen pocas, porque el sitio que han de ocupar es peligroso y la existencia que deben llevar muy dura, pero siempre hay, desafiantes ante la adversidad.
¿Sabría Bezanir que su hijo la sucedería si algo le pasaba a ella?. Yo, en su lugar, como madre que soy también, no lo querría, por muy elevadas que fueran mis convicciones y pensase que merece la pena entregar la vida por ellas. Pero supongo que eso el ago muy personal.
Qué espanto el mundo que vivimos, qué aburrida la repetición del mismo tipo de truculencias siempre una y otra vez: el lugar del atentado bañado en sangre, la colocación de flores, fotos, mensajes y velas encendidas los días siguientes en ese sitio..... El Mal carece de imaginación, y por lo que se ve la forma de responder a él también. Es hora de que cambie el menú de sus horrores, ya que es imposible que desaparezcan. El terrorismo es como un disco rayado, produce una desazón y un tedio infinitos. No hay cosa peor que la perversidad de los que son tontos y malos.

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