La primera vez que vi “En qué piensan las mujeres” me resultó curioso que alguien dedicara una película al hecho de intentar saber qué es lo que nos pasa por la cabeza al sexo femenino, pues a nadie se le ha ocurrido hacer lo mismo con lo que piensan los hombres.
Ignoro si nuestro mundo interior es más complicado que el de ellos, o si somos más difíciles a la hora de descifrarnos, o quizá toda la parafernalia que nos envuelve les fascina a ellos. Cuando Mel Gibson intenta ponerse en nuestro lugar utilizando el rimel (siempre se le mete en el ojo), pintándose las uñas de rojo (qué horror en unas manos tan rudas), depilándose las piernas con cera caliente (casi se case al suelo del dolor), metiéndose los panties (su premura y su falta de delicadeza hace que se le rasguen enseguida), probándose el Wonderbra azul, colocándose un parche en la nariz para limpiar poros…., en fin, está muy cómico, porque no hay nada más hilarante que ver a un hombre intentando parecer una mujer. Y lo siento por los transexuales, porque para su desgracia si no vienes de fábrica con todos los componentes, luego es muy difícil intentar añadirlos o quitarlos, siempre quedan como un postizo.
La verdad es que visto desde el punto de vista de ellos, parece la nuestra una vida complicada y sufridora. Y sin embargo, rastreando en el origen de objetos típicamente femeninos como el lápiz de labios, los panties o el rimel, se ve que fueron los hombres quienes los inventaron. A nosotras nos tocó acostumbrarnos a todas esas cosas, hicimos que formaran parte de nuestra cotidianeidad. También hay mujeres que le dedican mucho tiempo a su aspecto. Yo no he sido nunca una de ellas, si hiciera eso sí supondría para mí una obligación insoportable, innecesaria. Le dedico lo justo.
Cuando Mel Gibson empieza a escuchar lo que dicen todas las féminas que le rodean, casi cree volverse loco. Al principio le asusta saber todas las barbaridades que sus compañeras de trabajo y ex novias piensan de él. Es muy cómodo ir por la vida haciendo lo que le de la gana a uno desentendiéndose de las consecuencias. La verdad es que no sé por qué se sorprende tanto, será porque no se juzga a sí mismo como alguien malo, sino como alguien que vive la vida a su aire.
La psicóloga le abre los ojos: esta nueva cualidad puede serle muy útil. Y así es, puesto que la utilizará para saber lo que quiere una mujer en cada momento y para quitarle el puesto a una compañera a la que roba sus ideas.
Pero estar demasiado tiempo en la mente de una mujer termina pasando factura, se vuelve sensible al sufrimiento ajeno, llora cuando ve en la televisión una cosa triste, se vuelve sincero, deja de ser egoísta y empieza a comportarse como un verdadero padre con su hija adolescente.
Por supuesto que no todos los hombres son como el protagonista de esta película, pero sí es especialmente curioso que a un individuo de esta calaña le pueda pasar algo así, es como un escarmiento. Y lo mejor de todo: aún metido en la piel de una mujer, no deja de ser terriblemente viril.
Es un topicazo casi todo lo que se ve en “En qué piensan las mujeres”: ni nosotras estamos todo el día dándole vueltas a millones de cosas, la mayoría intrascendentales (nos hacen parecer unas cotorras y unas quejicas), ni ellos están todo el tiempo pensando en el sexo (ni en el fútbol, en su versión española). No somos tan distintos, necesitamos y queremos las mismas cosas. No creo que pensemos tan diferente. Los hombres ya deberían saber que no encerramos ningún misterio.
Las mujeres de esta película parecen poseídas de una cierta neurastenia, no sé si será por el tipo de vida que se hace en las grandes ciudades norteamericanas. Si es así, lo siento por ellas, pero no es una muestra representativa del resto de la población femenina.
Lo que sí es cierto es que la experiencia le sirve al protagonista para terminar siendo una mejor persona. Y eso ya es bastante.
Ignoro si nuestro mundo interior es más complicado que el de ellos, o si somos más difíciles a la hora de descifrarnos, o quizá toda la parafernalia que nos envuelve les fascina a ellos. Cuando Mel Gibson intenta ponerse en nuestro lugar utilizando el rimel (siempre se le mete en el ojo), pintándose las uñas de rojo (qué horror en unas manos tan rudas), depilándose las piernas con cera caliente (casi se case al suelo del dolor), metiéndose los panties (su premura y su falta de delicadeza hace que se le rasguen enseguida), probándose el Wonderbra azul, colocándose un parche en la nariz para limpiar poros…., en fin, está muy cómico, porque no hay nada más hilarante que ver a un hombre intentando parecer una mujer. Y lo siento por los transexuales, porque para su desgracia si no vienes de fábrica con todos los componentes, luego es muy difícil intentar añadirlos o quitarlos, siempre quedan como un postizo.
La verdad es que visto desde el punto de vista de ellos, parece la nuestra una vida complicada y sufridora. Y sin embargo, rastreando en el origen de objetos típicamente femeninos como el lápiz de labios, los panties o el rimel, se ve que fueron los hombres quienes los inventaron. A nosotras nos tocó acostumbrarnos a todas esas cosas, hicimos que formaran parte de nuestra cotidianeidad. También hay mujeres que le dedican mucho tiempo a su aspecto. Yo no he sido nunca una de ellas, si hiciera eso sí supondría para mí una obligación insoportable, innecesaria. Le dedico lo justo.
Cuando Mel Gibson empieza a escuchar lo que dicen todas las féminas que le rodean, casi cree volverse loco. Al principio le asusta saber todas las barbaridades que sus compañeras de trabajo y ex novias piensan de él. Es muy cómodo ir por la vida haciendo lo que le de la gana a uno desentendiéndose de las consecuencias. La verdad es que no sé por qué se sorprende tanto, será porque no se juzga a sí mismo como alguien malo, sino como alguien que vive la vida a su aire.
La psicóloga le abre los ojos: esta nueva cualidad puede serle muy útil. Y así es, puesto que la utilizará para saber lo que quiere una mujer en cada momento y para quitarle el puesto a una compañera a la que roba sus ideas.
Pero estar demasiado tiempo en la mente de una mujer termina pasando factura, se vuelve sensible al sufrimiento ajeno, llora cuando ve en la televisión una cosa triste, se vuelve sincero, deja de ser egoísta y empieza a comportarse como un verdadero padre con su hija adolescente.
Por supuesto que no todos los hombres son como el protagonista de esta película, pero sí es especialmente curioso que a un individuo de esta calaña le pueda pasar algo así, es como un escarmiento. Y lo mejor de todo: aún metido en la piel de una mujer, no deja de ser terriblemente viril.
Es un topicazo casi todo lo que se ve en “En qué piensan las mujeres”: ni nosotras estamos todo el día dándole vueltas a millones de cosas, la mayoría intrascendentales (nos hacen parecer unas cotorras y unas quejicas), ni ellos están todo el tiempo pensando en el sexo (ni en el fútbol, en su versión española). No somos tan distintos, necesitamos y queremos las mismas cosas. No creo que pensemos tan diferente. Los hombres ya deberían saber que no encerramos ningún misterio.
Las mujeres de esta película parecen poseídas de una cierta neurastenia, no sé si será por el tipo de vida que se hace en las grandes ciudades norteamericanas. Si es así, lo siento por ellas, pero no es una muestra representativa del resto de la población femenina.
Lo que sí es cierto es que la experiencia le sirve al protagonista para terminar siendo una mejor persona. Y eso ya es bastante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario