Querida abuela Pilar:
No sabes cuánto te echo de menos, sobre todo ahora que se acerca el día de nuestro Santo. Me consume la nostalgia de aquel tiempo en el que tú estabas entre nosotros, tu presencia serena dominándolo todo, protagonista discreta y al mismo tiempo indiscutible de cualquier reunión familiar.
Tengo siempre presente tu mirada, que nos envolvía y lo envolvía todo, tus palabras, prudentes y sabias, tu sonrisa, sugerente y cálida, tus manos reposando en tu regazo una sobre otra rotundas y llenas de paz, como cuando se ha concluido un trabajo del que se está satisfecho. Tu elegancia cuando te movías, tu enorme belleza a pesar de los años, tu inteligencia, tu honestidad, tu coraje, el respeto y la educación con el que trataste siempre a todo el mundo, todo ello hace de ti un ejemplo a seguir.
Dicen que de madres fuertes nacen hijos débiles, porque las madres omnipresentes se encargan de todo y no dejan que sus hijos tengan que luchar cuando surgen avatares en la vida.
Yo, como nieta tuya que soy, creo que tengo ambas cosas, un poco de tu fuerza y un poco de la debilidad de tus hijos.
En tus ratos de soledad, que fueron muchos, te acordabas del abuelo, un hombre tan maravilloso que sólo su recuerdo bastó para llenar el resto de tu vida. Ahora que yo también tengo esos ratos me acuerdo mucho de ti y de todos los que os habéis tenido que marchar. Es ahora cuando los afectos más se consideran, y más en falta se echan cuando ves que ya no están. Pienso que, si no fuera por mis hijos (cuánto me hubiera gustado que los hubieras conocido y te hubieran conocido, te habrían encantado), que me atan a este mundo, no me importaría irme dondequiera que tú estés, porque a tu lado todo era distinto, especial. Creo, abuela, que tenemos y al mismo tiempo nos faltan las mismas cosas.
Perdóname si alguna vez te decepcioné o te descuidé. Cuando se es joven vivimos y valoramos todo más superficialmente, nos detenemos menos en lo que nos rodea.
En noviembre hará 19 años que te marchaste, y aún me parece que fue ayer. Te fuiste demasiado pronto, nos sigues haciendo mucha falta a todos.
Dios te bendiga abuela, y ruégale a Él por nosotros.
Un beso y un abrazo muy grande de tu nieta, que te quiere y que no te olvida.
Pilar
No sabes cuánto te echo de menos, sobre todo ahora que se acerca el día de nuestro Santo. Me consume la nostalgia de aquel tiempo en el que tú estabas entre nosotros, tu presencia serena dominándolo todo, protagonista discreta y al mismo tiempo indiscutible de cualquier reunión familiar.
Tengo siempre presente tu mirada, que nos envolvía y lo envolvía todo, tus palabras, prudentes y sabias, tu sonrisa, sugerente y cálida, tus manos reposando en tu regazo una sobre otra rotundas y llenas de paz, como cuando se ha concluido un trabajo del que se está satisfecho. Tu elegancia cuando te movías, tu enorme belleza a pesar de los años, tu inteligencia, tu honestidad, tu coraje, el respeto y la educación con el que trataste siempre a todo el mundo, todo ello hace de ti un ejemplo a seguir.
Dicen que de madres fuertes nacen hijos débiles, porque las madres omnipresentes se encargan de todo y no dejan que sus hijos tengan que luchar cuando surgen avatares en la vida.
Yo, como nieta tuya que soy, creo que tengo ambas cosas, un poco de tu fuerza y un poco de la debilidad de tus hijos.
En tus ratos de soledad, que fueron muchos, te acordabas del abuelo, un hombre tan maravilloso que sólo su recuerdo bastó para llenar el resto de tu vida. Ahora que yo también tengo esos ratos me acuerdo mucho de ti y de todos los que os habéis tenido que marchar. Es ahora cuando los afectos más se consideran, y más en falta se echan cuando ves que ya no están. Pienso que, si no fuera por mis hijos (cuánto me hubiera gustado que los hubieras conocido y te hubieran conocido, te habrían encantado), que me atan a este mundo, no me importaría irme dondequiera que tú estés, porque a tu lado todo era distinto, especial. Creo, abuela, que tenemos y al mismo tiempo nos faltan las mismas cosas.
Perdóname si alguna vez te decepcioné o te descuidé. Cuando se es joven vivimos y valoramos todo más superficialmente, nos detenemos menos en lo que nos rodea.
En noviembre hará 19 años que te marchaste, y aún me parece que fue ayer. Te fuiste demasiado pronto, nos sigues haciendo mucha falta a todos.
Dios te bendiga abuela, y ruégale a Él por nosotros.
Un beso y un abrazo muy grande de tu nieta, que te quiere y que no te olvida.
Pilar
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