Se suele decir que cada país tiene el gobernante que se merece, y esto me parece a mí un poco cruel, sobre todo en los tiempos que nos ha tocado vivir. Que Zapatero sea nuestro presidente y además elegido por 2ª vez consecutiva, no deja de sorprenderme a la vista del escaso carisma y diría casi nula competencia que ha demostrado. Sus meteduras de pata cada vez que hace alguna declaración pública son constantes, y no por ello se inmuta, como hacen todos los tontos, que no se paran a medir el alcance de sus palabras y sus actos, y que además no le dan la misma importancia que el resto de la gente, ya que su escala de valores es muy “sui géneris”, distinta a la que tiene casi todo el mundo, y sacada no sabemos muy bien de dónde.
Aznar, tan cabal y tan eficaz en general a lo largo de su mandato, hizo lo que se suele llamar “sacar los pies del tiesto”, algo así como creerse más listo que nadie, en poder de la verdad absoluta, y meterse en donde no le llaman. Ambición, o ganas de notoriedad. Esto y su apariencia tan ortopédica, la verdad, no contribuyó a que ganase adeptos precisamente.
Aunque aquí no estamos como en EEUU, donde la imagen es tan importante para todo. Allí los presidentes van siempre impecables, y rara vez cometen deslices en sus declaraciones públicas, aunque sí abundan en lo privado: supongo que habrá americanos que sean capaces de mantener la fidelidad conyugal, pero esos no llegan nunca a presidente.
Desde la facción masculina del clan Kennedy, que se pasó por la piedra a todo lo que llevara faldas, instigada por el propio patriarca, que lo consideraba una demostración de hombría, algo casi obligado, y consentido a regañadientes por las mujeres de la familia, hasta Clinton, que cometió el error de llevarse el placer al trabajo (desde entonces mamada y becaria son casi sinónimos). Y encima su mujer escribe luego un libro, que le ha reportado pingües beneficios, contando cómo se siente con esos cuernos que su marido le ha regalado, algo que la mayoría de la gente suele llevar con discreción, además de suponer por lo general el fin de cualquier pareja, sobre todo por lo reincidente que fue Clinton.
A parte los líos de faldas, en América tienen los otros escándalos igual de suculentos o más si cabe y que son bien conocidos: con Nixon y Kissinger la prensa ha vivido sus momentos más brillantes. Da gusto ser periodista en países como ese: destapar casos de corrupción presidenciales y obligar a los políticos a pasar por el banquillo de los acusados. No hay nada como un buen ajusticiamiento público para sentirnos mejores que nuestros propios gobernantes, qué se habrán creido, encima que los elegimos y mira lo que hacen con nuestro dinero, nuestros destinos y con el poder que hemos depositado en sus manos. Habráse visto.
¿Dejarán ahora que un hombre negro rija sus vidas en los próximos años?. Y si lo hacen, ¿pasará mucho tiempo antes de que lo asesinen?. No hace falta ser de otra raza para que deseen eliminarte: ser guapo, exitoso y adinerado también es un motivo.
En esta ocasión los candidatos a la presidencia norteamericana no podían ser más originales: además de un hombre negro, había también una mujer (la cornuda de la que hablábamos antes) y un anciano ricachón (esto es quizá más corriente). ¿Las minorías al poder, los sectores normalmente discriminados en la cumbre?. Es difícil de creer.
Y mientras, en otros países del mundo “civilizado” se cuecen sus propias habas: el reciente escándalo provocado por la azarosa vida sentimental del presidente francés, o las críticas al gobierno de Putin, que lejos de amedrentarse exhibe un aire de suficiencia y prepotencia insoportables. Rusia tampoco ha estado falta en el pasado de gobernantes que dejaban mucho que desear: Kruschev, con sus zapatazos encima de la mesa cuando estaba en el hemiciclo cada vez que algo no le gustaba, o Yeltsin, aficionado al buen comer y sobre todo a la bebida, que se ponía morado cada vez que visitaba España. Pocos presidentes pueden compararse a Gorbachov, con su talante abierto y civilizado, su educación y su “glasnot”.
Pero si hubo un gobernante que siempre me sacó de quicio fue sin duda Tony Blair, con esa cara de niño bueno con eterna sonrisa y aspecto de sabelotodo, y no digamos su mujer, a medio camino entre una gallina clueca y una coneja paridora, con ese aire de palurda satisfecha venida a más, y que se cree un ejemplo para el resto del mundo.
Y en Japón no dejan de dimitir. Parece mentira que unas cuantas pequeñas islas sean tan difíciles de gobernar. Si en el resto del mundo se hiciera como allí cada vez que el buen nombre de un presidente es puesto en entredicho, se sucederían interminablemente los gobernantes de cada país, pues raro es el que no tenga algo que reprochársele.
El caso más vergonzoso para mí creo que es el de Italia. Cómo puede ser que un hombre al que no le falta ninguno de los vicios conocidos, y demostrados públicamente, se le siga manteniendo en el poder. Se va a terminar convirtiendo en un país de opereta, el hazmerreír del resto del mundo. Menos mal que por lo menos no exhiben a la “Cicciolina” y su osito de peluche, como tuvieron una época que hacían sin parar. El colmo del mal gusto y la degradación, una auténtica tomadura de pelo.
De todas maneras ya no hay conspiraciones como las que se producían en la Roma antigüa, cuando se rodeaba al emperador de improviso para cargárselo a puñaladas o con una copa de vino envenenada durante una comida, ni tampoco las intrigas de la corte de los faraones, áspid incluída, ni las confabulaciones de las cortes francesas, donde a la mínima de cambio rodaban cabezas. Ahora es más difícil quitarse de en medio a un gobernante molesto o inepto, o quizá menos interesante la forma como se hace.
Será cierto lo de que en realidad los gobiernos del mundo entero están en manos de organizaciones de espionaje, verdaderas redes pseudomafiosas que son las que deciden quiénes deben vivir y quiénes desaparecer.
Pues Zapatero les debe caer simpático, porque ahí sigue, con el beneplácito del ganado electoral, que se deja llevar en masa con poco criterio y mucha ignorancia. Lavados de cerebro son las campañas que se hacen en nuestro país, sobre todo para la gente joven que desconoce la Historia y sólo sabe lo que le cuentan, de forma tergiversada y tendenciosa.
Cómo me gustaría vivir en uno de esos países del norte de Europa, que tienen presidenta, normalmente una mujer trabajadora y cabal. Aquí seguimos en el culo del mundo, ni siquiera nuestros casos de corrupción tienen la importancia y la repercusión internacional que existen en otros países.
Y es que parece que los buenos gobiernos no son noticia. A ver si España es conocida por ahí fuera alguna vez por ostentar una democracia auténtica y no este paripé ridículo y desangelado que se montan con ella los que gobiernan, que la han convertido en una sombra de lo que podía haber sido.
Tenemos los gobernantes que nos merecemos, al final va a ser verdad.
Un señor presidente tiene que ser precisamente eso, todo un señor, además de presidente.
Aznar, tan cabal y tan eficaz en general a lo largo de su mandato, hizo lo que se suele llamar “sacar los pies del tiesto”, algo así como creerse más listo que nadie, en poder de la verdad absoluta, y meterse en donde no le llaman. Ambición, o ganas de notoriedad. Esto y su apariencia tan ortopédica, la verdad, no contribuyó a que ganase adeptos precisamente.
Aunque aquí no estamos como en EEUU, donde la imagen es tan importante para todo. Allí los presidentes van siempre impecables, y rara vez cometen deslices en sus declaraciones públicas, aunque sí abundan en lo privado: supongo que habrá americanos que sean capaces de mantener la fidelidad conyugal, pero esos no llegan nunca a presidente.
Desde la facción masculina del clan Kennedy, que se pasó por la piedra a todo lo que llevara faldas, instigada por el propio patriarca, que lo consideraba una demostración de hombría, algo casi obligado, y consentido a regañadientes por las mujeres de la familia, hasta Clinton, que cometió el error de llevarse el placer al trabajo (desde entonces mamada y becaria son casi sinónimos). Y encima su mujer escribe luego un libro, que le ha reportado pingües beneficios, contando cómo se siente con esos cuernos que su marido le ha regalado, algo que la mayoría de la gente suele llevar con discreción, además de suponer por lo general el fin de cualquier pareja, sobre todo por lo reincidente que fue Clinton.
A parte los líos de faldas, en América tienen los otros escándalos igual de suculentos o más si cabe y que son bien conocidos: con Nixon y Kissinger la prensa ha vivido sus momentos más brillantes. Da gusto ser periodista en países como ese: destapar casos de corrupción presidenciales y obligar a los políticos a pasar por el banquillo de los acusados. No hay nada como un buen ajusticiamiento público para sentirnos mejores que nuestros propios gobernantes, qué se habrán creido, encima que los elegimos y mira lo que hacen con nuestro dinero, nuestros destinos y con el poder que hemos depositado en sus manos. Habráse visto.
¿Dejarán ahora que un hombre negro rija sus vidas en los próximos años?. Y si lo hacen, ¿pasará mucho tiempo antes de que lo asesinen?. No hace falta ser de otra raza para que deseen eliminarte: ser guapo, exitoso y adinerado también es un motivo.
En esta ocasión los candidatos a la presidencia norteamericana no podían ser más originales: además de un hombre negro, había también una mujer (la cornuda de la que hablábamos antes) y un anciano ricachón (esto es quizá más corriente). ¿Las minorías al poder, los sectores normalmente discriminados en la cumbre?. Es difícil de creer.
Y mientras, en otros países del mundo “civilizado” se cuecen sus propias habas: el reciente escándalo provocado por la azarosa vida sentimental del presidente francés, o las críticas al gobierno de Putin, que lejos de amedrentarse exhibe un aire de suficiencia y prepotencia insoportables. Rusia tampoco ha estado falta en el pasado de gobernantes que dejaban mucho que desear: Kruschev, con sus zapatazos encima de la mesa cuando estaba en el hemiciclo cada vez que algo no le gustaba, o Yeltsin, aficionado al buen comer y sobre todo a la bebida, que se ponía morado cada vez que visitaba España. Pocos presidentes pueden compararse a Gorbachov, con su talante abierto y civilizado, su educación y su “glasnot”.
Pero si hubo un gobernante que siempre me sacó de quicio fue sin duda Tony Blair, con esa cara de niño bueno con eterna sonrisa y aspecto de sabelotodo, y no digamos su mujer, a medio camino entre una gallina clueca y una coneja paridora, con ese aire de palurda satisfecha venida a más, y que se cree un ejemplo para el resto del mundo.
Y en Japón no dejan de dimitir. Parece mentira que unas cuantas pequeñas islas sean tan difíciles de gobernar. Si en el resto del mundo se hiciera como allí cada vez que el buen nombre de un presidente es puesto en entredicho, se sucederían interminablemente los gobernantes de cada país, pues raro es el que no tenga algo que reprochársele.
El caso más vergonzoso para mí creo que es el de Italia. Cómo puede ser que un hombre al que no le falta ninguno de los vicios conocidos, y demostrados públicamente, se le siga manteniendo en el poder. Se va a terminar convirtiendo en un país de opereta, el hazmerreír del resto del mundo. Menos mal que por lo menos no exhiben a la “Cicciolina” y su osito de peluche, como tuvieron una época que hacían sin parar. El colmo del mal gusto y la degradación, una auténtica tomadura de pelo.
De todas maneras ya no hay conspiraciones como las que se producían en la Roma antigüa, cuando se rodeaba al emperador de improviso para cargárselo a puñaladas o con una copa de vino envenenada durante una comida, ni tampoco las intrigas de la corte de los faraones, áspid incluída, ni las confabulaciones de las cortes francesas, donde a la mínima de cambio rodaban cabezas. Ahora es más difícil quitarse de en medio a un gobernante molesto o inepto, o quizá menos interesante la forma como se hace.
Será cierto lo de que en realidad los gobiernos del mundo entero están en manos de organizaciones de espionaje, verdaderas redes pseudomafiosas que son las que deciden quiénes deben vivir y quiénes desaparecer.
Pues Zapatero les debe caer simpático, porque ahí sigue, con el beneplácito del ganado electoral, que se deja llevar en masa con poco criterio y mucha ignorancia. Lavados de cerebro son las campañas que se hacen en nuestro país, sobre todo para la gente joven que desconoce la Historia y sólo sabe lo que le cuentan, de forma tergiversada y tendenciosa.
Cómo me gustaría vivir en uno de esos países del norte de Europa, que tienen presidenta, normalmente una mujer trabajadora y cabal. Aquí seguimos en el culo del mundo, ni siquiera nuestros casos de corrupción tienen la importancia y la repercusión internacional que existen en otros países.
Y es que parece que los buenos gobiernos no son noticia. A ver si España es conocida por ahí fuera alguna vez por ostentar una democracia auténtica y no este paripé ridículo y desangelado que se montan con ella los que gobiernan, que la han convertido en una sombra de lo que podía haber sido.
Tenemos los gobernantes que nos merecemos, al final va a ser verdad.
Un señor presidente tiene que ser precisamente eso, todo un señor, además de presidente.
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