martes, 26 de octubre de 2010

Lech Walesa

Lech Walesa ha sido y es un personaje que marcó mi infancia y juventud por su forma de ser y de actuar, y todavía cuando alguna vez aparece en los medios de comunicación me acuerdo de cómo era él y de las cosas que hizo, que fueron buenas en su mayoría, a pesar de lo mucho que se le ha criticado siempre y de que le guste polemizar.

Le recuerdo siempre sonriente, enormemente vital, optimista, sencillo, cercano.

Nunca nadie pensó que un electricista, padre de familia numerosa, católico a ultranza, armado sólo con su fe hiciera tambalear el régimen polaco, el muro de Berlín y el imperio rojo.

Tanto que se ha hablado del papel de los sindicatos, cuyo crédito está tan depauperado, sobre todo últimamente, Walesa es para mí un modelo y un ejemplo a seguir en este tema. Un hombre con un origen humilde, que se ha hecho a sí mismo con gran esfuerzo y que nunca ha dejado de luchar con enorme energía y convicción personal por sus derechos y los de los demás, nos da una idea de su valor y su entrega, de su gran humanidad. Personas como él han hecho posible, precisamente a través de su labor sindical, que las condiciones de los trabajadores no sean tan deshumanizadas como hace unas pocas décadas. Gracias a él palabras como “Solidarnosc” se nos hicieron familiares y adquirieron pleno significado.

Siempre he creído que la lucha sindical es independiente de cualquier ideología política. Desde cuándo la defensa de los derechos humanos en general, y de los asalariados en particular, ha seguido los cauces de un determinado partido. Es algo que existe por sí mismo, una necesidad vital, y más en el caso de Polonia en los tiempos en que Walesa fundó Solidaridad, una federación de sindicatos. La acogida que ésta tuvo fue brutal: diez millones de polacos se adhirieron en poco tiempo.

Después fue el primer presidente democrático de su país tras la caída del comunismo en Europa, que puso fin a la guerra fría, pero al igual que se había revelado un hábil líder sindical, en su nuevo papel al frente de los destinos nacionales no resultó ser hábil.

Durante los años que siguieron a su cese como presidente, no ha dejado de hacer declaraciones públicas que han puesto en entredicho a sus sucesores. De Gorbachov dijo que era un político débil. En 2007 diputados del partido conservador en el poder lo denunciaron por insultar a uno de los gemelos Kaczynski, al frente del gobierno en aquel entonces. “Tenemos a un imbécil como presidente”, exclamó tras recibir un informe sobre el espionaje militar en la Polonia poscomunista. Más recientemente éste acusó a Walesa de haber sido agente de la era comunista en los años 70, por lo que le demandó. Los gemelos habían sido durante años estrechos colaboradores de Walesa.

Lech Walesa ha seguido figurando en la escena internacional, y muchas de sus afirmaciones continúan levantando ampollas. Hugo Chávez le ha prohibido entrar en Venezuela si intenta visitar el país para apoyar a grupos de la oposición.

Algunas de las cosas que ha dicho son: “Mi país está ubicado entre dos grandes pueblos, el alemán y el ruso, que hacían mucho turismo y se visitaban unos a otros, siempre pasando por Polonia”. O “Polonia está haciendo el ridículo en la escena internacional”.

Walesa cree que “un país no se puede gobernar contra la voluntad de los pueblos, que los derechos humanos son parte de la condición humana”.

En cuanto a Europa, recuerda la fuerza de los ideales gracias a los cuales en su momento surgió una nueva Polonia: “Europa necesita desesperadamente los valores que empujaron aquella revolución”.

Hemos ido viendo envejecer a Lech Walesa a lo largo de estos años y, aunque su apariencia ha cambiado, su actitud sigue siendo la misma. Seguiremos viéndole en los medios de comunicación, porque no puede permanecer callado ante ciertas cosas que suceden en la política internacional. Seguirá haciéndose oir para que no le olvidemos y porque para él es una forma de sentirse vivo.

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