martes, 10 de mayo de 2011

La erupción de Islandia



Cuando últimamente no cesan de afectarnos cataclismos de toda índole, como si la Madre Naturaleza se hubiera puesto de acuerdo para no dejarnos vivir tranquilos, lo ocurrido en Islandia meses atrás ha sido la gota que ha colmado el vaso. Desconocía que en aquellas tierras hubiera actividad volcánica, pues se suele asociar a otro tipo de climas, y de zonas.

El documental que vi hace poco sobre el efecto de la tremenda erupción me dejó sorprendida e inquieta. Lo cogí empezado, cuando estaban recreando el vuelo de un avión de pasajeros que caía en picado desde gran altura, y que gracias a la pericia de los pilotos consiguió restablecer el vuelo normal y llegar a destino. Un examen del aparato permitió comprobar los daños del fuselaje, y que los motores tenían material rocoso solidificado incrustado, lo que hacía milagroso el hecho de que no hubiera acabado todo en catástrofe. El volcán que entró en erupción en Islandia había esparcido una nube de proporciones gigantescas que afectó a nivel planetario. Dieciséis mil vuelos fueron cancelados en EE.UU., sólo con destino a Europa.


Los islandeses saben de siempre que bajo el glaciar hay actividad volcánica, no en vano son famosas sus aguas termales, pero lo que nunca pensaron es que se produciría de forma tan inesperada y brutal.

Hay otro volcán, aún mucho mayor, que también está bastante activo, y se cree que el día que entre en erupción se producirá un cataclismo que incluso alterará las telecomunicaciones en todo el mundo.

Los pastos islandeses se han cubierto de una capa de ceniza, que al tener materiales tóxicos ha hecho que el ganado ovino y caballar tenga que ser retirado de los campos y encerrado en las cuadras, donde se alimenta con heno almacenado, libre de sustancias nocivas.

De momento pueden abastecerse con el agua de los pozos, porque parece que no ha sufrido contaminación.

En una granja a los pies del volcán que erupcionó, la ceniza ha alcanzado entre 10 y 15 cm. de espesor. Los autores del reportaje tuvieron muchos problemas para llegar allí, porque la densa nube de ceniza y gases en suspensión impedía la visibilidad en las carreteras y hacía que el día se hubiera convertido casi en noche. Todos iban con mascarilla, y les escocían mucho los ojos.

El narrador hacía notar la luz tan increíble que había en el paraje entorno. Era como un extraño resplandor en medio de una zona gris. Recordaba un poco a las noches blancas.

En el reportaje se veían paisajes de Islandia, todos maravillosos, y se apreciaba la tranquilidad de la vida campestre. La gente que vive en aquellos pueblecitos parece muy feliz, llevaban una existencia apacible hasta que pasó esto. Daba gusto contemplar todas esas extensiones de hierba tan verde, las casas grandes y bien acondicionadas, los animales tan cuidados. Algunas de estas construcciones se han edificado sobre aguas termales, que aprovechan utilizando un sistema de cañerías, y abastece a sus ocupantes, de forma natural y sin coste, de agua caliente en todo momento. Realmente se apreciaba un gran confort en esos hogares, pese a lo extremado del clima en esa zona.

Islandia, antes de que tuviera lugar la erupción, era un destino turístico cada vez más solicitado, y uno de los más caros también. El desmoronamiento de los grandes bloques de hielo de los casquetes polares por efecto del deshielo despierta gran curiosidad entre los viajeros, que lo contemplaban a prudente distancia desde la cubierta de pequeños cruceros.

Es de suponer que seguirá siendo un punto en la geografía mundial de gran interés, y que continuará valiendo la pena ir a visitar.

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