martes, 31 de mayo de 2011

Un poco de todo (XVIII)


- Por fin puedo publicar algo en el blog. Es la 2ª vez que no se me permite el acceso porque no reconoce mi cuenta de correo o mi contraseña, no sé muy bien cuál de las dos cosas. Me he metido en los foros para ver qué podía hacer y veo que hay mucha gente que está en la misma situación, y pocas soluciones se dan al respecto. Todos estaban tan desesperados como yo. Al final he seguido algunos de los pasos que indicaban y he vuelto a entrar como he podido.
Hace poco me mandaron un correo electrónico en el que se decía que a partir de este verano, y debido al excesivo y saturante tráfico de información que existe en Google, iban a empezar a restringir servicios empezando a cobrar por ellos. No sé si ésto que me está pasando con mi blog tiene algo que ver, pero me parece increíble.
Pocas cosas hay en esta vida que sean gratis, y no sería extraño que terminemos pagando por algo sin lo que, yo por lo menos, ya no podemos pasar.

- Muchas gracias para dos nuevos seguidores: Dani, que aparece estupendo tocando la guitarra eléctrica, y Amelia. Espero que sigáis ahí por mucho tiempo.

-  Con lo que también me he quedado muy sorprendida es con la historia personal de Doris Day. Hace poco veía una de las comedias que hizo con Rock Hudson, y me dio por buscar sobre ella en Google. Me quedé de una pieza: cuatro matrimonios desgraciados en los que fue sistemáticamente maltratada, ella y su hijo, el cual ha muerto hace pocos años de cáncer. Depresiones y bulimias no tratadas. Al final, y eso sí lo había oído decir hace tiempo, vive sola en una casa rodeada de perros que recoge con su coche por las noches, abandonados en la calle.

El cine es lo que tiene, nos muestra fantasías maravillosas que sólo pertenecen al mundo de la imaginación, nos edulcora la visión de las cosas (más antes que ahora) y enmascara la cruda realidad. Doris Day, que aparecía siempre perfecta, impecable, con su magnífica figura, su pelo tan rubio y brillante, su eterna sonrisa y sus encantadores enfados infantiles (le duraban poco), era en realidad una mujer muy desdichada para la que el trabajo constituyó una tabla de salvación. Fue durante mucho tiempo la viva imagen de la armonía y la perfección, de la típica mujer de vida sana, conducta intachable, sin amarguras en el pasado, feliz. Y sin embargo lo que tuvo que soportar pocas personas lo hubieran aguantado.

Leí que en su infancia todo fue bien hasta que su padre abandonó el hogar por sus infidelidades. Las consecuencias no son difíciles de imaginar: falta de afecto, inseguridad personal y poca autoestima. Estas carencias suelen propiciar elecciones poco acertadas al llegar a adultos: ella siempre escogía el mismo tipo de parejas. No supo darse valor. Esto es algo bastante corriente. En su caso, y pese a los descalabros, era una verdadera fijación. A mí me pasa un poco lo mismo. Como se suele decir, la cabra tira siempre al monte.

Sentí muchas lástima por ella, cuánto me hubiera gustado que las cosas fueran para ella de otra manera.


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