jueves, 6 de marzo de 2008

Juan Manuel de Prada


Cualquiera que vea a Juan Manuel de Prada podría decir que se trata de un hombre muy serio, casi adusto, pero cuando se tiene la oportunidad de leer lo que escribe, se abren las puertas de un mundo absolutamente personal y rico en matices en el que tienen cabida todas las emociones y sentimientos del alma humana.
Cuando se le mira, pareciera un niño grande, algo gordito, que estuviera contrariado por el desaire reciente de algún compañero de juegos, o la reprimenda de alguna persona mayor por alguna travesura que hubiese hecho. Ese rictus entre enfadado y triste, responde más bien a un sentido un poco trágico, o muy realista quizá, de la vida. Se trata al fin y al cabo de un hombre tremendamente sensato y maduro, con las ideas muy claras, con profundas convicciones, alguien muy reconocido en su profesión pese a su juventud.
Aunque parece abrumado por todo ésto, no se conforma con el éxito y la dulce tranquilidad que produce el ver satisfechas las expectativas personales, sino que es consciente del momento social que nos ha tocado vivir, tan complicado a veces. Y entonces más que un escritor se convierte en un pensador, un hombre comprometido que aplaude o vapulea por escrito o de palabra según el tema que esté tratando, siempre consecuente con todo lo que afirma hasta el final.
Juan Manuel de Prada es todo un universo en sí mismo, una personalidad con muchas capas, como una cebolla, y nunca terminas de descubrir cosas nuevas en él.
Los artículos que publica cada domingo en el XL Semanal, en su sección “Animales de compañía”, son una delicia para mí, porque en ellos desnuda su alma como pocos escritores consiguen hacerlo. Unas veces es ingenuo, dulce, tierno y sentimental, como en aquel titulado “Yo soy Shrek”, en que se comparó con este personaje de dibujos animados, del que llega a extraer cualidades insospechadas, y es que se ve a sí mismo como un ogro grandote y sentimental en relación a su papel como padre, pues Juan Manuel tiene una hija a la que se ve que adora, es su pequeño tesoro. Se pregunta si cuando ella crezca le va a seguir queriendo igual o si su relación cambiará, si se volverá distante. La niña dice que cuando él sea “viejito” y se vaya al cielo, ella estará allí para cuidarlo, porque no puede dudar nunca de que va a estar siempre con él.
También es muy conmovedor cuando recuerda episodios de su infancia, y a familiares que ya no están con él, especialmente a su abuelo.
Su vena apasionada y romántica se pone al descubierto cuando escribe sobre el amor, tema en el que muestra una delicadeza de sentimientos y de palabras y una sensibilidad que muchos hombres querrían para sí. En el último artículo que ha escrito sobre ello, “Dulce amado centro”, a propósito de una reunión de amigos (“juerga etílica” lo llama), trata el tema de amor-sexo, cuando uno de ellos se atrevió a decir que nunca se acostaría con una mujer dejándose llevar sólo por la lujuria, sino que tendría que quererla también. Todos rieron como si se tratara de una broma, y cambiaron enseguida de conversación, pero cuando se quedó a solas con él, volvió a salir el asunto amoroso, y el amigo le recitó un soneto de Francisco Aldana, de difícil lectura pero de resonancias tremendas para todo aquel que lo lea y tenga un poco de sensibilidad, poema que nunca antes había tenido el gusto de leer y que da el título al artículo. Sólo sé que tocó mi fibra más sensible, y que fue la pieza justa que encajó a la perfección en el puzzle de sensaciones y sentimientos que Juan Manuel había construido en torno al eterno tema del amor.
En otras ocasiones se vuelve demoledor y sarcástico cuando se adentra en cuestiones políticas, pues es persona muy posicionada ideológicamente. A mí me ha hecho reir mucho con sus ironías, porque da a cada cual lo suyo, y no se anda con chiquitas. Es un hombre valiente que no tiene reparos en dar su opinión.
Es curioso cómo dependiendo del asunto a tratar, unas veces puede parecer un tanto retórico, jugando a dar vueltas con las palabras de una forma elegante y exquisita para no ser demasiado explícito, y otras veces resulta completamente explícito, como en “La nueva tiranía (III)”, donde escribe sobre la vulgaridad y la obscenidad como males que nos aquejan en nuestro tiempo, y en el que emplea palabras que describen muy crudamente aquello a lo que se está refiriendo. O sobre la brutalidad, que parece superar a la espíritualidad, como en “Deroombing”.
Para ser un hombre profundamente cristiano, en la adolescencia rechazó la fe católica como algo inerte que no evoluciona, para llegar por otros caminos, mediante un proceso de transformación natural, de búsqueda personal. “Uno de los problemas de los católicos de nuestro tiempo”, afirma, “es que se conforman con ritos más o menos desganados”, “(....)la hostilidad que suscita lo religioso, y más concretamente lo católico(....), especialmente en los sectores intelectuales”. Al plantar cara a eso “empiezas a redescubrir tu propia fe”.
Juan Manuel nos transmite la pasión que ha sentido siempre por las letras, por la lectura, desde su niñez hasta el momento presente, como en su artículo “Recuerdos de un lector (III)”.
A veces reconoce tener miedo a la falta de reconocimiento del público, a su desaprobación, como se puede ver en “Azares”, o en “Críticos”.
En cualquier tema que trata escarba en lo más intrincado de las personas, llega al centro mismo de su alma, es un gran observador al que no se le escapa ni el más pequeño detalle del comportamiento humano, lo que a otros pasa desapercibido a él nunca.
Hace un repaso de las propias miserias, quebrantos y zozobras, y también de las ajenas, y cómo no de las grandezas del ser humano.
En todo lo que escribe se puede percibir la enorme riqueza de su vocabulario, su vasta cultura, con referencias constantes a otros autores y a los clásicos de nuestra literatura.
Compartimos él y yo no sólo su forma de pensar y ver la vida, sino también la afición por el cine. Cuando describe a un intérprete, lo desnuda por completo, poniendo al descubierto todos los matices que ya habíamos percibido en ellos y nunca habíamos llegado a traducir en palabras.
Juan Manuel de Prada tiene aún mucho que ofrecernos. Le seguiremos disfrutando.

No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes