Dustin Hoffman constituye en sí mismo uno de los actores más polifacéticos y sorprendentes de la escena interpretativa hasta el momento. Nadie diría al verle, con su aspecto tan menudo y su imagen tan atípica, en contraposición con los stándars de físico masculino habitualmente aceptados en Hollywood, que se convertiría con el tiempo en uno de los talentos más significativos de los muchos que ha dado la cantera de actores norteamericanos.
Él es capaz de meterse en la piel de todo tipo de personajes, y hacérnoslos creíbles, está en constante transformación, es un auténtico camaleón de la escena.
Su iniciación en el cine fue tardía, pues ya había cumplido los 30 cuando hizo “El graduado”. El papel que encarnó aquí fue sin duda el más seductor de toda su trayectoria profesional. Seductor y seducido.
Hasta el momento había intervenido en algunas obras de teatro y desempeñado todo tipo de trabajos para subsistir, sin conseguir, por más que lo intentó, pasar ningún casting para saltar a la gran pantalla.
Después de aquel primer film, muchos han sido los papeles que han venido después, todos distintos y que nos han dado mucho qué pensar y sentir.
En “Cowboy de medianoche”, donde compartía protagonismo con el inefable Jon Voight, es un hombre muy enfermo, un marginado social que consigue conmovernos con su capacidad para transmitirnos el sentido de la amistad, la humanidad y la vulnerabilidad del ser humano en cualquier circunstancia, la dureza de la lucha por la supervivencia.
Con “Pequeño gran hombre” encarna a un extraño vaquero perdido en medio del Oeste al que la vida le lleva por caminos insospechados, tan pronto felices como desgraciados, en una montaña rusa vital que a duras penas soportará y con la que aprenderá lecciones sobre la vida que todos deberíamos saber.
En “Papillón” representa de nuevo a un hombrecillo desgraciado al que la poca fortuna le ha llevado a una inexpugnable prisión. Con su caracterización está irreconocible.
Con “Tootsie” se pone en el lugar de una mujer y sufre en su propia piel el machismo y la injusticia que las féminas tenemos que soportar habitualmente, sobre todo en nuestras aspiraciones laborales. Como tal consigue el éxito que como hombre nunca alcanzó, aunque resulte bastante repelente verle con la blusa, la peluca, las faldas y las medias.
En “Todos los hombres del presidente” destapa como periodista, junto con otro compañero, un escándalo político basado en un hecho real. Un papel valiente, arriesgado, dinámico, comprometido.
En “Kramer contra Kramer” desarrolla magníficamente el drama familiar de un matrimonio que se divorcia.
Ya en la madurez me encantó en “Rainman”, donde interpreta a un hombre con autismo. Fue éste un papel que se preparó intensamente, tratando con enfermos y hablando con los médicos y cuidadores que les atienden. Observó todos sus gestos e intentó ponerse en su lugar. Tierna y conmovedora su actuación.
También me gustó mucho en “Hook”, encarnando al malvado capitán Garfio. El monólogo que tiene con el otro protagonista, cuando se encaran por primera vez, es maravilloso. Es en estos momentos donde se perciben las tablas de Dustin Hoffman como actor de teatro.
Estas son algunas de las muchas películas que ha hecho, por mencionar unas cuantas, y se comprueba que es un intérprete de difícil clasificación, nunca sufrió el encasillamiento del que se quejan otros compañeros de profesión, pero también es verdad que en todos estos papeles se reconoce un estilo único, una huella inconfundible que le distingue del resto. Sólo con su forma de mirar, en la que se pueden vislumbrar todas las emociones posibles a un tiempo, es ya capaz de llegar al corazón. Los movimientos rápidos de sus brazos y sus manos, la posición del cuerpo, su boca casi sin labios, son tan característicos de él que sería fácilmente reconocible por disfrazado o maquillado que pudiera estar.
Dustin Hoffman lleva más de 40 años en el mundo del celuloide, y a pesar del tiempo transcurrido nos sigue pareciendo un hombre joven, vital, inimitable, fiel a sí mismo, una persona sencilla capaz de transmitir emociones sin límite, un talante abierto, humano, tolerante, que jamás tuvo ningún problema con sus compañeros de reparto ni con nadie, alguien con quien es fácil trabajar y estar.
Es por ello que será siempre uno de mis actores preferidos, con ese cuerpo menudo que se crece casi sin darnos cuenta en las más difíciles circunstancias, alguien imprescindible en la escena internacional, ya sea en papeles cómicos o dramáticos, pues en todos es creíble, capaz de desarrollar cualquier tema y no dejarnos jamás indiferentes.
Él es capaz de meterse en la piel de todo tipo de personajes, y hacérnoslos creíbles, está en constante transformación, es un auténtico camaleón de la escena.
Su iniciación en el cine fue tardía, pues ya había cumplido los 30 cuando hizo “El graduado”. El papel que encarnó aquí fue sin duda el más seductor de toda su trayectoria profesional. Seductor y seducido.
Hasta el momento había intervenido en algunas obras de teatro y desempeñado todo tipo de trabajos para subsistir, sin conseguir, por más que lo intentó, pasar ningún casting para saltar a la gran pantalla.
Después de aquel primer film, muchos han sido los papeles que han venido después, todos distintos y que nos han dado mucho qué pensar y sentir.
En “Cowboy de medianoche”, donde compartía protagonismo con el inefable Jon Voight, es un hombre muy enfermo, un marginado social que consigue conmovernos con su capacidad para transmitirnos el sentido de la amistad, la humanidad y la vulnerabilidad del ser humano en cualquier circunstancia, la dureza de la lucha por la supervivencia.
Con “Pequeño gran hombre” encarna a un extraño vaquero perdido en medio del Oeste al que la vida le lleva por caminos insospechados, tan pronto felices como desgraciados, en una montaña rusa vital que a duras penas soportará y con la que aprenderá lecciones sobre la vida que todos deberíamos saber.
En “Papillón” representa de nuevo a un hombrecillo desgraciado al que la poca fortuna le ha llevado a una inexpugnable prisión. Con su caracterización está irreconocible.
Con “Tootsie” se pone en el lugar de una mujer y sufre en su propia piel el machismo y la injusticia que las féminas tenemos que soportar habitualmente, sobre todo en nuestras aspiraciones laborales. Como tal consigue el éxito que como hombre nunca alcanzó, aunque resulte bastante repelente verle con la blusa, la peluca, las faldas y las medias.
En “Todos los hombres del presidente” destapa como periodista, junto con otro compañero, un escándalo político basado en un hecho real. Un papel valiente, arriesgado, dinámico, comprometido.
En “Kramer contra Kramer” desarrolla magníficamente el drama familiar de un matrimonio que se divorcia.
Ya en la madurez me encantó en “Rainman”, donde interpreta a un hombre con autismo. Fue éste un papel que se preparó intensamente, tratando con enfermos y hablando con los médicos y cuidadores que les atienden. Observó todos sus gestos e intentó ponerse en su lugar. Tierna y conmovedora su actuación.
También me gustó mucho en “Hook”, encarnando al malvado capitán Garfio. El monólogo que tiene con el otro protagonista, cuando se encaran por primera vez, es maravilloso. Es en estos momentos donde se perciben las tablas de Dustin Hoffman como actor de teatro.
Estas son algunas de las muchas películas que ha hecho, por mencionar unas cuantas, y se comprueba que es un intérprete de difícil clasificación, nunca sufrió el encasillamiento del que se quejan otros compañeros de profesión, pero también es verdad que en todos estos papeles se reconoce un estilo único, una huella inconfundible que le distingue del resto. Sólo con su forma de mirar, en la que se pueden vislumbrar todas las emociones posibles a un tiempo, es ya capaz de llegar al corazón. Los movimientos rápidos de sus brazos y sus manos, la posición del cuerpo, su boca casi sin labios, son tan característicos de él que sería fácilmente reconocible por disfrazado o maquillado que pudiera estar.
Dustin Hoffman lleva más de 40 años en el mundo del celuloide, y a pesar del tiempo transcurrido nos sigue pareciendo un hombre joven, vital, inimitable, fiel a sí mismo, una persona sencilla capaz de transmitir emociones sin límite, un talante abierto, humano, tolerante, que jamás tuvo ningún problema con sus compañeros de reparto ni con nadie, alguien con quien es fácil trabajar y estar.
Es por ello que será siempre uno de mis actores preferidos, con ese cuerpo menudo que se crece casi sin darnos cuenta en las más difíciles circunstancias, alguien imprescindible en la escena internacional, ya sea en papeles cómicos o dramáticos, pues en todos es creíble, capaz de desarrollar cualquier tema y no dejarnos jamás indiferentes.