- Desde hace tiempo tengo costumbre de decir que estoy harta de vivir en España y que me encantaría irme a otro país. A lo que nunca me ha gustado de aquí, la suciedad, la mala educación, el stress, se añade ahora la crispación social provocada por la crisis y las medidas del gobierno. Lo 1º se solucionaría emigrando a una provincia cualquiera de la geografía nacional, donde la citada crispación estaría sofocada por la tranquilidad propia de las pequeñas ciudades. Intentaría pasar del inevitable provincianismo, que es como el ruralismo pero con ínfulas. De lo 2º no nos libra nadie.
Echando una ojeada al mundo en Internet, hoy me he detenido en Nueva Inglaterra, y me he recreado. Qué paisajes, qué casas, no sé cómo será la gente allí ni las costumbres, pero ya sólo la visión de esos parajes me atrae poderosamente. Hay rincones en nuestro planeta que son auténticos paraísos terrenales, cualquiera de ellos estaría bien para hacer un cambio.
De qué pretendo huir, me dirían los que practican una psicología de saldo (se me ocurren unas cuantas personas que conozco), basada en pocas nociones reales de Psicología y más en torpes y facilonas deducciones que pasan por alto muchas cosas que ignoran y que no alcanzan a discernir el verdadero meollo de la cuestión. De qué quiero huir si todo lo que me disgusta puede que esté dentro de mí únicamente e iría conmigo allá donde fuese. Si de algo quiero huir es de la mediocridad, de la chabacanería, de la rutina. En ese sentido sí que sería un ser fugitivo, pero de ninguna otra cosa me evadiría, pues suelo enfrentar de cara todas las cosas que me preocupan o me suponen un problema, ya que se convierten en un lastre mientras no se les encuentre solución, y por la vida hay que ir ligeros.
El único inconveniente que tengo es la inacción: digo mucho y hago poco, muchos deseos y poca puesta en práctica. Lo de liarse la manta a la cabeza lo he hecho en unas cuantas ocasiones en mi vida, cuando las situaciones me estaban sobrepasando. Quizá no haya que llegar a esos extremos, que los cambios sean importantes y tengan lugar de la forma más armónica posible.
En fin, que me veo viviendo en Nueva Inglaterra. O en cualquier otro lugar, igualmente maravilloso.
- Cuánta gente veo en los transportes públicos leyendo libros electrónicos. Cada vez somos menos los que seguimos utilizando libros de papel, y llegará el día en que ni siquiera eso podamos hacer porque habrán desaparecido.
Me siento un poco incómoda a este respecto, como si fuera una antigua que no se adaptara a los tiempos cambiantes. No soy de las que se apuntan enseguida a lo 1º que surge, y sólo porque lo haga la mayoría. Y me angustia pensar que llegará el momento en que no podré leer en el formato tradicional aunque quiera, implacable tiranía la de las innovaciones tecnológicas.
Cierto que los bosques lo agradecerán, pero los componentes de los equipos electrónicos, sean cuales fuere, contaminan el medio ambiente cuando son desechados en los vertederos. No sé qué será peor. De momento yo me resisto a cambiar un libro impreso por uno electrónico, necesito sentir el tacto del papel en las manos, oler su particular aroma, como me pasaba con los libros del colegio cuando los abría por 1ª vez, recién estrenados. Ver pasar montones de letras informáticas sobre fondo gris, dándole mecánicamente a un botoncito cada vez que quiera pasar página, me parece casi como si fuera un robot.
Yo quiero marcar por mí misma las hojas que me gusten, subrayar las frases o párrafos que me hayan llamado la atención, y no que lo haga una máquina. Para hacer un libro mío necesito dejar mi huella en él, ensuciarlo un poco, que se note que alguien ha pasado por allí, tal como sucede en la vida, dejamos nuestra impronta, sino seríamos como fantasmas.
Me encanta ver los libros que ya he leído en las estanterías de mi casa, son como mi pequeño tesoro, un rincón de saber y de experiencias. No querría tener que renunciar a ello nunca.
- Mis agradecimientos a Mariee como nueva seguidora de mi blog.
- Mis agradecimientos a Mariee como nueva seguidora de mi blog.
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