martes, 13 de marzo de 2007

La Reina




La Reina forma parte de mi historia personal como de la de millones de españoles. Nunca pensaría una mujer de otro país como era ella venir aquí a sentarse en un trono y vivir entre nosotros. Por su buenhacer y su permanencia nunca ha sido extranjera. Dice que al principio no lo tenían nada claro, pues reimplantar una monarquía en los albores de una democracia no era cosa sencilla, pero ahí están.


Hija de reyes exiliados, su infancia y juventud no fueron precisamente un camino de rosas.


El destino de los Reyes en democracia es reinar sin gobernar, pero la Reina, por encima de todo eso, es además un icono para todas las mujeres por su serenidad, su discreción, su bondad sin límites, su naturalidad.


Desde niña la recuerdo, cuando ella era más joven, con sus hijos, madre ante todo, como cualquier persona. Como esposa ha sido siempre una mujer prudente y paciente, en exceso quizá, pero el estar ocupando una posición como la suya le debe hacer mirar más fuera de sí misma que dentro, anteponiendo a sus deseos personales la imagen pública que se supone que una monarquía tiene que dar, cosa que como bien es sabido no ocurre en otros países.


Debe ser muy duro vivir en un escaparate permanente, expuesto a las miradas y las críticas de todo el mundo. Yo creo que no podría, no hay cosa que me moleste más que tener que dar explicaciones y que me juzguen.


A lo largo de estos años la hemos visto crecer (envejecer no me gusta). Ha recorrido medio mundo representándonos a todos, a veces en sitios bonitos y placenteros, otras en lugares donde habían ocurrido catástrofes. Siempre con una sonrisa en la boca, una mano extendida, los ojos comprensivos y acogedores. Por su posición se ha visto obligada a asistir a todo tipo de actos tediosos, y otros llenos de dolor, conteniendo las lágrimas (en los últimos años ya casi no puede), a duras penas, intentando mantener su dignidad.


La imagen de ella que más me ha impactado siempre es cuando está junto al Rey en los funerales del padre de éste. Al principio se contuvo mientras pudo, pero en esa imagen, cuando mira a su marido y lo ve deshecho en llanto, comienza ella también a llorar. En las escenas de televisión se ve cómo luego da un paso atrás bajando la cabeza, y las mujeres que están con ella la rodean para consolarla, desoladas porque es muy raro verla así, sobre todo en público. A la Reina esa imagen suya llorando junto al Rey no le gusta nada, porque se ve fea y como si hubiera perdido la compostura. Yo quiero decirle que es la imagen más humana y tierna de ella que tenemos, y que a mí me conmueve profundamente cada vez que la veo.


La Reina, ahora que es abuela, vuelve a desplegar sus recursos amorosos de cuando fue madre, y cuando se la ve rodeada de tantos nietos como tiene, siempre pendiente de todos sin excepción, es evidente que es la mujer más feliz del mundo.


Y ahora, querido lector, que estoy a solas contigo, quiero rendir un tributo de admiración y respeto por la Reina, porque siempre ha estado ahí acompañándonos, viviendo el pulso de nuestro país con todos nosotros, y siempre cercana. Con independencia de la opinión que la monarquía nos pueda merecer, tema polémico donde los halla, todos tenemos un papel en la sociedad, y ella se desenvuelve en el suyo como pocas reinas del resto de Europa hacen.

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