viernes, 9 de marzo de 2007

Mi madre

Qué podría decir de una madre que no se haya dicho ya: entrega, renuncia, abnegación, la mujer que te da la vida.... Ella es una mujer de carácter, pero al mismo tiempo llena de ternura y sentimiento, sensible, inteligente y muy sentimental, con un gran sentido del humor.
Cuando yo nací, como no existían las ecografías, pensó que iba a ser un niño porque decía que durante el embarazo le daba patadas muy fuertes.
Desde el mismo día de mi nacimiento su vida, como la de cualquier mujer que es madre por primera vez, cambió por completo. Sus cinco sentidos se concentraron en atenderme y cuidarme: comidas, baños, sueño ......, toda esa sucesión interminable de obligaciones cotidianas.
Luego llegó mi hermana, y se preocupó por si no iba a tener suficiente tiempo para seguir atendiéndome a mí.
Ella ha sido madre para las dos, sin distinciones. A ambas nos ha enseñado las mismas cosas, nos ha tratado a cada una según nuestra forma de ser, pues somos muy distintas. Se adaptó a nuestro crecimiento, dándonos en cada etapa lo que nuestra edad requería. Nos ayudó con las tareas del colegio, nos tomó siempre la lección, nos apoyó en nuestros esfuerzos. Procuraba crear en casa un ambiente de estudio para que nada nos distrajera de nuestras obligaciones.
Mi madre nos abrió las puertas al mundo llevándonos a todas partes. Nos enseñó a apreciar las delicias de la Naturaleza (el campo, el mar ...), y los valores de la familia y de la religión (las celebraciones de Navidad en casa forman parte de mi memoria más entrañable).
De vez en cuando nos deleitaba, y lo sigue haciendo, con algún plato exquisito, que sólo mi hermana sabe repetir, ya que yo no me siento capaz.
Por no decir de su maestría a la hora de coger la pluma o los pinceles: pocas personas saben escribir los versos y pintar los óleos que pinta ella.
A ella el único pesar que la ha acompañado siempre es la prematura muerte de su padre, tragedia irreparable donde las haya, pero al recordarlo y mencionarlo casi a diario ha hecho que siga presente, y con eso hemos podido conocerle los que no tuvimos la suerte de tratarlo en vida.
Muchas son las anécdotas de su infancia y juventud con las que nos ha deleitado mi madre, con esa forma tan especial que tiene de contar las cosas, como si fueran cuentos, y que han llenado nuestros ratos de ocio de vida y emoción.
Desde que es abuela, se puede decir que es dos veces madre, por cómo cuida de sus nietos, siempre pendiente de sus necesidades.
Y ahora, querido lector, que estoy a solas contigo, quiero decirte que doy gracias a Dios por haber tenido madre todos estos años, y le pido poder seguir teniéndola por muchos más. No todo el mundo tiene esa fortuna.

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