jueves, 18 de diciembre de 2008

En honor a la verdad (X)


- Es curioso cómo los argumentos de las películas se van adaptando a los tiempos que corren. Hace poco ví una en la que se contaban las peripecias de un grupo de niños atrapados en un aeropuerto en época navideña por culpa de una tormenta de nieve. Lo curioso es que se trataba de niños y adolescentes que viajaban solos, algo por lo visto cada vez más frecuente, y los metían en una gran sala a parte, donde habían montado una auténtica batalla campal para no aburrirse.
Lo que más gracia me hizo fue cuando, al llegar los protagonistas a aquel lugar, el espectáculo que se veía era hilarante: objetos lanzados de un extremo a otro, un coro de niños dirigidos por otro que entonaban villancicos a base de eructos, y lo mejor de todo, un chico negro con un elegante uniforme de colegio privado, como de unos 14 ó 15 años, que se movía con un ordenador portátil de aquí para allá con la única finalidad de hacer una especie de gráficas con el porcentaje de niños que viajaban solos y el motivo por el que lo hacía.
Al llegar el chico protagonista, otro quinceañero, con su hermana pequeña, el del ordenador les preguntaba: “¿Vosotros por qué viajáis solos?. ¿Por ser hijos de divorciados?. ¿Porque sois judíos y vais a ver a vuestros abuelos?. ¿O por alguna otra causa?”. Y al decir todo esto enseñaba la pantalla de su ordenador con las gráficas de quesitos exhibiendo esos dos motivos como los principales. Por lo que se ve el divorcio es una auténtica epidemia, y debe ser que sólo los judíos tienen costumbre de ir a ver a sus abuelos por Navidad.
La película tiene su guasa, y su puntito de cruda realidad.

- Es increíble la historia tan rocambolesca que se montaron con lo de “El Código da Vinci”. Ya no saben qué inventar en lo que a la Biblia se refiere, un relato que es tan sencillo y bonito y la manía que tienen de volverlo del revés y sacarle tres pies al gato con argumentos falaces y retorcidos. Eso sí, afirmando que todos los descubrimientos que hacen y sacan a la luz están basados en investigaciones científicas y que si se hallaban ocultos hasta ahora era por culpa de la Iglesia católica, a la que supuestamente le convenía que ciertas cosas no se supieran. Qué poco respeto merecemos los cristianos, y con qué poca fuerza defendemos nuestra religión. A la más mínima insinuación un poco fuera de lo normal que se haga de otras religiones, ya se ha montado un cisco tremendo.
En “El Código da Vinci” se afirmaba que Cristo no murió y que se casó con Mª Magdalena y tuvo hijos. A todos nos hubiera gustado que, ya que se hizo hombre para sufrir y sentir las mismas cosas que sufrimos y sentimos nosotros, por lo menos que hubiera disfrutado de una vida más normal y que hubiera permanecido entre nosotros mucho más tiempo. Pero por desgracia ésto no es como en las películas que tienen final feliz, hubo un martirio y una Resurrección.
A casi todos los ídolos que en el mundo han sido los reviven una y otra vez aún cuando lleven años y años muertos. Y es que todos los que son dignos de admiración y cariño por parte de la gente parece que tienen casi la obligación de ser eternos, no se pueden marchar y dejarnos solos, nos ayudan a vivir y su ejemplo da sentido a nuestra existencia.
Queremos humanizar a Jesús más de lo humanamente posible. Y si hay que desclavarlo de la Cruz porque la imagen de su sufrimiento nos hiere, hagámoslo con nuestras buenas obras, haciendo el Bien sin descanso, y no con especulaciones torticeras y malintencionadas.

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