El mundo de los efectos especiales por ordenador es un mundo fascinante que no ha hecho sino crecer y desarrollarse a lo largo de los años. Desde aquellas famosas imágenes de la luna, en los tiempos del cine mudo, representada por la cara de un actor con abundante y pastoso maquillaje, sobre la que había aterrizado un supuesto cohete en uno de sus cráteres, que en realidad era uno de sus ojos, han pasado muchas cosas, y las técnicas han ido evolucionando de forma vertiginosa y sofisticada. Hoy en día no hay nada prácticamente que no se pueda lograr en el cine.
El mago de Oz fue pionera dentro del cine sonoro cuando afrontó el reto de visualizar en la pantalla un huracán. La primera idea que se tuvo fue emplear los indicadores de viento existentes en los aeropuertos. Se construyó un enorme tubo de muselina de las mismas características. Luego se realizó una reproducción a escala del cercado y la granja que aparecen en la película.
La base del tornado desaparecía por una ranura del decorado, cubierta de goma, por donde se conectaba a un caballete (una estructura metálica móvil similar a las utilizadas en los almacenes para levantar pesos), que iba a su vez prendida de un pequeño coche. Este efecto, combinado con aire comprimido, humo y polvo, fue filmado a través de dos pantallas de cristal cubiertas de nubes de algodón gris que simulaban el cielo tormentoso.
Todo lo que ve la protagonista desde la ventana de su casa, atrapada en el interior del tornado, se logró mediante sobreimpresiones. El tubo de muselina fue filmado por una cámara giratoria.
Algunos de los cuarenta operarios a punto estuvieron de intoxicarse con la preparación de algunos efectos, por ejemplo, al verter resina caliente en mercurio frío.
Así y todo, en los trucajes menores el ingenio primó sobre la improvisación: se empleó látex para construir los árboles parlantes, y un sistema de polvo de talco y aire comprimido fue la chimenea del Hombre de Lata.
En contraste con todas aquellas técnicas tan básicas que utilizaban materiales corrientes y mucha imaginación, en los años 70 se produjo el despegue meteórico de los efectos especiales. George Lucas fue un pionero de los efectos especiales cuando, mientras preparaba el rodaje de Star Wars, fundó Industrial Light & Magic en 1975. Aquella película marcó un hito en la historia de los films de ciencia ficción, género en el que los trucajes visuales han sido cruciales. La 1ª película que se hizo de la serie tenía unas 500 tomas con efectos especiales. Para realizar las maquetas de las naves espaciales, los técnicos adquirieron numerosas maquetas de aeromodelismo, y las fueron ensamblando hasta completar unos imaginativos diseños que hoy son ya legendarios. Todos estamos aún alucinados con aquellas naves flotando en el espacio sideral negro e inmenso, o con la fosforescencia de las espadas láser que los protagonistas usaban en sus luchas. Muchas de estas cosas están ya más que superadas, pero en su momento fueron una novedad acogida con sorpresa y entusiasmo por el gran público.
George Lucas abrió después un departamento de sonido, otro de videojuegos y un estudio digital, que posteriormente conformó Pixar, el famoso estudio de animación por ordenador.
Willow fue uno de los primeros largometrajes en utilizar detallados gráficos por ordenador para representar personajes, concretamente en los efectos especiales de transformación, como cuando Willow usa la varita mágica para acabar con el troll o cuando un tablón de madera de un puente se convierte en piedra. Fue esta una película fantástica, increíble y tierna, que dejó en el espectador una huella imborrable, y nos inició en el mundo de los mágicos seres de los bosques.
En E.T. Spielberg, el maestro de los efectos especiales por excelencia, que ya tenía en su haber películas como Encuentros en la 3ª fase, un hito en la historia del cine, marcó toda una época con el personaje que hizo construir, y con escenas como las de la bicicleta voladora con enorme luna de fondo.
Con Jurasic Park Spielberg quería hacer los dinosaurios a tamaño real, pero se dio cuenta de que era tremendamente caro. Convocó a los creadores de efectos especiales más importantes de Hollywood, cuatro empresas que pasaron un año investigando todo cuanto se conocía sobre el tema, con el asesoramiento permanente de dos de los paleontólogos más prestigiosos del país. Terminado el rodaje, empezó el trabajo de los técnicos que debían añadir los planos con imágenes infográficas (imágenes que tratan de imitar el mundo tridimensional mediante el cálculo del comportamiento de la luz, los volúmenes, la atmósfera, las sombras, las texturas, el movimiento, etc.), pero sus ordenadores iban más lentos de lo que Spielberg esperaba. Se necesitarían varios meses y treinta millones de dólares. La mitad del presupuesto se fue en efectos especiales.
Pero la revolución de los trucos visuales en el cine vino con Forrest Gump. Me llamaron la atención la forma como eliminaron las piernas del actor que encarnaba al teniente Dan. Se le pusieron unos calcetines altos azules a la altura a la que luego aparecen cortadas. Cuando está sobre la borda del barco se hizo un hueco para que pasara las piernas con naturalidad antes de tirarse al agua. También fue increíble la inclusión del protagonista en escenas rodadas hace años con personajes famosos.
Piratas del Caribe no sería nada sin los efectos especiales. El montaje digital de una imagen sobre otra, tomando como base el cuerpo real de los actores, hasta transformarlos en seres casi monstruosos, es de un realismo extraordinario.
Terminator 2, Jumanji, Twister, Superman, Origen, 2012, Harry Potter, son incontables las películas cuyos efectos especiales nos han sorprendido y admirado a lo largo de décadas. Cada vez se utilizan más, hasta el punto de que el cine actual hace recaer todo el peso de las historias en estos prodigios visuales antes que en la contundencia de sus argumentos. No sabemos lo que está aún por venir, con los vertiginosos avances que se producen cada poco tiempo en composición óptica, montaje fotográfico por ordenador y simulación digital, pero lo imaginamos plagado de suculentas invenciones que romperán todos los moldes hasta ahora conocidos.
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