viernes, 27 de abril de 2012

Un poco de todo (XLIII)


- Vivimos tiempos convulsos. Parece que ya nada está en su sitio. Cambios políticos, sociales, económicos, a una velocidad vertiginosa. Tengo la sensación de que nos hubiéramos montado en una gigantesca montaña rusa en la que no paramos de subir y bajar, de girar una y otra vez en constantes espirales de sinrazón colectiva.

Ser testigos del panorama nacional que nos aqueja, donde personajes de opereta parecen no tomarse nada en serio, incapaces de controlar sus histrionismos, es algo que desalienta. Nos hemos perdido el respeto unos a otros. Todo se ha trastocado. Ahora los reyes piden disculpas por haberse ido de safari, las Vegas quieren invadir nuestra relativa calma de ciudad aún castiza, la Bolsa ha retrocedido a niveles de hace 9 años, y el interés general es captado casi exclusivamente por el fútbol.

Ya no hay buenos ejemplos, ni gente de la que se pueda uno fiar. Priva la cultura del timo más descarado, del trueque de favores, de tonto el último. Como en la época del Lazarillo de Tormes, la picaresca sigue estando a la orden del día. He leído por ahí que es timorato hablar de una crisis de valores. Yo hablaría más bien de una desaparición de valores, de una ausencia casi absoluta de referencias éticas que nos orienten en el marasmo en el que flotamos.

¿Quién sobrevivirá a este naufragio? ¿Qué quedará después de este tifón que está sacudiendo al mundo entero? Cuando la amenaza climática, las armas de destrucción masiva y la crisis total se ciernen sobre nosotros, con las voces de los visionarios de fondo atizando leña al fuego, parece que sólo queda resignarse. Tan sólo nos alienta un poco de dulzura y esperanza en las sonrisas de los niños, en sus manitas tendidas a nosotros en busca de atención y protección, cuántos tesoros aún no mancillados. Sería imperdonable perder eso también.

- Y es que realmente se le vio al Rey muy solo en la puerta de la habitación del hospital, pidiendo perdón por asuntos públicos y privados diría yo. Parecía un niño pequeño compungido y arrepentido por alguna travesura cometida, y nadie de su familia para acompañarle.

Y lo de Las Vegas en Madrid es un tema cada vez más polémico. He leído que haría falta cambiar las leyes referidas a horarios comerciales, enjuiciamiento civil, juego, extranjería, y prevención de blanqueo de capitales. Además una ley que garantice exclusividad y ventajas fiscales durante 10 años, y que se permita a menores y ludópatas reconocidos entrar en los casinos, en cuyo interior se podría fumar.

Prostitución, mafias, son lacras que hacen olvidar el dinero que va a circular si se llevara a efecto y la cantidad de puestos de trabajo que se generarían. Hagan juego señores, las apuestas están abiertas.

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