martes, 28 de agosto de 2012

Hemingway y Martha


Me ha parecido caótica y tendenciosa la película que se ha hecho sobre el tiempo que pasó Hemingway en España durante la guerra civil. Es ingeniosa la forma como incluyen a los protagonistas en escenas reales rodadas en aquella época, haciendo aparecer las imágenes en tonos sepia, pero el desarrollo de la historia carece de contundencia, está como desmembrada, y la forma como se ha representado a los personajes es histriónica, se recrea en los detalles más pintorescos y escabrosos, siguiendo un punto de vista muy particular, que en poco o en nada se corresponde con la realidad.

No sé si llegó a ser cierto, pero me pareció increíble ver reunidos en un mismo lugar a figuras de la talla de Hemingway, Frank Cappa o John Dos Passos, atrincherados en un hotel de la Gran Vía, a la espera de cubrir el acontecimiento, junto con Martha Gellhorn, la por entonces famosa escritora y periodista que terminó siendo la 3ª esposa de Hemingway. Son impresionantes las escenas reales de los bombardeos áereos de la Gran Vía, en las que se hace aparecer a Gellhorn, seguida de Hemingway, saliendo a la calle para rescatar a un niño que llora junto a su madre muerta. Se ven a los aviones sobrevolando yo creo que lo que ahora es el Palacio de la Prensa.

Se retrata a Hemingway como un genio que vive tiranizado por todo tipo de vicios y manías. Alcohólico, obsesionado con el sexo, con un carácter violento y pendenciero, está a punto de volarse la tapa de los sesos junto con un viejo oficial ruso por una pelea, por el procedimiento de la ruleta rusa. Debía tener tendencias suicidas ya por aquel entonces.

Escenas de sexo en el hotel entre Hemingway y Gellhorn, en medio de los bombardeos. Se muestra también la curiosa manía del escritor de escribir a máquina de pie sobre un mueble alto y de luego ir dejando caer los folios que ya había terminado junto a él, sobre una papelera o el suelo. Decía tener la manía de que sus papeles no estuvieran nunca arrugados, aunque imagino que luego intentar ordenarlos en el desorden en que iban cayendo tampoco debía ser tarea fácil.

Se ve a todo el grupo viajando en camionetas con los combatientes hasta las zonas rurales, para permanecer en las trincheras y ver la guerra en directo. Cappa hace su famosa foto del soldado que se cae hacia atrás justo cuando le acaban de disparar y muere. Hemingway, furioso, recoge el arma del fallecido y salta al campo de batalla con el resto de la tropa, corriendo en pos del enemigo como un soldado más. Cuando una ideología es llevada al extremo supongo que es fácil que se den situaciones como éstas, en las que uno se ve metido en conflictos ajenos, tomando partido por causas que llega a considerar suyas.

Fue muy curioso observar a la gente de los pueblos, republicanos, todos con su boina, subidos a los tejados de las casas, lanzando piedras con hondas al enemigo. Cualquier cosa servía para hacer la guerra. Pero lo que me sorprendió muchísimo fue la visión de unos camiones del Ejército que portaban enormes altavoces a través de los cuales se conminaba a los republicanos, en nombre de Franco, a deponer las armas o a atenerse a las consecuencias.

Lo realmente excitante para mí, más que la rocambolesca historia de amor de la pareja protagonista, fue el seguimiento que del conflicto se hacía, tal como continúan haciendo hoy en día los reporteros de guerra. El vivir los acontecimientos en 1ª línea, el ser testigo de hechos que luego se van a convertir en Historia, me parece impresionante. No quizá de la forma tendenciosa que aparece en la película, donde se toma partido ciegamente por un determinado bando (algo que desde luego un profesional del periodismo no debe hacer jamás), sino siendo el narrador de unas situaciones terribles que todo el mundo debe conocer, y que suelen repetirse de una guerra a otra de manera indefectible.

Cuando Hellhorn, acompañada de Hemingway, se entrevista con Chiang Kai Shek, ya lejos de España y dedicada a cubrir otras guerras, y el líder chino aparece quitándose una roñosa dentadura postiza, que deposita en una taza, mientras toma el té sentado a una mesa con ellos, fue cuando decidí dejar de ver la película (ya tenía suficiente), ya que aún quedaba bastante para que terminara y además había empezado muy tarde.

Hemingway ha sido siempre un personaje controvertido, con un trágico final. Poder ver una pequeña parte de su vida, aunque sea contada de una forma tan peculiar, no deja de ser interesante, pero los actores no estuvieron convincentes encarnando a sus personajes, les faltaba garra y credibilidad.

¿Por quién doblan las campanas?, me pregunto recordando el título del libro que escribió sobre nuestra guerra civil. En el caso del escritor, las campanas terminaron doblando por él.



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