Acabo de terminar de leer un libro de un autor, Jorge Bucay, un psicólogo especializado en temas de autoayuda, que me prestó una compañera del trabajo a la que sus allegados le regalan siempre títulos de este señor a pesar de haber dejado caer en muchas ocasiones que no le gusta.
A mí, más que la autoayuda, lo que me interesa es el punto de vista de un psicólogo, de un estudioso del alma y del comportamiento humano, y en el caso de Bucay efectivamente puede resultar un poco cansino porque, como argentino que es, le da muchas vueltas a todo, dice muchas veces las mismas cosas con distintas palabras, como para cerciorarse de que a todo el mundo le ha quedado bien claro lo que ha querido decir.
En seguida me llamó la atención el título, “El camino de la autodependencia”, pues es ésta una palabra que no se suele oir mucho. Tras la lectura del libro supe que lo que quería expresar con ella es la necesidad vital de ser dueños de nosotros mismos, de depender de los demás sólo en ciertos aspectos, pues nadie puede prescindir completamente de los otros, el ser humano es un ser social por naturaleza, un zoo politikon que decían los griegos, según recuerdo de los tiempos del instituto.
Al principio del libro Bucay afirma que antiguamente lo que el padre enseñaba al hijo servía porque las vivencias de uno y otro eran similares, pero hoy en día lo que enseñemos a nuestros hijos de poco les va a servir en la mayoría de las ocasiones, porque van a tener experiencias que ni siquiera nosotros podemos imaginar.
Antes se decía a los hijos que cuando tuvieran su propia casa mandarían ellos, pero que mientras tanto en casa son los padres los que mandan. Ahora los hijos, de las primeras palabras que aprenden a pronunciar es “¿y por qué?”. Todo se cuestiona, a todo quieren encontrarle una explicación. Es una rebeldía positiva que les salva “de nuestra manía de querer encajarles nuestra manera de ver las cosas. Ellos se van a salvar por medio de la rebeldía que ellos no se ganaron, nosotros se la enseñamos”, según afirma Bucay. Ese es el cambio que hemos introducido los de nuestra generación respecto a generaciones anteriores.
Para el autor la autodependencia es “saber que yo necesito de los otros, que no soy autosuficiente, pero que puedo llevar esta necesidad conmigo hasta encontrar lo que quiero, esa relación, esa contención, ese amor…” Si no encuentro en una persona lo que voy buscando, en lugar de quedarme sentada lamentándome y llorando, continúo adelante hasta dar con lo que me satisfaga.
“Cuidado con definir quién soy a partir de quién me acompaña”, dice Bucay. “No puedo definir mi camino desde tu punto de vista y no debo definirme a mí por el camino que estoy recorriendo (…) Soy yo el que debe definir primero quién soy”.
No todo el mundo tiene la suerte de haber tenido unos padres que de verdad hayan sabido hacer su papel. “Tener “padres nutritivos” tiene la ventaja de haber escuchado desde pequeños mensajes constructivos como “Tú puedes ser quien eres”, “Tú puedes pensar lo que piensas”, “Tú puedes sentir lo que sientes”, “Tú puedes correr tus propios riesgos”. (…) Estos privilegiados solitos saltan del trampolín y se zambullen en la vida desde un lugar afortunado.”
“Todo este reino es para ti y lo es por pedirlo, sólo tienes que reclamarlo. Pero no puedes reclamarlo si crees que eres un mendigo”.
“El primer hito del camino hacia la autodependencia es el propio amor, como lo llamaba Rousseau, el amor por uno mismo”.
“Yo no me quiero privar de complacer a los que quiero, pero no lo hago por ellos, lo hago por mí. Si yo hiciera cosas por ti ya no sería autodependiente. No dependería de mí, sino de lo que tú necesitaras de mí”.
“Si pretendo saberme, debo empezar por mirarme con una mirada ingenua. Sin prejuicios, sin partir de ningún preconcepto de cómo debería yo ser. Nunca podré saberme si me busco desde la mirada crítica.”
Hay que ser asertivo, hay que saber defender las propias opiniones aunque vayan en contra de la mayoría. “Estoy hablando de la capacidad para poner límites, de la valoración de la intuición y de la validez de la propia percepción de las cosas. Estoy hablando de no vivir temblando ante la posibilidad de ser rechazado por aquellos con los que no estoy de acuerdo.”
“Las emociones se sienten más allá de que a uno le guste o no sentirlas, más allá de que quiera sentirlas con más o menos fuerza, más allá de la propia decisión. Sin embargo, si bien no puedo ser dueño de mis sentimientos, sí puedo ser dueño de lo que hago con mis sentimientos”.
“El conformismo de la aceptación implica la serenidad de la ausencia de urgencias para el cambio, mientras que el conformismo de la resignación implica forzarse a quedarse anclado”.
“La autonomía es posible únicamente para el individuo que decide convertirse en persona. Es un gran trabajo y, por supuesto, ni siquiera cuenta con el aplauso de los demás.”
“Elegir significa entonces hacer mi camino para llegar a la cima de la montaña que yo decida escalar”.
“Tendré que decidir qué hago. Con mis limitaciones, con mis miserias, con mis ignorancias, con todo lo que sé y aprendí, con todo eso, tendré que decidir cuál es la mejor manera de actuar. Y tendré que actuar de esa mejor manera. Tendré que conocerme más para saber cuáles son mis recursos. Tendré que quererme tanto como para privilegiarme y saber que ésta es mi decisión. Y tendré entonces algo que viene con la autonomía y que es la otra cara de la libertad: el coraje. Tendré el coraje de actuar como mi conciencias me dicta y de pagar el precio. Tendré que ser libre aunque a ti no te guste”.
Los autodependientes son inmanejables, sólo puedes manejarlos si ellos quieren.
Tal y como lo plantea Bucay, tomar el camino de la autodependencia personal no parece tan difícil. Pero llevar lo que está escrito en un libro a la vida real es otra cuestión. Aunque nada es imposible si uno se lo propone.
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