El otro día estuve en IKEA, sitio que ya hace tiempo tenía ganas de ver, ya que todo el mundo habla de él y parece estar tan de moda. Pero creo que va a ser la última vez que yo vaya por allí, porque entre lo lejos que está de mi casa, lo mucho que hay que andar para verlo todo, y que tampoco encontré nada que me terminara de gustar, me hizo pensar que perdía el tiempo.
Ciertamente la exposición recreaba ambientes hogareños como los de las revistas que IKEA edita, pero en éstas se hace evidente el photoshop y el buenhacer de decoradores y publicistas. Cuando ves los muebles al natural te das cuenta de que les falta algo, un acabado mejor, mayor consistencia, más señorío, les falta un hervor, como se suele decir. Comprendes por qué los precios son tan asequibles, pero echas de menos un poco más de calidad a un precio también razonable.
IKEA ha usado mucho el tirón de lo sueco para promocionarse en nuestro país, pero me da la impresión que en Suecia seguramente se utilicen estos diseños, pero la consistencia de su mobiliario será bastante mejor. Hubo algunas ideas que me encantaron en la exposición, recuerdo especialmente los tonos de una tela que se ponía sobre la pared, emulando al empapelado que en mi infancia estaba tan en boga. Me entusiasmaron. Y desde luego que el conjunto sea resultón a los ojos del posible comprador lo consiguen con los complementos: espejos ondulados, centros de velas de colores intensos y aromáticos, jarrones con flores artificiales que parecen naturales, marcos para fotos, cojines, telas brillantes para los edredones… Pero eso lo encuentras también en Zara Home, quizá un poco más caro, pero con más estilo.
El recorrido de la exposición te obligaba a pasar por los almacenes gigantescos donde cada cual coge lo que se quiere llevar. Es un gigantesco autoservicio de mobiliario, donde todo está cuidadosamente desmontado y embalado para que te lo puedas llevar si dispones de coche, y de habilidad para el montaje de artilugios varios. Me recordó a una película de animación que veía con mis hijos cuando eran pequeños, “Monstruos, S.A.”, en la que aparecía también una nave gigantesca donde los objetos estaban puestos a todos los niveles, tan pronto los veías colgando del techo como a un nivel intermedio o bajo. Me sentí minúscula en medio de aquel mundo de muebles.
Estas exposiciones están muy machacadas. Todo el mundo se mete por en medio de los habitáculos, se sientan en los sillones y en las camas. Yo también lo hice, pues voy buscando un dormitorio y unos sillones. Éstos resultaron incómodos, salvo uno individual con aspecto años 60, que no es lo que necesito. En cuantos a las camas, quería dos con un determinado cabecero que sólo encontré en una de matrimonio, que me encantó, pero tampoco es lo que quiero. Cabeceros para camas individuales sólo tienen un modelo suelto, bastante horroroso por cierto, y la verdad es que el poco repertorio de que disponen para este artículo me pareció un fallo por parte de IKEA.
Tan sólo me sentí a gusto en un asiento que simulaba una mecedora moderna, pero si compro buenos sillones tampoco me va a hacer falta. Me imaginé allí recostada, viendo la tele o disfrutando de alguna lectura.
Al final, después de las cajas, pasas a una zona de restauración donde, entre otras cosas, te ofrecen albóndigas suecas. Aquí, ya digo, el tirón de lo sueco se explota mucho. Me preguntaba de qué estarían hechas, y me pareció un poco chocante encontrarte con albóndigas a la salida de una exposición de muebles.
Acostumbrados como estamos a la telebasura, la comida basura, los contratos basura, etc., comprar muebles de escasa calidad que den bastante el pego parece ser lo más normal. Una decepción para mí, desde luego, que me esperaba otra cosa. Al final ternimanos yendo todos a los mismos sitios, como borregos, sólo porque están de moda, pero tengamos un criterio lógico, sepamos distinguir lo bueno de lo light, incluso tratándose de muebles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario