viernes, 14 de diciembre de 2012

El ayer y el hoy de El Corte Inglés


El antes y el después de El Corte Inglés

Es increíble la distribución de personal tan desafortunada que tienen actualmente en El Corte Inglés. En departamentos como deportes tienen una sola empleada para toda una marca. O en la zona de libros de divulgación, biografías y oposiciones, como se supone que no hay tanta demanda comparado con la planta de bestsellers, tienen sólo dos personas atendiendo toda la planta. En cambio, en sitios como el de los pijamas tienen a cuatro empleadas que apenas trabajan y acosan a los posibles compradores en cuanto asoman la nariz por allí, aburridas de no hacer nada y ansiosas por llevarse la comisión.

El Corte Inglés, que siempre ha sido parangón del resto del mundillo comercial, ha bajado el listón sobremanera en los últimos tiempos. Ni la calidad de la confección es la misma, ni las ofertas son en realidad tales, pues siempre tienen un gran margen de beneficio (aunque disponen, eso sí, de buenos publicistas que crean campañas con mucho gancho), ni te atienden como antaño debido a esa redistribución errónea del personal a la que aludía. Las pocas empleadas que hay en sitios en los que tendrían que haber puesto más están sobrecargadas de trabajo y llevan a cabo sus cometidos malhumoradas.

También es cierto que hay un tipo de vendedora, que se desarrolla y prolifera en grandes almacenes, y que responde al perfil de mujer de mediana edad, muy pintada y cubierta de quincalla, que se mueve con parsimonia chulesca de aquí me las den todas, con la de años que llevo en esto, y que no son solícitas ni eficientes, hasta el punto de que aunque se declarara un incendio ellas se tomarían su tiempo para dirigirse a la salida. Quizá si se les pone un fajo de billetes a la vista sí se tomarían la molestia de meter el turbo para cogerlo antes que nadie. Si trabajaran en un puesto de verduras en el mercado central no se notaría la diferencia.

Hace poco fui con mi hija a la zona de la ropa de bebés, porque tenía ella que hacer un regalo, y me decepcionó enormemente lo que ví. Recuerdo cuando iba tanto por allí para comprarle la ropa a mis hijos de pequeños. Había una confección estupenda, un poco cara quizá, pero se correspondía con la calidad que ofrecían, y era una ropa muy bonita, hecha con mucho gusto. Ahora parece una tienda de saldos, llena de pijamas horrendos, con poca ropa de vestir, y si quieres algo un poco mejor hay que comprarlo de marca, y además de ser carísima tampoco tiene mucha variedad. Antes no hacía falta recurrir a las marcas si no querías, tenías lo que quisieras.

Será que El Corte Inglés también se adapta a los tiempos que corren, hechos de restos y basura varia. Del antiguo esplendor no queda más que las apariencias, el oropel de la fachada. En cuanto rebuscas un poco te das cuenta de la cruda realidad.

Un compañero del trabajo dice que esta entidad es como el termómetro con el que se mide la economía nacional: para saber cómo va sólo tenemos que fijarnos en cómo les va a ellos. Es alucinante el poder que ostentan los monopolios.

Sin embargo parece que el emporio no sólo sobrevive a la crisis, contra viento y marea, sino que extiende sus tentáculos por todas partes, como una epidemia imparable que contagia a todo lo que encuentra a su paso. Que haya tanto dinero e influencia en unas pocas manos resulta muy inquietante.

Mal que bien seguimos acudiendo allí, atendiendo al recuerdo de tiempos pasados, con la esperanza de encontrar algo del esplendor perdido, aunque sea en algún pequeño detalle, hartos también de la proliferación de los comercios regentados por los chinos, todos iguales y de calidad ínfima.

No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes