No es de extrañar que los libros de David Safier estén causando furor. Es la 1ª (o 2ª) vez que me rindo a los encantos de un relato que no es exactamente un bestseller por sus contenidos pero sí por su éxito de ventas. Estoy en contra de los bestseller casi por sistema, pues siempre que he querido leer alguno me han aburrido soberanamente y no he conseguido comprender por qué tanta gente los considera obras interesantes que merecen la pena ser leídas. He llegado a dudar de que no sean mis gustos los que andan extraviados cuando una gran mayoría opina lo contrario que yo.
No es difícil imaginar por qué tienen tanto encanto las historias de este escritor, un alemán con aspecto de caribeño meloso, cuando lo que hacen es explorar en las debilidades humanas y ponerlas del revés para buscar otros puntos de vista, otras formas de entender la realidad bajo un filtro de humor agridulce que es muy parecido al mío.
Situaciones inverosímiles en las que los protagonistas tienen ocurrencias de traca y hacen comparaciones mentales con las cosas más hilarantes y absurdas que se puedan imaginar, pero que vienen al pelo y poner al descubierto una mente vivaz y jocosa como pocas. Safier no aburre nunca, sus argumentos, por disparatados que puedan parecer, son perfectamente creíbles y nos enganchan desde el primer momento.
La mayoría de la gente se rió y disfrutó mucho con Maldito karma, su obra más conocida, su revelación en el mundo literario, pero no fue mi caso. Hay episodios en ella que me resultaron penosos, porque la desgracia ajena, aunque devenga en situaciones rocambolescas, nunca ha sido para mí motivo de rechifla. Cada vez que retomaba la lectura tenía una extraña sensación de agobio, pues eran tantas las graciosas desgracias que le sucedían a la protagonista que costaba asimilarlas y enfocarlas de manera desenfadada. Tener que vivir muchas vidas convertida en animales diversos hasta alcanzar el nirvana siempre me ha parecido un trabajo muy engorroso, la reencarnación es un auténtico fastidio.
En Jesús me quiere se redujo considerablemente el tono tragicómico de la trama, para mi regocijo. Seguía siendo una situación extrema e improbable, el Apocalipsis en este caso, pero Safier se ponía en el lugar de cada personaje y los hacía hablar de forma magistral, de acuerdo con la personalidad de cada uno, hasta conseguir dibujar un conjunto variopinto y desternillante. Me sorprende cómo es capaz de pensar y hablar como lo haría una mujer. Quizá no sea tan difícil para un hombre ponerse en nuestro lugar.
Ahora estoy leyendo su último libro, Una familia feliz, y también me provoca la risa. Una familia que no es precisamente muy feliz que cae bajo el hechizo de una bruja que los convierte en los monstruos más clásicos del imaginario popular.
En todos los relatos de David Safier hay un trasfondo común: las cosas no van bien para la protagonista, que arrastra con su actitud negativa a todos los que la rodean, y una fuerza superior viene a infringir un castigo ejemplarizante para que la interesada (siempre es una mujer) tenga que hacer lo imposible para salir de esa situación y dar un cambio a su vida, como una 2ª oportunidad. Hay como una moralina en todo esto, la convicción de que todo lo malo que hagamos habremos de pagarlo, en esta vida y no en la otra gracias al talento creativo del escritor, y el resultado nos servirá de lección para reformarnos. Algo un poco infantil si se piensa detenidamente, pero muy eficaz si lo que se quiere es hacer una novela divertida y diferente.
En sus tres libros se trata de una mujer desdichada, que ha perdido los papeles de su vida y que tiene poca autoestima. En su infelicidad se cree el blanco de la mala suerte o de un destino oscuro del que por lo general sólo ella es la causa, aunque se crea víctima inocente. Sus hilarantes pensamientos son ideas que en más de una ocasión nos han rondado la cabeza pero que nunca hemos materializado con palabras.
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