Otro reportaje reciente, Drenar
el Titanic, sobre el hundimiento del legendario trasatlántico, el más grande
del mundo en aquel momento, al que se creía insumergible, y dotado de la
tecnología más avanzada que existía por aquel entonces, cuando llevaba 4.000
km. recorridos en su viaje inaugural, ha arrojado nuevos datos sobre aquel
triste y legendario suceso que desde hace 113 años tiene en jaque a científicos
y estudiosos del tema. Desde el 9 de enero de 1.985, en que se localizaron los
restos por vez 1ª, han ido a la zona otras 20 expediciones que han completado
poco a poco el puzzle de misterios y oscuridad en que se ha terminado
convirtiendo este trágico suceso.
Esta última expedición utilizó
drones que se mantuvieron a 10 metros de los restos e hicieron pasadas
de 50 metros de izquierda a derecha y al revés una y otra vez, superponiendo el lecho marino
con los restos del naufragio, detectando la más mínima variación de altura y
recogiendo millones de datos. Después se envió un R.O.V., un vehículo
controlado a distancia al que se hace descender con cables, que hace miles de
fotografías digitales y 160 horas de video que han aportado información que se desconocía.
En total 37 terabytes de datos. En los meses siguientes multitud de ordenadores
convirtieron los datos aportados por el sonar en una representación en 3D del barco. Un
experto en imagen unió miles de imágenes tomadas a lo largo de 6
meses, habiendo hecho previamente 200 mosaicos para estudios arqueológicos en
el futuro. Son imágenes en alta definición que asombran a todo el que las
contempla. Han sido 4 años de duro trabajo.
Todo esto ha permitido hacer una recreación por ordenador en la que se vacía al agua del océano y se deja al descubierto el acero de los restos del
trasatlántico, como si estuviera en terreno seco y relucieran al sol. Entre el
lugar donde cayó la proa y el lugar donde cayó la popa hay un km. de distancia,
y se ha visto una gran hondonada donde cayó ésta última, debido al impacto. En total hay 5 zonas,
que se corresponden con las dos secciones del barco y los restos y objetos que
se fueron desprendiendo en su caída.
La proa, que está prácticamente
intacta, contenía los elementos más lujosos del Titanic: la gran escalera que
descendía a lo largo de 5 cubiertas, la piscina climatizada que estaba reservada
a los pasajeros de 1ª clase, y el gimnasio situado en una zona acristalada en
la cubierta. Doce metros están sobre el lecho marino, hasta casi las anclas,
que permanecen tal y como estaban, y 20 más están enterrados, el equivalente a un
edificio de 6 pisos. Su descenso, una vez separado de la sección de popa, fue
suave, a 55 km/h. y un ángulo de entre 15 y 30 grados. Su impacto contra el
suelo fue como si un gigantesco camión de 22 mil toneladas chocara contra un
ventisquero.
Un informe de la época señalaba
que la rotura del casco causada por el iceberg se extendía a lo largo de 100
metros, lo cual es puesto ahora en duda, pues el barco no habría tardado 2
horas y media en hundirse con un daño semejante. La observación de las nuevas
imágenes tomadas y el video permiten ver muchas pequeñas áreas de impacto,
brechas que sólo ocupan 1 metro cuadrado, que permitirían que se colaran 1400
litros de agua cada segundo. Con estas premisas se calculó el tiempo que
el Titanic tardaría en hundirse y el resultado es exactamente el que tuvo
lugar.
La sección de popa es más larga,
120 metros, pero aparece en un estado lamentable. El mapa acústico revela que
descendió girando en el sentido contrario a las agujas del reloj y quedó
retorcida de forma parecida a un sacacorchos. Los motores sí siguen intactos,
con sus 12 metros de altura Por las marcas que han quedado en el terreno se
sabe la velocidad a la que cayó, 80 km/h. También se sabe que los trozos de
fuselaje que se fueron diseminando no ocupan una zona tan grande como se creía,
lo que permite pensar que el barco no se partió en la superficie, como se ha
dicho siempre, sino lejos de ésta, cuando se estaba hundiendo.
Se han hallado
pequeños objetos que se han conservado extraordinariamente bien, tanto es así
que se ha podido saber a quién pertenecieron muchos de ellos. Así pasó con un
reloj de bolsillo de oro que aún conserva las manecillas, cuyo dueño fue un
potentado sudafricano que viajaba con su mujer y su hija para iniciar una nueva
vida en el oeste de los EEUU. Ellas sí sobrevivieron. O el diario de un joven
de 17 años que viajaba solo y que es prácticamente legible en su totalidad. Se
ve un frasquito de perfume que aún posee la esencia en su interior, cepillos para el pelo, un sombrero
de mujer, y sortijas que son joyas antiguas preciosas. Es como si el tiempo se
hubiera detenido y los usos y modas de la 1ª década del s. XX aún siguieran
vigentes.
Cuesta creer que estos objetos no
estén más deteriorados. Viendo tazas que pertenecieron a la vajilla con la que
se servían las comidas, sin un solo desperfecto, no logro comprender cómo las
millones de toneladas de agua helada que estaban sobre ellas a 4 km. de la
superficie no las hicieran reventar. O cómo estas piezas tan pequeñas hayan
permanecido a la vista como si los fondos marinos no se hubieran movido por
efecto de las corrientes marinas a lo largo de décadas y no las hubieran
cubierto, que sería lo normal.
Las cubiertas del barco, que se
construyeron en varios pisos, no tardarán en colapsar por efecto de la
oxidación, pues el fuselaje, que tan resistente parecía, se ha llenado de colonias
con millones de bacterias que la han ido minando, de forma que ahora es una
estructura sumamente frágil, y lo está haciendo a mayor velocidad de lo que los
expertos creían que pudiera ser posible.
El Titanic sigue mostrándonos
nuevos misterios a cada nueva investigación y cuanto más perfecta va siendo la
tecnología que lo estudia. Pasarán unos cuantos años más hasta que los estudios
estén completados, por lo que nos esperan revelaciones sin fin que nos
conducirán a la verdad acerca de lo que pasó con el infortunado barco y sus
ocupantes aquella noche del 14 al 15 de abril de 1.912.
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