miércoles, 12 de enero de 2011

Antes de un desfile

El otro día vi un reportaje en televisión en el que, cámara al hombro, se plasmaban todos los avatares que hay detrás de un desfile de alta costura, de Jean Paul Gaultier en particular. Es impresionante la actividad que llega a desplegarse, la cantidad de personas que participan, cada una con una misión.

El día antes del acontecimiento todavía está todo a medio hacer. En el enorme taller de costura las modelos se hacen pruebas para comprobar que todo está perfecto. Hay mil retoques que llevar a cabo, vestidos que se deben componer enteros.

Hay dos turnos de costureras, ya que la ley francesa prohíbe a los trabajadores, con excepción de los directivos, trabajar 24 horas seguidas. Las del turno de día dan instrucciones a las que llegan para el turno de noche. No les gusta dejar el trabajo sin acabar en manos de otras personas, pero es lo que hay. Al día siguiente retomarán sus labores, no sin desconfianza, para ver cómo han quedado.

A una modelo que lleva un vestido de noche plateado, hecho con un tejido metálico que en su conjunto pesa 6 kgs., le tienen que alargar el bajo porque es más alta de lo previsto.

En otra zona, una costurera cose en solitario lentejuelas. Han intentando ayudarla las demás, bordadoras, botoneras, pero es un material muy difícil: la mayoría se parten cuando las vas a enhebrar. Hay un montón de ellas partidas en el suelo en torno a ella.

El vestido hecho con piel de cocodrilo ha habido que montarlo por piezas. Es un material bastante rígido, va mezclado con ganchillo, y hay que unirlo escama a escama. Al final, por sus dimensiones, sólo ha quedado bien en una modelo, una chica oriental con menos complexión que las demás.

Gaultier está en el taller observando cómo quedan los vestidos en las modelos. Es un hombre grande, maduro, jovial, dinámico, que lanza expresiones muy francesas con su voz tonante. Disfruta enormemente con todo aquello, y disimula sus nervios y procura relajar el ambiente con sus ocurrencias. Si algo no le gusta se pone serio de repente y lo desecha al momento, no admite discusión posible, ante la consternación de la costurera de turno. Hay vestidos que, por el escaso tiempo del que disponen, se caen del desfile porque ya no pueden ser acabados. Se ve cómo se llevan uno azul precioso.

Algunos vestidos van llegando a la botonera, una mujer asiática que de repente es víctima de un ataque de risa histérico que no puede contener. Es buena señal que estén en esta fase, porque quiere decir que están casi listos.

La jefa de las costureras dice que no se va a poner nerviosa. Madura, muy delgada, modestamente vestida, lleva muchos años dedicada a lo mismo y ya sabe lo que pasa. “Hacemos lo que podemos, más no podemos hacer”. Su aparente tranquilidad es una mezcla de resignación y realismo, porque no se pueden pedir imposibles.

Se realizan ensayos en la pasarela. Gaultier se permite hacer algunos comentarios a media voz poco elogiosos para algunas de sus modelos, como que a una no le cabe el vestido porque ha cogido peso, u otra a la que no cree capaz de cerrar el desfile y está pensando en sustituirla, algo que una ayudante le quita de la cabeza de forma muy elocuente.

A algunas modelos les preguntan por su opinión acerca del modisto. Todas tienen palabras de admiración para él, menos una, que habla con una ironía sutil de la época en que Madonna comenzaba su carrera y él aparecía en un video dándole de latigazos a la cantante, quizá queriendo hacer un símil con la forma como las trata a ellas en los desfiles.

El diseñador, a pesar de los nervios, encuentra un momento para subir con el cámara a la azotea del edificio y enseñarle el atardecer parisino. Desde allí se ven algunos de los principales monumentos de la ciudad, la torre Eiffel incluida. Gaultier los va señalando, orgulloso. Nadie mejor que un francés para saber disfrutar del encanto y el glamour de París.

Y van transcurriendo las horas de intenso trabajo hasta que por fin, una hora antes de que comience el desfile, van llegando los invitados. Hay compradoras habituales, clientas ricas algunas de las cuales han pedido que sus rostros aparezcan distorsionados en el reportaje. Ninguna quiere sentarse en primera fila por temor a los secuestros. También se ve a una diseñadora famosa, a un actor de Hollywood, a la cantante Kylie Minogue…Hay champán para los asistentes.

Gaultier jalea a las modelos para que terminen de vestirse. Está detrás de las bambalinas en el momento que van a salir a la pasarela, para darles los últimos retoques.

La ganchillera observa medio llorosa desde un lugar apartado reservado al personal cómo desfila el vestido de piel de cocodrilo que tanto trabajo le ha costado terminar. “Todo va demasiado rápido, todo dura muy poco”, se lamenta emocionada, feliz.

El desfile se cierra con una especie de traje de novia. En la cara de la modelo, sobre el velo blanco, se proyecta el rostro de una estrella de cine antigua y famosa, imagen que luego se va desplazando hasta el fondo del escenario. Sobre su vestido también se proyectan unas luces brillantes. La modelo desfila ayudada por un técnico, que camina en la parte inferior de la pasarela a su lado dándole la mano, pues está cegada por el foco de la proyección y puede caerse. El resultado causa sensación. El resto de las modelos lanza exclamaciones de asombro y admiración junto a Gaultier, que lo observa todo sonriente.

Tras el aplauso general, el modisto se deja llevar por el subidón de adrenalina del momento. Corre el champán para las modelos y el equipo técnico. Gaultier va de aquí para allá como poseído. En un plano pasa deprisa junto a la cámara comiéndose un bombón helado. Los famosos se le acercan para felicitarle y charlar con él. Kylie Minogue le dice que le ha traído turrón (influencia de su novio español).

También en el taller hay brindis y se reparten algunas rosas. La jefa de costureras es vitoreada y aplaudida, y ella, como es su costumbre, se esconde detrás de algunas compañeras, pues su modestia le impide recibir los elogios sin sentir pudor.

Asombra ver que haya tanta improvisación antes de un desfile, es como si se hubiera dejado todo para el último momento. Pero el mundo de la moda es así, precipitado, caprichoso, intensamente creativo, efímero.

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