Nadie diría al ver a James Blunt que tiene un pasado militar, un hombre que parece tan pacífico y armonioso, pero es este contraste el que lo hace tan interesante y tan lleno de sentido.
Su padre era coronel piloto de helicópteros del Ejército británico, y su familia tiene una larga historia dedicada al servicio militar, muchas generaciones atrás.
Era casi inevitable que James Blunt estuviera vinculado a este mundo en algún momento de su vida. Incluso su educación universitaria fue patrocinada por las Fuerzas Armadas, lo que le obligaba a servir en la milicia un mínimo de cuatro años.
James Blunt sirvió en la unidad de reconocimiento blindado de la OTAN desplegada en Kosovo. Su misión consistía en garantizar el avance seguro de las 30.000 unidades de paz en la zona.
Llevó su guitarra al conflicto sujetándola con una correa en la parte exterior de su tanque. En ese tiempo compuso su canción No bravery.
Por aquel entonces tomó contacto con la organización Médicos sin Fronteras, a la que desde entonces apoya.
Fue campeón de esquí en el Ejército. Abandonó el servicio tras seis años.
Se inició en la música ya en su infancia, aprendiendo violín y piano, y con la guitarra empezó a componer con 14 años.
Poco a poco se fue dando a conocer, junto con su grupo, tocando en festivales. Los directivos de la primera discográfica con la que firmó un contrato pusieron como objeción que tenía un acento “posh” (pijo), porque pensaban que podria ser una barrera en su lanzamiento musical en Inglaterra, en donde hay marcadas diferencias sociales.
Su primer álbum pasó bastante desapercibido, pero con el segundo comenzaron a llegar los premios. Este lo compuso en su casa de Ibiza, donde vive.
Sacó su tercer álbum el año pasado.
Además de a la música, está dedicado a causas humanitarias y ambientales.
Si escuchamos las letras de James Blunt, vemos que tratan del amor, de la vida, del mundo, la guerra, y hay una cierta melancolía, una desesperanza que quizá se va atemperando conforme va sacando nuevos discos. Profundamente sentimental, romántico, su estilo es una mezcla de dulzura, suavidad e intensidad, con una música que llena los espacios con plenitud, potente, con un magnífico sonido de guitarras y batería, todo muy acústico.
Cuando habla de la guerra utiliza algunos videos que filmó mientras estaba en el Ejército. Se ven imágenes tomadas desde el tanque con el que recorría Kosovo, y algunas que se grabó a sí mismo. Se le ve muy joven, con el pelo corto.
Hay canciones como High que cuando las escucho se me pone la carne de gallina. Muchas de sus melodías han sido utilizadas para anuncios publicitarios y películas.
Pero lo mejor de James Blunt es su enorme naturalidad y sencillez. Da igual los años que pasen, él se mantiene fiel a sí mismo, con los pies en el suelo. La fama no se le ha subido a la cabeza. Controla cada momento de su vida con todos sus sentidos. Cuando se le ve actuar, parece que todo en él fluye espontáneamente, sin esfuerzo. Su cabeza está llena de historias que contar, de música, de creatividad.
James Blunt, un cantante cuya voz destaca por sí misma por encima de otras muchas, sin pretensiones ni alardes.
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