Siempre despotrico contra el cine que se hace aquí porque pienso que no estamos a la altura del resto de cine europeo, a pesar de que de vez en cuando surgen algunos talentos que, por alguna razón, no reciben la suficiente promoción ni reconocimiento. Será que los gustos van por otros derroteros, o es que a parte de Almodóvar es como si no tuviéramos otra cosa aquí. Pero últimamente he visto unas cuantas películas de producción nacional que no me han dejado indiferente. Seguimos sin estar al mismo nivel que el resto de países, pero se percibe un conato de incendio, la semilla de algo interesante que está a punto de brotar.
Y así tenemos La suerte dormida, película que dirigió en su momento la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, que contó con actores tan estupendos como Adriana Ozores y José Soriano. Me ha encantado la forma de interpretar de ambos, y la historia está bien llevada, un drama cotidiano que no resulta aburrido precisamente por la manera como lo ha desarrollado. Me parece a mí que esta mujer desempeña mejor su trabajo como directora de cine que en una cartera ministerial, pero hoy en día cualquiera puede ascender a puestos de gran responsabilidad con independencia de su formación y ocupación anterior, basta con estar bien relacionado.
También me gustó Primos, una comedia romántica muy desenfadada, con momentos hilarantes. Cuenta con un plantel de jóvenes actores al que auguro un futuro muy prometedor. Hay una escena que me llamó especialmente la atención, en la que se ve a dos de sus protagonistas, hiperhipocondríacos y llenos de fobias, intentando superar algunos de sus miedos exponiéndose a ellos totalmente. Están subidos a una de las atracciones de la verbena de su pueblo, un barco que se mueve a un lado y a otro cada vez más deprisa. Al final hasta se lo pasan bien, aunque a su modo tan peculiar. Son conmovedores. Y es que a mí me pasa lo mismo, no me considero una persona especialmente fóbica, pero sí que me es imposible afrontar el pánico que me producen las atracciones de las ferias. No consigo comprender cómo la mayoría de la gente se divierte llevando al extremo sus constantes vitales.
Pero la que más me ha impresionado ha sido el último film de Icíar Bollaín, También la lluvia. Es un rodaje dentro de otro rodaje, los entresijos del mundo del cine con el exótico paisaje de Bolivia como escenario de fondo. Lo que parecía un trabajo como otro cualquiera se termina convirtiendo en una cuestión personal para el director y el productor protagonistas, al verse involucrados en las revueltas sociales de los habitantes de la zona. Es un viaje hacia un mundo cuya problemática conocemos sólo de oídas, y cuyo origen data de la época de los conquistadores, de los que se nos ofrece una visión completamente distinta a la que nos tenían acostumbrados. Descubrimos una Historia nueva y desgarradora que no está contada en los libros. Es también un viaje hacia su propio mundo interior para el director de la cinta, papel interpretado por un cada vez más maduro y bello Gael García Bernal, un acierto su elección entre todo el plantel de actores.
Hay escenas que se quedan grabadas en la memoria, como el plano en el que se ve la reconstrucción de una carabela en el plató de rodaje, o la que sirvió de cartel publicitario de la película, un helicóptero llevando por el aire una enorme cruz sujeta con cuerdas.
Vemos en el cine español actual una gran variedad de temas, pero con un denominador común, la cotidianeidad. El cine que aquí se hace es cercano e intimista, aborda problemas universales desde la óptica del ser humano individual, corriente, en su vida diaria. Los desenlaces suelen ser sorprendentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario