jueves, 1 de diciembre de 2011

Gregory Peck (I)


Hay algunos actores que por su personalidad son enormes, aunque pueda parecer que pasan desapercibidos, confundidos entre otras muchas estrellas rutilantes del firmamento cinematográfico. Gregory Peck es uno de ellos.

En un reportaje que produjo su hija podemos ver a un Gregory Peck ya muy mayor cuando hizo, cuatro años antes de morir, una gira por EEUU en la que tuvo ocasión de volver a los escenarios y sentir en vivo y en directo el calor del público. Durante hora y media, sentado en un sillón, contaba anécdotas de su vida privada y de sus películas, y respondía después a las preguntas de los asistentes.

Habló sobre su infancia, que fue triste y solitaria, aunque no se lamentaba, lo tomaba con filosofía, como parte de las circunstancias de la vida. Sus padres se separaron siendo él un niño y lo llevaron a vivir con un familiar durante un tiempo, hasta que decidieron ingresarlo en una escuela militar. En el grupo teatral de la universidad dijo encontrar el calor familiar que le había faltado y le hizo iniciarse en el mundo de la interpretación, descubriendo que a través de ella podía dar salida a sentimientos y emociones que estaban dentro de él y que no podía expresar de ninguna otra manera.

Recordó una anécdota de juventud, cuando le dijeron a su padre en una gasolinera al ver su firma después de haber hecho alguna compra si él era el padre de Gregory Peck, lo que le hizo sentirse orgulloso. Llevaba ya rodadas una docena de películas.

También cuando conoció a la que sería su segunda y definitiva mujer, una periodista francesa que le entrevistó en una ocasión y a la que telefoneó en un viaje a París, después de haber estado dando vueltas aburrido por la ciudad durante algunos días. “Somos almas gemelas”, dijo. Por la forma como hablaba de ella se veía que era un hombre profundamente enamorado de su esposa, a pesar de los muchos años que llevaban casados, y en algunas de las charlas que dio la presentaba al final, para que todos la conocieran. Seguía siendo muy hermosa a pesar de la edad.

Hablando sobre algunos de sus trabajos, el que más huella le dejó fue según sus palabras Matar a un ruiseñor, pues durante el rodaje conoció a Harper Lee, la autora del libro autobiográfico en el que se basaba el film, y trabó una amistad con ella tan profunda y duradera, que ella al final le regaló el reloj que a su vez le había regalado su padre, el protagonista de la historia. Peck, mientras hacía la gira, fue nuevamente abuelo y le sugirió a su hija y al marido de ésta que le pusieran el nombre de Harper en honor a ella.

También charló largo rato sobre Audrey Hepburn, con la que le unió una tierna amistad que duraría hasta la muerte de ella, y con la que he leído que colaboró en sus iniciativas humanitarias.

Los espectadores que abarrotaban los teatros por los que pasó le hacían muchas preguntas sobre sus vivencias durante los rodajes. Hubo alguien, un tanto morboso, que le preguntó por la escena de Arabesco en la que estaba frente a una Sofía Loren desnuda en la ducha. A todo contestaba con humor y sencillez, pero en esta ocasión, y como es un caballero, se limitó a sonreir un poco y dijo algo así como que fue impactante. Es sabido que en las escenas en los que los desnudos no se muestran explícitamente, algo bastante corriente hace años, los intérpretes llevaban adosados en partes estratégicas del cuerpo una especie de apósito que les tapaba lo que no debía ser visto.

Hubo otra persona que le preguntó por cómo se sentía cuando interpretó por 1ª y única vez un personaje de “malo” en Duelo al sol. Acostumbrados a verle en papeles de hombre íntegro y bueno, costaba hacerse a la idea de verlo siendo cruel, pero a mí esa actuación ha sido una de las que siempre más me han impactado de él, porque su profesionalidad le permite ser creíble y convincente en cualquier piel en la que se meta. Peck dijo que no solía dejarse llevar por los personajes que encarnaba, cuando acababa su horario laboral dejaba aparcado el tema a un lado y volvía a su vida normal. “Qué sería de mi familia si hubiera visto salir de casa cada día a una persona y ver entrar luego a otra completamente diferente”, afirmó.

Un espectador, sacerdote, dijo haber recuperado la vocación perdida tras haber visto Las llaves del Reino, en la que Gregory Peck interpretaba a un misionero en China. El actor contestó con humor que se alegraba por él pero que menos mal que a él no le había pasado lo mismo.

Hubo un hombre, de unos treinta y tantos años, que no quiso hacer ninguna pregunta pero sí un largo discurso en el que declaraba su profunda admiración por Gregory Peck, hasta el punto de haberse hecho abogado por el enorme influjo que su personaje de Atticus Finch había tenido en él, y cuando fue padre de ponerle el nombre de Atticus a su hijo en su honor. El actor, muy conmovido y emocionado, le agradeció efusivamente su generosidad, como él mismo la llamó .

2 comentarios:

Liliana G. dijo...

Gracias por reforzar esa imagen que uno construyó sobre este actor, a lo largo de sus películas y en su vida pública: honesto, íntegro, cabal. Sin enormes recursos expresivos, pero de una fuerza interior inmensa para "transmitir". Tal vez porque siempre procedió con absoluta sinceridad, aunque sin aspavientos...

pilarrubio dijo...

Me alegro Liliana de que te haya gustado mi post. Gregory Peck es una auténtica inspiración. Un saludo Liliana. Pilar.

 
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