miércoles, 23 de enero de 2013

Turista y estafado


Hay un programa en televisión que me parece el colmo de lo inimagibale, la gota que colma el vaso de la moda imperante del reportaje callejero de español en el extranjero, en busca de experiencias y aventuras. En Turista y estafado el presentador viaja en cada ocasión a un lugar diferente para mostrar a la estupefacta audiencia los peligros que su dinero o su integridad física pueden correr, expuestos a mafias de diverso pelaje.

El episodio que vi transcurría en el carnaval de Río de Janeiro. Al presentador lo enfocan desde lejos mientras está sentado en la playa bajo una sombrilla. Alguien se le acerca preguntándole si le puede guardar sus pertenencias mientras se da un baño. El presentador, distraído por la maniobra, no se da cuenta de que por detrás otra persona se acerca y le mete la mano dentro de su bolsa para llevarse la billetera. Es difícil que nadie lo haya visto, pero nadie da la voz de alarma, no se quieren meter en líos.

El presentador retiene al bañista cuando regresa, y éste termina confesando sin necesidad de apurarle mucho. Luego le hace señas a su compinche, que observa desde una distancia prudencial, para que se aproxime, pero éste no quiere que le enfoquen con las cámaras. El ladrón da todo tipo de explicaciones, sonriendo sin cesar, como si se recreara en el asunto, o se las diera de listo: mira lo bien que lo hago, todo el que prefiera un trabajo honrado para subsistir es porque es tonto, con lo fácil que se vive así y el dinero que puedes ganar.

Luego el presentador va en taxi. Ya previamente nos advierte que seguramente el taxista nos va a querer engañar, como así ocurre. Cuando llegan al destino intenta confundirle con juegos de palabras, usando un tono intimidatorio. Al final le revelan al timador que le están grabando y que saben lo que pretende, y se van todos juntos ¡alucinante! a una terraza que hay cerca de allí, junto al mar, a tomarse algo, mientras le cuenta cómo es ser un “malandro”, palabra que utiliza el sujeto para autodenominarse con mucho orgullo y sonrisas, con el mismo talante del bañista chorizo.

Durante el desfile de carnaval son decenas de cacos los que quieren apropiarse de su cartera. Él se la pone en el bolsillo de atrás del vaquero, muy a la vista. La tentación es irresistible. Los descuideros te quitan todo lo que esté al alcance de su mano sin que lo notes, cámaras de fotos o video que sobresalen de un bolso, lo que sea. Se encara el presentador con el que cree que le ha robado, que se ha esfumado en un santiamén, pero al que consigue localizar milagrosamente. El sujeto en cuestión tampoco tiene inconveniente en hablar sobre sus actividades.

Una prostituta lo aborda en una zona de copas. Es fea de narices, pero tiene un cuerpo escultural. Por lo alta y lo fuerte que es parece casi un travesti. Lleva al presentador a la mesa de una de las terrazas y, mientras están charlando, le hace levantarse para ir a por algo para ella, momento que aprovecha para echarle unos polvos en la bebida. Cuando vuelve, le descubre todo el pastel y ella se lo explica todo: lo que le ha puesto en el vaso es una potente droga que le hará efecto, calcula ella, cuando la hubiese llevado al hotel donde él está alojado, y que le dejaría fuera de combate durante dos días. Ella se llevaría su dinero y todo lo que encontrara de valor.

Si quieres pasar por una experiencia exótica, te puedes citar con una especie de sumo sacerdote, “macumba”, al que serás conducido a través de la espesura de la selva, caminando durante un buen rato. El extraño personaje, ataviado y pintado como el salvaje de una tribu, te dará azotes con la rama de una palmera para ahuyentar los malos espíritus, y te pasará las manos por todo el cuerpo para sanar lo que esté enfermo. No da muchas explicaciones, es antipático a más no poder, y está así como un cuarto de hora por la "módica" cantidad y por adelantado de 300 € ó más.

Por todas partes hay unas personas que se dedican al juego del Bicho, como allí se le conoce, y que están camufladas al tratarse de una actividad prohibida. Es una especie de sorteo de la lotería. El dinero conseguido, que es muchísimo, se blanquea en las escuelas de samba, los desfiles, etc. Si preguntas por la calle nadie sabe nada, todos tienen miedo de delatar a esa mafia.

El mismo carnaval está en manos de estafadores. Otra mafia se encarga de la venta de billetes: el que más pague se queda con las mejores entradas, a precios desorbitados.

Conclusión: si viajas a según qué sitios te pueden robar, drogar, azotar, y todo lo que haga falta para que te vayas de allí con un recuerdo imborrable. De todas formas, y para que nadie proteste, el presentador aclara al final que a pesar de todo Río de Janeiro es un lugar incomparable que no hay que dejar de visitar. Aunque visto lo visto, a lo mejor nos lo pensamos dos veces.

2 comentarios:

José Luis Ibáñez Ridao dijo...

He visto varios, entre ellos el de Barcelona, mi ciudad, y la verdad es que es muy interesante saber cómo te ven desde fuera. La presentaron como "la capital internacional de los carteristas". Tal cual. El presentador acabó travestido robando -y devolviendo- carteras por Las Ramblas en compañía de una transexual brasileña. Alucinante.

pilarrubio dijo...

Jajaja...!! Increíble. Está bien saber lo que nos podemos encontrar cuando viajamos, pero este programa crea una especie de psicosis. En fin, me alegro que te haya interesado. Un saludo!. Pilar.

 
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