Me ha parecido interesantísima una entrevista
al filósofo y escritor Byung-Chul Han, a propósito de su último libro. Nacido en Corea del
Sur, está afincado en Alemania desde hace años, donde es profesor de Filosofía y
Estudios Culturales en la Universidad de las Artes de Berlín. Nada sabía de él
hasta que lo encontré en un conocido suplemento cultural. Sus pensamientos, aparentemente sencillos,
aquilatan toda una vida de profundas reflexiones, vertidas en obras
como la que ha publicado ahora, Psicopolítica. Sus trabajos no son precisamente
optimistas, a juzgar por los títulos: La sociedad del cansancio, La agonía
del Eros…
Es reacio a hacer declaraciones,
no le gusta la exposición mediática. Como dice el periodista durante la
entrevista, “sabe que depende de la prensa para que sus ideas se difundan,
pero le gustaría no tener que hacerlo”. El diálogo se hace difícil, se toma su
tiempo para contestar, como si cayera en pequeños trances en los que se
sumerge en su interior para encontrar las respuestas más acertadas. “Es un
pensador de nuestro tiempo, pero también un hombre misterioso. No será fácil
descifrarle, aunque en sus libros se esmera en expresarse con claridad. La
cortesía del filósofo, el enigma del hombre”.
Pero una vez que empieza, es un
gusto recibir sus palabras. “Mis libros sacuden el sobrentendido en el
que muchos se han acomodado. Concentran la atención de la gente en la parte
interior fea, la que se oculta tras la bonita fachada. Dejan al descubierto
ilusiones fatales. “Aguafiestas” sería un término demasiado suave”.
Habla sobre el trabajo tal como se concibe hoy en día, algo sobre lo que ya se conceptualizó en el pasado: “Para Karl Marx el trabajo
conduce a la alienación. El sí mismo se destruye por el trabajo. Se aliena del
mundo y de sí mismo a través del trabajo. Por eso dice que el trabajo es una
autodesrealización. En nuestra época el trabajo se presenta en forma de
libertad y autorealización. Me (auto)exploto, pero creo que me realizo”.
Cuando le preguntan por la
brevedad de sus libros responde: “Hace poco se publicó una entrevista en la que
fui presentado como alguien capaz de derrumbar con pocas palabras
construcciones enteras de pensamientos que sostienen nuestra vida cotidiana.
Entonces ¿por qué hace falta escribir libros voluminosos?”.
Sobre la caída del Muro ofrece
una idea, una imagen, que me ha
fascinado: “Durante la época del Muro existía un enemigo con el que se estaba
en guerra. Este enemigo ya no existe. Hoy la gente está en guerra consigo
misma. Hoy estamos en una guerra sin muro y sin enemigo”.
Preguntado sobre si Orwell se
equivocó en su visión del mundo futuro, afirma: “El estado policial de Orwell,
con telepantallas y cámaras de tortura, se distingue fundamentalmente del
panóptico digital que representa internet, teléfonos inteligentes y Google
Glass, en que es controlado por la ilusión de la libertad y la comunicación
ilimitadas. Aquí no se tortura sino que se postea y se tuitea”.
Consulté lo que significa la
acepción “panóptico” y he aquí lo que encontré: tipo de arquitectura carcelaria ideada por el filósofo utilitarista (doctrina en la que todo lo que es útil, relacionado con el principio de felicidad, es bueno) Jeremy Bentham hacia fines del siglo XVIII. El
objetivo de la estructura panóptica es permitir a su guardián, guarnecido en
una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas
individuales alrededor de la torre, sin que estos puedan saber si son
observados.
El efecto más importante del panóptico es inducir en
el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el
funcionamiento automático del poder, sin que ese poder se esté ejerciendo de
manera efectiva en cada momento, puesto que el prisionero no puede saber cuándo
se le vigila y cuándo no. Este dispositivo debía crear así un «sentimiento de
omnisciencia invisible» sobre los detenidos.
Habla Byung-Chul Han del poder, y lo que dice es
sumamente interesante. “La técnica de poder del sistema neoliberal no es ni
prohibitiva ni represiva, sino seductora. Se emplea un poder inteligente. Este
poder, en vez de prohibir, seduce. No se lleva a cabo a través de la obediencia
sino del gusto. Cada uno se somete al sistema de poder mientras se comunique y
consuma, o incluso mientras pulse el botón de “me gusta”.
Preguntado por la necesidad de transparencia, responde
que “el que relaciona la transparencia solamente con corrupción y con libertad
de información ignora su alcance. La transparencia es una coerción sistémica
que incluye todos los sucesos sociales para someterlos a cambios fundamentales
(…) Esta coerción sistémica convierte la sociedad de la transparencia en una
sociedad sincronizada. Lleva a la conformidad y a la sincronización”.
Sobre el éxito de libros como 50 sombras de Grey, en
los que prima la pornografía sobre el amor, al que se ve como rendimiento, como
inversión calculada, dice que “el Eros supone una relación con lo otro, más
allá del rendimiento y de las habilidades que se tengan. Ser capaz de no ser
capaz es el verbo modal del amor”.
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