Llevaba mucho tiempo posponiendo
la obra, pero lo cierto es que mi casa necesitaba un lavado de cara urgente.
Después de poner aire acondicionado el verano pasado habían quedado las marcas de las rozas en
la pared. Pero antes de eso la pintura hacía mucho que había dejado de ser
blanca, y el parquet sólo brillaba por algunos sitios. Por las ventanas se
colaba el ruido y el frío. Hacía falta una buena reforma.
Y no es ardua tarea. El primer
contratista al que llamé, cuya propaganda guardaba junto con otras recogidas de mi buzón, resultó ser un señor muy bien vestido que, tablet en
mano, me iba mostrando otras obras que había hecho y, al mismo tiempo, me iba
dando ideas que resultaron buenas según iba viendo mi casa, como poner un remallado en el techo de la cocina y del baño para evitar que se cuarteara la escayola con las humedades, aunque luego se comportó de una manera extraña hasta el punto de pensar que estaba ante un sinvergüenza chiflado. Por ejemplo, negarse
a poner tarima: dijo que el parquet pulido y barnizado quedaría muy bien. Y dio el
asunto por zanjado. Ese fue el primer indicio de que el hombre no andaba bien. Si pagas es para que atiendan hasta el más mínimo de tus deseos, no
va a venir un extraño a imponerte sus criterios porque sí. Además me llamaba y
cada día me decía una cosa distinta, aquello era una montaña rusa de palabras
que no tenían valor ninguno porque donde dije digo dije diego. Ya la foto de su whatsapp
con la cara de Vito Corleone en El padrino me resultó inquietante, y la verdad es que tenían cierto parecido. Alguien poco de fiar.
El siguiente que vino,
recomendado por el que me estaba gestionando el préstamo para financiar la
obra, que luego no conté con él porque era poro eficaz, fue el que se
llevó el gato al agua. Sin alardes, sin elegancia en el vestir, se trataba de
un currante nato, más o menos de mi edad, que hablaba claro y no hacía extraños
con el presupuesto, aunque al final se ha sacado de la manga un IVA de una de
las partidas del presupuesto que nunca le oí mencionar, prueba de que hasta el
que más bueno puede parecer en el fondo tiene su puntito cabroncete.
Pero eso sí, educado como el que
más, y los que trabajaban con él igual. Las ideas que me había dado el mafioso
las utilicé con éste. Las ventanas, con puente término y oscilo
batientes, me las pusieron en unas pocas horas. La pintura fue un tema más
peliagudo porque tardaron 5 días y mancharon muchísimo. Todavía estoy quitando
restos, aparecen en sitios por los que ya había limpiado, será
por mi escasa agudeza visual. Las otras veces que han pintado mi casa lo hicieron en un día porque
usaron máquinas y desde luego no ensuciaron nada. Escogí un vainilla claro porque tanto
tiempo con el blanco ya cansaba, y un tono más oscuro en la habitación de mi
hija. Techos y mueble de escayola del salón blancos.
La tarima, de color haya, fue el
remate a todo lo demás, porque es todo un proceso: pusieron esos plásticos blancos
que se utilizan para los embalajes sobre el parquet y luego fueron cortando los
tablones según lo que necesitase en cada momento. No me
gustó el tono del rodapié pero me dijo el contratista que no había otra cosa en
la tienda y por no retrasarlo todo lo dejé pasar. Y lo más escandaloso: rebajar las puertas,
que fue un caos de ruido y polvo marrón que quedó en suspensión durante varios
días y cada vez que iba a limpiar al poco rato volvía a cubrirlo todo.
Mis hijos y yo íbamos de una
habitación a otra, atrincherados allí donde no hubiera llegado el marasmo.
Miguel Ángel, mi hijo, se acomoda bien a
todas las situaciones, pero Anita, mi hija, tenía exámenes que estudiar y
terminó marchándose a casa de su padre, que vive al lado. Con razón nos lo
pensamos tanto cada vez que queremos hacer una obra.
La casa necesitaba que se le
diera un buen repaso. Mientras limpiaba los libros que iba a volver a poner en
la estantería, eché un vistazo a alguno de los álbumes de fotos. La verdad es
que tanta fotografía no sé para qué, porque termino poniéndome triste. Aparecían
los niños cuando nos reuníamos al principio de casados con unos amigos
de mi ex marido y sus hijos. No me había dado cuenta hasta ese momento de lo mucho que se
aburrían mis peques y de las pocas ganas que tenían de estar allí. Miro sus caritas y
lamento no haberles podido dar una infancia más feliz.
Decido no volver a poner los
cuadros y las fotos, salvo un par de ellas sin las que no puedo pasar.
Recuerdos del pasado los mínimos, renovarse o morir.
El resultado, después de tanto inconveniente,
nos gustó a todos. Miguel Ángel dijo que la tarima es muy artificial, y tiene
razón, suena a hueco cuando se camina por ella, y no tiene brillo, es menos
elegante que el parquet pero más higiénico, se la puede fregar siempre que se
quiera, aunque la suciedad se nota más. Antes mi casa era más elegante, parquet
y cortinas. Ahora hay tarima y pienso poner estores, quizá combinados con
cortinas. Todo más moderno y funcional, pero espero que igualmente acogedor.
Los estores, por cierto, tienen una variedad infinita: lisos, estampados, con
fotografías, translúcidos, opacos, venecianos, de bambú, dobles, en fin, la
lista sería interminable.
La verdad es que había multitud
de posibilidades a la hora de decorar. Mirando fotos me encantaban las paredes
tostadas o gris perla combinadas con techos, rodapiés y puertas lacadas en blanco.
También me gusta el panelado en madera a media pared, algo que se llevaba hace
décadas. Prefiero la pintura lisa al gotelé, pero con éste último se notan
menos las manchas e imperfecciones y ya era más gasto. Tampoco
hubiera estado mal un parquet oscuro y brillante, de roble, aunque por mi experiencia es demasiado delicado.
Anita ya está pensando en cosas
nuevas para su habitación, como una imagen de Nueva York tipo vista
panorámica, una alfombra rosa y un espejo de cuerpo entero. Estoy pensando en
comprar alfombras para toda la casa, de esas que se pueden
meter en la lavadora. De momento haber si me repongo del gasto, porque conseguir
la financiación no ha sido tarea fácil, hasta recurrí, sin resultado, a un
banco con un extraño nombre, Pichincha, que no supe que era para sudamericanos
hasta que no fui allí y me vi rodeada de ecuatorianos. Tenían un gran cuadro de una virgen, con un marco tosco de madera, en la zona de Caja. Nunca había visto algo semejante en un banco. En realidad no hay más
que usureros en todas partes, necesitar dinero es verse expuesto a una
muchedumbre de buitres carroñeros. Pero bueno, ahí está el resultado, ahora a
disfrutar de lo nuevo.
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