lunes, 27 de abril de 2015

Las memorias de Sophia Loren

 
Me ha gustado mucho el libro de memorias que ha publicado Sophia Loren. Pérez Reverte lo mencionó en uno de sus artículos y me picó la curiosidad, aunque él dudaba de que lo hubiera escrito la propia actriz. He leído que sí, que lo hizo ella misma. Prejuicio machista por parte del periodista, que cae en el tópico de que una mujer guapa no suele tener intelecto.
Comienza, cómo no, por su infancia, y explica la dura situación familiar: padre atractivo y calavera que enamora a su madre, débil de carácter, dejándola dos hijas y sin que nunca llegara a casarse con ella, pues terminó haciéndolo con otra. Fue su abuela la que más cuidó de ellas, por lo que en el libro la llama mamá, y a su madre para distinguirla la llama mamaíta. Se recuerda a sí misma muy delgada, tímida, sensible. Recuerda los años terribles de la guerra, durante los que pasó tanta miseria y tanto miedo. En uno de los ataques aéreos la alarma que avisaba en su pueblo de que había peligro no funcionó, y mientras huía hacia un túnel que era donde se refugiaban todos le saltó metralla en la barbilla, y estuvo con esa cicatriz mucho tiempo hasta que, al terminar el conflicto, un médico del Ejército americano se la vio y la hizo desaparecer. Aún hoy en día el terror de aquella etapa de su vida hace que no pueda dormir sin una luz encendida.
con su madre
Su llegada al cine fue como la de otras muchas chicas: ganó un concurso de belleza, lo que le reportó dinero y un billete para Roma. Su madre vio la oportunidad de que se fijaran en ella los de  Cinecittá, como en su momento le pasó a ella, aunque sus padres se negaron a que siguiera ese camino, algo que nunca les perdonó. Ahora su hija tenía la posibilidad, y Sophia empezó a tomar clases de interpretación en una academia de Nápoles, pagadas por las clases de piano que daba su madre. En la escuela le enseñaron a ejercitar los músculos faciales, a hacer muecas, a ser expresiva.
Se presentó a unas pruebas para extra en la película Quo vadis?. Después de eso vinieron las fotonovelas, donde pudo desplegar todos los recursos gestuales que había aprendido en la academia. Conoció al que sería su marido, bastante mayor que ella, pero como se había criado sin padre él le transmitió esa sensación de seguridad y protección que tanto ansiaba. La guió en sus primeros pasos en el mundo del espectáculo, y fue durante toda su vida su apoyo.
Cuando consiguió ahorrar suficiente dinero le compró a su padre el apellido de su hermana, a la que nunca había querido reconocer, lo que en aquel entonces suponía una vergüenza. “Con mis medios, como pude, reviví la historia de nuestra familia para intentar comprender lo que de niña me pareció demasiado difícil de afrontar, y saqué mis conclusiones”.
con Vittorio de Sica
Recuerda con mucho cariño el día que conoció a Vittorio de Sica, que sería su maestro y amigo hasta el día en que este murió, momento que también rememora en el libro con gran dolor, el féretro solo en una sala del hospital, ella asomándose por el ojo de buey de una puerta para verlo. Con el genial director y actor trabajaría en muchas películas y su larga amistad les reportaría innumerables gozos.
con Mastroianni
Con Mastroianni no fue muy diferente. Afirma que era un ser maravilloso y muy divertido, lleno de vida, pero que a los rodajes acudía sin saberse los diálogos, lo cual nunca le supuso un problema a la hora de trabajar.
Menciona especialmente a Basilio Franchina, periodista, escritor y guionista, que participó en la película en la que hizo su primer gran papel dramático, La chica del río. Estaba tan nerviosa que no podía comer ni dormir, y hasta llegó a tener fiebre. Pero Basilio le quitaba sus temores ayudándola en los ensayos y con sus sabios consejos, le sugería imágenes que le sirvieran de inspiración para meterse en el papel. “Supo cuidar de mí, de mi fragilidad, entrando a formar parte de mi vida con delicadeza y ayudándome a superar los momentos de crisis. Me ofreció lo que sólo puede regalar un amigo de verdad: me ayudó a ser yo misma”. Aquel hombre era amigo de los mejores directores de cine del momento, y destacaba por su discreción, su inteligencia, su cultura y su educación. Mantuvo su amistad con Sofía y su marido hasta el último de sus días.
con Cary Grant
Cuando llegó el momento de dar el salto al cine americano siguió un curso intensivo de inglés. Quería estar preparada. La 1ª persona que conoció fue a Cary Grant, al que llevaba admirando toda la vida. Le impresionó verlo tan elegante, con su esmoquin, sus modales refinados y su aguda ironía, tal y como aparecía en sus films. Cary intentó que se casara con ella, la llevaba a cenar a lugares románticos a la luz de la luna, e incluso causó los celos de Carlo Ponti, que llegó a propinar una bofetada a Sophia cuando iban a coger un avión, al hacer ella una insinuación coqueta sobre él.
Durante un retiro navideño en Suiza Sophia y Carlo entablaron amistad con otro matrimonio famoso, Audrey Hepburn y Mel Ferrer. Ella les invitó a comer en una ocasión. Sophia se sorprendió de lo blanco que era todo en la decoración de su casa, y de lo poco que les puso de comer, pues Audrey era de escaso apetito. “Necesito soledad y belleza”, dijo la anfitriona.
en Dos mujeres
Sophia cuenta los avatares previos al rodaje de una de las películas que marcó su vida: Dos mujeres. En principio el papel de madre lo iba hacer Anna Magnani, pero esta no quiso que Sophia hiciera de hija, la consideraba demasiado imponente, por lo que rechazó intervenir en el film. Propusieron entonces a Sophia el papel de madre, y fue Vittorio de Sica, su gran amigo, quien terminó de convencerla viendo sus dudas. “La variedad y la profundidad de sentimientos que puede expresar una madre es un desafío para una actriz. Sus matices, su psicología compleja y delicada siempre me han atraído, quizá porque en mi vida siempre han contado los afectos viscerales”. En aquella época aún no había sido madre, pero se acordaba de cómo era la suya, y con esta interpretación consiguió el Oscar a la mejor actriz ese año.
con Carlo y Edoardo, sus hijos

Cuenta también Sophia el largo proceso que tuvo que seguir hasta que consiguió quedarse embarazada. Ser madre era el sueño que había acariciado toda su vida. Abominó del primer médico que la trató, al que culpó de sus abortos por sus dudosas prácticas, no así del 2º, que supo tratarla y gracias al que pudo tener a sus dos hijos, tras largos reposos en cama durante sus gestaciones.
Uno de los personajes más interesantes que conoció fue Charles Chaplin, que la dirigió en una de sus películas. “Era intenso en cada detalle y desconocía la superficialidad. Si no se veía capaz de hacer bien una cosa, prefería no hacerla”. Con Marlon Brando, que también trabajaba en el film, tuvo un encontronazo porque intentó propasarse, y Chaplin también con él porque el primer día de rodaje llegó tarde. “Chaplin era un hombre directo. Si te apreciaba, lo hacía sin reservas. Siempre decía lo que pensaba y si tenía la impresión de que alguien no era sincero con él, le daba la espalda y lo expulsaba de su vida”. A Sophia la alabó mucho porque decía que era como barro en sus manos, se adaptaba a todas las indicaciones que le hacía y aprendía deprisa.

En los rodajes no era difícil ver a Sophia preparando alguno de sus platos de pasta. Ha sido siempre su manera de crear un buen ambiente, de relajarse y de establecer relaciones de amistad. Pero con Omar Shariff en el rodaje de La caída del imperio romano entabló, medio en broma medio en serio, un particular pique, desafiándose uno al otro a que sus madres cocinaban las mejores berenjenas a la parmesana del mundo. El actor hizo venir a su progenitora desde Egipto a Roma, donde se rodaba, y una noche ambas prepararon el suculento plato para todo el equipo. Tras un largo debate ganó la madre del actor por poco margen, y ambas madres se hicieron amigas.
Durante el rodaje de El viaje, la última película de De Sica, entabló gran amistad con Richard Burton, que vivió un tiempo en su casa y casi formó parte de la familia. Ellos fueron testigos de la tormentosa relación que mantenía con Liz Taylor. “Para Richard, Liz era como una ola gigante, un electrón libre, una flecha que apuntaba derecho a su corazón”.
Cuenta desgarrada su paso por la cárcel por fraude fiscal, aunque ella siempre consideró la condena desproporcionada, convencida de ser una víctima por ser quien es. “Nada es más humillante para un ser humano que privarlo de su libertad. Nada duele más que la marginación”. Halló gran consuelo en la madre superiora que impartía ayuda espiritual a los presos. “Por fortuna cualquier experiencia, por dura que sea, reserva sorpresas, encuentros con personas especiales que tienen la capacidad de ver más allá de las apariencias y se niegan a aceptar juicios superficiales. Son personas que marcan la diferencia, que enriquecen incluso las peores experiencias, que caen como un regalo del cielo, mirándote a los ojos y reconociendo tu humanidad más allá de los prejuicios y los lugares comunes”.
Entre sus films más picantes está Prêt-à-porter, donde tuvo ocasión de protagonizar un streaptease junto a su gran amigo Mastroianni. Tuvo sus miedos pero juntos lograron hacer una escena divertida y desinhibida.
Recuerda cuando entregó a Gregory Peck su Oscar por Matar a un ruiseñor, y cómo 30 años después éste se lo entregó a ella por su trayectoria profesional. El 1º que recibió por Dos mujeres no había podido ir a recogerlo por el pánico que sintió. Pero más emocionante fue cuando ella y Mastroianni entregaron el Óscar honorífico a Fellini, que falleció poco después. Y la entrega más divertida fue a Roberto Benigni a la mejor película extranjera por La vida es bella.
con Carlo, su marido
Describe con dolor la muerte de su marido. “La fealdad de la muerte reside en su normalidad, pero hay algo profundamente innatural en dejar ir a las personas que hemos querido”.
Habla de sus últimos trabajos, uno de ellos dirigida por su hijo pequeño Edoardo. El libro termina con una escena cotidiana con sus nietos, que acuden a su dormitorio para despertarla y pedirle que les haga unas albóndigas para comer. Mis apaches los llama ella. El relato de sus memorias había comenzado en ese mismo lugar, cuando la noche anterior había abierto una caja donde guarda sus recuerdos y había estado mirando cartas, fotos, recortes, unos dibujos de sus nietos, en uno de los cuales aparece ella representada como un monigote, con el pelo rizado y una ancha sonrisa, y la palabra “nonna”, abuela, escrita debajo. Se había quedado dormida muy tarde, mientras desgranaba los recuerdos que han dado lugar a este libro. Sophia da las gracias a la vida por todo lo que le ha dado.
 
Ha sido una delicia leer estas memorias y un placer escribir sobre ellas. Sophia Loren está considerada una de las mejores actrices del siglo XX, y su personalidad es siempre subyugante, magnética. Una existencia intensa la suya, de la que ha sabido sacar el mejor partido posible a pesar de las dificultades. Eterna y fascinante.
 
 


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