El documental Montage of heck llega a los cines. En él se escudriña la
intimidad del líder de Nirvana, un hombre sensible, feminista, perfeccionista,
torturado e inteligente, según quienes mejor lo conocían.
"Amo a mis padres pese a que estoy en desacuerdo con todo lo que
piensan. La música rige mis sentimientos. Me apropio de trozos de
personalidades de otros para construir la mía. Me aterroriza el ridículo".
La naturaleza voluble de Kurt Cobain, el líder sublime y atormentado de Nirvana
que hace veintiún años y dos semanas se quitó la vida, se manifiesta en su
diario mediante una grafía sencilla veteada por borrones, garabatos y letras de
un lirismo punzante y homicida. Unas anotaciones que se exhiben a partir del
jueves en Montage of heck, el primer documental oficial sobre el artista que
invita al espectador a arañar su intimidad, espiar vídeos caseros inéditos y
escuchar los testimonios de sus parientes y amigos.
Entre los hallazgos del filme, la afición de Cobain a elaborar listas como
la que repasa los nombres que podían haber bautizado a Nirvana pero que
finalmente fueron descartados (Man Bug –Bicho hombre–, Dead Boy –Niño muerto–,
Dead river boys dicks –Las pollas de los chicos del río Muerto–). En otra, bajo
el epígrafe 'Cosas que necesita la banda', se percibe la seriedad embrollada
con la que trataba de organizar y controlar Nirvana, el proyecto en el que
volcaba su lucidez y ambición. Unas páginas más allá, una sucesión de normas
que deben gobernar una formación modélica de punk rock, un género que
interpretaba como "libertad" y que implica puntos tan dispares como
"aprender a no tocar bien un instrumento" o "no hacer daño a las
chicas cuando uno baila" (esto último, quizá, una de las muchas señas de
su respeto por la mujer en un mundo que despreciaba por masculino,
intransigente y cateto).
Odiaba que le humillaran y las malas críticas le hacían sentirse así
También es posible otear imágenes de una infancia feliz, mimada, en una
"América buena y en una ciudad floreciente, Aberdeen, excelente para criar
niños", explica a la cámara su madre, Wendy, que culpa a su exmarido y
progenitor de Cobain, Don, de haber inspirado en su hijo un poderoso
sentimiento de vergüenza. "Él pensaba que los niños debían ser vistos pero
no oídos. Kurt era un niño inquieto. Don le hizo daño", indica. Poco
después, llegaría el trauma de Kurt ante el divorcio de sus padres ("se
sentía avergonzado por ello") y una rebeldía desbocada que le hizo
convertirse en un hijo e hijastro molesto. Todo ello precedería a un intento
fallido de suicidio, la dificultad de integrarse con sus compañeros y la
búsqueda de la liberación a través de la marihuana y de una música desgañitada,
llena de consignas y de una maestría enronquecida por la rabia.
Las letras vagabundas de Something in the way cobran relevancia cuando
recuerdan la confusión ultrajada de Kurt Cobain, sin hogar fijo. Y los aullidos
de Scentless apprentice suenan a gritos de auxilio ante un mundo que, al
parecer, el joven esperaba que fuese más bonito. Por el camino, todo una cadena
de contradicciones: la aspiración al éxito musical —desvelado por su primera
novia, Tracy— y, a la vez, el remordimiento por haber cruzado la barrera del
mainstream y disfrutar de la fama. O el afán por crear una familia de corte
tradicional y su urgencia por tener descendencia, un deseo "humano y común
en hijos de familias separadas", opina el director del largometraje, Brett
Morgen.
El viaje incluye imágenes nunca vistas de sus últimos años, entre alegres y
contaminadas por las adicciones, con una Courtney Love desmesurada, impúdica y
divertida. Y los momentos con su hija Frances, llenos de ternura y de efluvios
de embriaguez. "Desde que he tenido una hija lloro con los documentales
que muestran a niños sufriendo", explicaba Cobain con la piel marcada por
heridas y cardenales, pero con el rostro seráfico, aún indemne por los estragos
de la heroína. Esa droga que, aseguraba, había comenzado a consumir para
olvidar sus agudos dolores crónicos de estómago.
Buscaba la perfección, cantar lo mejor posible, componer lo mejor
posible... De fondo, las ocurrencias hondas de sus textos, la sensibilidad
tierna y corrosiva, las nubes de ruido con las que se lograba elevar sobre el
escenario y la oscuridad magnética que le dictaba frases desolación infinita.
"Era un artista con mayúsculas cuya obra hoy sigue conmoviendo a los
adolescentes. Representa a los inadaptados, a lo feo, el desencanto. Y supo
transmitir a través de su música la angustia de toda una generación",
observa Morgen mientras el documental discurre entre tormentas musicales que
arrecian con Endless, nameless, Floyd the barber o Territorial Pissings.
Kurt Cobain según... Su madre, Wendy: "En la música buscó la
perfección y el triunfo que no había encontrado en su vida personal y familiar,
que consideraba un fracaso. Quería tocar lo mejor posible, cantar lo mejor que
pudiera, componer mejor..." Su hermana, Kimberly: "Su cerebro estaba
en permanente actividad, siempre ideando cosas nuevas. Cuando era pequeña
miraba con cierta envidia su cabeza de genio; hoy doy las gracias por no
tenerla". Su madrastra, Jenny: "Tras la separación de sus padres,
Kurt sentía la necesidad de tener una familia y ser el más querido. Sufrió
mucho, se sintió rechazado por todos". Su primera novia, Tracy:
"Estaba enfadado con sus padres desde sus años de colegio y tenía mucho
miedo a ser herido. Aparte de eso, era divertido. Y ambicioso. No se conformaba
con tocar en una banda, quería el éxito". Su amigo y compañero de Nirvana
Krist Novoselic: "Odiaba sentirse humillado. Recuerdo lo mal que llevó una
mala crítica que recibimos con uno de nuestros primeros conciertos. Le dije que
se olvidara, que eran tonterías de revistas hipsters, pero él se sintió
ultrajado". Su pareja, Courtney Love: "Era supermono, estaba bien
físicamente pero se comportaba como si no lo supiera. Eso era parte de su
encanto".
(Artículo de Clara Hernández en 20 minutos el 22/4/15)
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Aparte de lo que se dice en este artículo, tan interesante por otra parte, sobre Kurt Cobain, figura que me fascina desde hace muchos años y al que ya dediqué un post hace tiempo, a propósito de la biografía que sobre su vida y su muerte le dedicó Charles R. Cross, Heavier than heaven, hay muchas cosas que habría que puntualizar. La madre fue tan culpable del desequilibrio del cantante como el padre, aunque ella quiera exculparse. Cuando ambos se divorciaron y rehicieron sus vidas con otras parejas él se quedó en la calle, porque era alguien a quien no quisieron y que molestaba. Pasó mucha miseria y soledad.
Lo que comenta la esposa no es de extrañar en una descerebrada como ella: si un marido muere trágicamente no creo que lo único que se recuerde de él con el paso de los años sea si era o no guapo. Le hace parecer un florero. Esta señora lo ha trivializado todo siempre, y sólo Dios sabe lo que Kurt Cobain pudo ver en ella.
He leído hace poco que el cantante tenía 100 canciones escritas que nunca se han llegado a publicar. Su creatividad era enorme. Todos recuerdan su apariencia descuidada y los lamentables episodios que dejó su adicción a las drogas, imagen que podría corresponder a la de un vago o un vicioso. Nada más alejado de la realidad en el caso de este hombre que, mientras pudo, cuando aún los lastres de su vida no le habían hundido en la miseria física y psíquica, desarrolló un genio creativo como pocos.
Jamás pudo superar las carencias de su infancia y adolescencia, ni el éxito repentino y desmedido que alcanzó. Todo le sobrepasaba. Tendría, como todo el mundo, breves momentos de felicidad, nunca comparable a la que él nos produce a nosotros cada vez que escuchamos su música.
Dejo aquí una fotocomposición en la que aparece con su hija Frances Bean, a la que no pudo ver crecer. Algún parecido sí que tienen. Las fotos de él cuando era niño me conmueven, porque se le ve un chico alegre y bueno, el pelo rubio platino, con una ropa muy bonita, en muchas junto a su hermana Kim, algo más pequeña que él, también rubia y sonriente. Nunca habría imaginado lo que iba a ser de él. Nadie sabemos nunca lo que nos deparará el futuro.
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Aparte de lo que se dice en este artículo, tan interesante por otra parte, sobre Kurt Cobain, figura que me fascina desde hace muchos años y al que ya dediqué un post hace tiempo, a propósito de la biografía que sobre su vida y su muerte le dedicó Charles R. Cross, Heavier than heaven, hay muchas cosas que habría que puntualizar. La madre fue tan culpable del desequilibrio del cantante como el padre, aunque ella quiera exculparse. Cuando ambos se divorciaron y rehicieron sus vidas con otras parejas él se quedó en la calle, porque era alguien a quien no quisieron y que molestaba. Pasó mucha miseria y soledad.
Lo que comenta la esposa no es de extrañar en una descerebrada como ella: si un marido muere trágicamente no creo que lo único que se recuerde de él con el paso de los años sea si era o no guapo. Le hace parecer un florero. Esta señora lo ha trivializado todo siempre, y sólo Dios sabe lo que Kurt Cobain pudo ver en ella.
He leído hace poco que el cantante tenía 100 canciones escritas que nunca se han llegado a publicar. Su creatividad era enorme. Todos recuerdan su apariencia descuidada y los lamentables episodios que dejó su adicción a las drogas, imagen que podría corresponder a la de un vago o un vicioso. Nada más alejado de la realidad en el caso de este hombre que, mientras pudo, cuando aún los lastres de su vida no le habían hundido en la miseria física y psíquica, desarrolló un genio creativo como pocos.
Jamás pudo superar las carencias de su infancia y adolescencia, ni el éxito repentino y desmedido que alcanzó. Todo le sobrepasaba. Tendría, como todo el mundo, breves momentos de felicidad, nunca comparable a la que él nos produce a nosotros cada vez que escuchamos su música.
Dejo aquí una fotocomposición en la que aparece con su hija Frances Bean, a la que no pudo ver crecer. Algún parecido sí que tienen. Las fotos de él cuando era niño me conmueven, porque se le ve un chico alegre y bueno, el pelo rubio platino, con una ropa muy bonita, en muchas junto a su hermana Kim, algo más pequeña que él, también rubia y sonriente. Nunca habría imaginado lo que iba a ser de él. Nadie sabemos nunca lo que nos deparará el futuro.
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