viernes, 8 de febrero de 2008

Hippies: la vida por delante








El término hippie, según puedo ver en Google, proviene de “hip”, que significa “popular, de moda”, y que derivó a “hipster”, que viene a ser algo así como “bohemio”, que se aparta de los usos y convencionalismos sociales.
En un primer momento surgió el movimiento hippie en EEUU tras la 2ª Guerra Mundial como consecuencia de las profundas alteraciones que sufrió la sociedad y la cultura norteamericana tras la contienda. Pero fue en los años 60-70 cuando, a raíz de la guerra de Vietnam, alcanzó su máximo desarrollo.
Aparece, pues, como antídoto a una enfermedad, pues una sociedad que promueve y participa de una guerra es una sociedad enferma a la que la única medicina posible que se le puede administrar es la paz.
Esta revolución ideológica alcanzó a todos los demás ámbitos de la vida, hasta convertirse en una especie de nihilismo, la negación de todo principio religioso, político y social, de toda creencia preestablecida.
El concepto tradicional de familia entró en crisis, ya que dejó de ser el núcleo esencial de la sociedad al representar unos valores que ya no eran aceptables. En la religión, ya no hay una sola forma de ver a Dios si no que se toman aspectos de otras religiones, y en la economía, en mitad de una etapa de prosperidad, se apela al no materialismo y se opone al consumismo, al stablishment y al paternalismo gubernamental.
Y así, una vez aparcados la guerra y el nacionalismo, los valores tradicionales y la intolerancia, el movimiento hippie se desarrolló como un estilo de vida nómada basado en las comunas, algo parecido a lo que sucedió en el cristianismo primitivo, en su afán por compartirlo todo.
Aquí se celebraba la vida y el amor, con una liberación sexual absoluta que promovió abiertamente el uso de los métodos anticonceptivos, y con el respeto a la Naturaleza y al medio ambiente en general, ya que de ella formamos parte y en ella estamos integrados.
Esta actitud iconoclasta, inconformista y no convencional, que se plasmaba en la moda, el arte, la música y el cine, se llevó a sus últimas consecuencias con el consumo de drogas, para unos una forma de evasión de un mundo que no les gustaba tal y como estaba concebido, para otros un medio para crear.
Los hippies no querían cambiar la sociedad, sino que querían formar una sociedad aparte, con unos valores propios que hicieran posible dar sentido a una vida que hasta entonces estaba vacía, que no era auténtica y plena. La frase que he visto en Internet que creo que mejor lo define es “anarquía no violenta”, basada en la libertad y la justicia por medios pacíficos.
Una de las costumbres que se adoptaron en aquel momento y que para mí representa uno de los gestos más bonitos y significativos que se hicieron fue lo que dio en llamarse “Flower Power”, que consistía en regalar flores a las autoridades o introducirlas en sus armas en las manifestaciones pacíficas.
Fueron famosos algunos de los conciertos al aire libre que se celebraron, como el de Woodstock, que reunían a cientos de personas que “acampaban” literalmente durante varios días allá donde tuviesen lugar. En ellos, solistas y bandas que por entonces empezaban a darse a conocer cantaban unas letras y tocaban melodías distintas a todo lo anteriormente conocido, para goce del personal, y que luego se convirtieron en símbolos de toda una generación, figuras importantísimas e irrepetibles en la historia de la música contemporánea.
El cine que se hizo en aquella época también marcó un hito en la evolución del celuloide. Algunas de las películas de entonces, como “El regreso”, constituyen mi referente humano y cultural imprescindible, algo así como una escala de valores elaborada a partir de aquellos principios.
Al socaire de la buena onda que promovió el movimiento hippie, se sumaron otras tendencias reivindicativas como el feminismo y la lucha contra la discriminación racial, que también tuvieron su acogida y su repercusión en la sociedad del momento.
Dicen que el movimiento hippie degeneró por los excesos y por la falta de grandes ideólogos que lo fundamentaran. Se ha hablado también refiriéndose a él de contracultura y hasta de subcultura. Quizá se trató sólo de una válvula de escape a una situación de crisis, un soplo de aire puro en medio de un ambiente que estaba viciado. Y la prueba de que no sólo fue una moda pasajera sino una forma de vida es que, casi 50 años después, aún sigue habiendo reductos de vida hippie en todo el mundo.
Últimamente se está volviendo a poner de moda todo lo de aquella época. Resulta extraño ver por la calle a la gente joven con trazas parecidas a las que se llevaron entonces, y fascinada por aquella música, pero creo que se quedan sólo en lo externo, no profundizan en su esencia.
Aunque yo era una niña cuando tuvo lugar el movimiento hippie y hay muchas cosas que no recuerdo, y otras que sí recuerdo y no supe apreciar por mi edad, tengo una cierta nostalgia de ese tiempo que ya ha pasado, y me queda un sabor agridulce en la boca al comprobar cómo terminó todo y lo que hemos perdido desde entonces, valores como el idealismo con el que afrontaron la vida, el ecologismo, un permanente optimismo y vitalidad, una cierta ingenuidad, la frescura y la casi absoluta falta de prejuicios. Nunca la mente estuvo más libre y más desinhibida, sin ningún temor. Esa es la clave de la felicidad, como leí por ahí una vez: la ausencia de miedo.
El movimiento hippie se identifica con la juventud, y se echa un poco en falta que no abarcara también a la gente de más edad. Puede que los cambios personales y sociales sean más propios de los que aún tienen toda la vida por delante.

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